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El 'bluf' Marlaska y el 'ogro' De los Cobos
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El 'bluf' Marlaska y el 'ogro' De los Cobos

Otros ministros podrían haber cometido ese inmenso error, delito de lesa democracia, pero no Marlaska, que tantas veces ha protegido celosamente sus investigaciones judiciales

Foto: El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. (EFE)
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. (EFE)
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Catorce de junio de 2018; doce días después de la toma de posesión de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno tras ganar la moción de censura a Mariano Rajoy. Fernando Grande-Marlaska acude a su primer acto público como ministro del Interior, la jura de la XXXII promoción de la escala básica del Cuerpo Nacional de la Policía. Se celebra en Ávila, en el polideportivo de la Escuela de Policía. En un campo de césped, con las gradas repletas de familiares, forman los 1.298 nuevos policías. Frente a ellos, en las pistas de atletismo, una mesa larga por la que irán pasando para recoger su diploma. La banda de música afina los instrumentos y todo está a punto para comenzar… Pero hay un detalle en el que repara el ministro: en la mesa hay un crucifijo junto a un ejemplar de la Constitución. “¿Qué hace ahí esa cruz?”, preguntó Marlaska. “Señor ministro, es para la jura…”, le dijeron. “Pues quítenla”, respondió imperativo. Y añadió algo que, ahora, se convierte en una frase clave del inexplicable 'bluf' en el que se ha sumido este hombre. “Nada puede hacerle sombra a la Constitución”, justificó Marlaska al ordenar la retirada del crucifijo.

No era una frase al azar porque luego, durante su primer discurso público, volvió a insistir en su determinación para ejercer el cargo de acuerdo a los valores que siempre había defendido, incluso en los momentos más duros, cuando en las redadas contra los terroristas vascos de ETA aparecían los planos de la entrada de su casa, porque estaban decididos a asesinar al juez que de forma tan implacable los combatía: “Creo en el diálogo, en la transparencia y en la verdad. Creo en vosotros. Y confío en una España más libre y segura”, le dijo Marlaska a los policías novatos. La política es, en muchas ocasiones, una trituradora de principios y de realidades que deforma el carácter más fuerte. Por el aislamiento que conlleva, por la torre de marfil de los despachos y los palacetes, por la pleitesía y los elogios, por la vanidad… Quizá eso es lo que le ha pasado a Fernando Grande-Marlaska, aunque no se debe ocultar que hay muchos en su antiguo oficio que piensan que el ministro del Interior ya llevaba consigo la soberbia y la ambición cuando entró en política, que es lo que subyace en la condena por el cese ilegal del coronel Pérez de los Cobos.

Foto: El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en el Congreso. (EFE) Opinión
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Quiere decirse, en suma, que todo esto es inexplicable porque de las muchas polémicas y controversias en las que se podría haber imaginado envuelto a Fernando Grande-Marlaska, por sus perfiles ideológicos, la más inesperada de todas es la derivada de una condena por no respetar la independencia del Poder Judicial. Es probable que nadie lo hubiera imaginado, entre otras cosas porque el propio Fernando Grande-Marlaska era el primero que conocía que el secreto de las investigaciones judiciales afecta, en primer lugar, a los investigadores policiales y que ningún político, mucho menos si está afectado directa o indirectamente por el sumario, puede inmiscuirse o tratar de condicionar un proceso judicial. Otros ministros podrían haber cometido ese inmenso error, delito de lesa democracia, pero no Marlaska, que tantas veces ha protegido celosamente sus investigaciones judiciales frente a las mayores presiones externas.

Sucede, además, que el objeto de las iras de Grande-Marlaska, el coronel Diego Pérez de los Cobos, venía de atravesar el avispero catalán y de resistir todas las embestidas del independentismo hasta convertirse en el verdadero ‘ogro’ de los sediciosos. Los independentistas siempre saben perfectamente hacia dónde tienen que dirigir sus campañas de acoso y de descalificaciones; tienen que ser objetivos seleccionados que, si se logran derribar, expanden sus efectos mucho más allá de lo personal. No se ataca a nadie por sí mismo, sino por lo que representa. Por ejemplo, el rey Felipe VI, como se ha señalado aquí varias veces: antes que ataques republicanos a la Corona, son campañas contra uno de los pocos símbolos que pueden cohesionar España.

"Si el cese de Pérez de los Cobos fue un aviso a navegantes, la renuncia de Ceña es nuestro aviso a navegantes: somos la Guardia Civil"

Con el coronel Pérez de los Cobos ocurre lo mismo: para el independentismo, este mando de la Guardia Civil representa la presencia del Estado en Cataluña, tras la renuncia sostenida de todos los gobiernos que ha habido en España desde Felipe González. Uno de los cabecillas de la revuelta independentista, Joaquín Forn, lo dijo –quizá se le escapó– en el Parlamento de Cataluña: "Si nos controlara un Pérez de los Cobos, sufriríamos". Eso es lo que convirtió a Pérez de los Cobos en un ogro para el independentismo y esa es la razón por la que Esquerra Republicana, socio parlamentario del Gobierno, siempre buscará su destierro o su jubilación. ¿Fue por eso por lo que actuó Marlaska? Es difícil sostenerlo en alguien como el exmagistrado, pero es inevitable que se piense. Del ministro Marlaska podía esperarse la determinación y la contundencia con las que se está enfrentando a los narcos del Campo de Gibraltar, la mayor puerta de entrada de la droga en Europa, pero no este ataque a la separación de poderes, que es sagrada, sobre todo para un juez.

El juez que ha dictado la sentencia condenatoria, Celestino Salgado Carrero, encuentra otra posible motivación, quizá más ajustada a lo ocurrido, para explicar el comportamiento de su excompañero, “la sanción ejemplarizante”. Es decir, para afirmar su autoridad ante los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, sobre todo en un momento de gran tensión interna por los efectos devastadores de la pandemia, el ministro Grande-Marlaska vio la ocasión de enviar una clara advertencia de quién mandaba con el cese fulminante de un coronel tan relevante. De hecho, fueron los propios guardias civiles quienes lo entendieron así, como un pulso de poder; y por eso, nada más producirse el cese de De los Cobos, el que dio un portazo fue el ‘número dos’ del Cuerpo, el director adjunto operativo de la Guardia Civil, Laurentino Ceña.

Nada más producirse el cese de De los Cobos el 'número dos' del Cuerpo, Laurentino Ceña, dio un portazo

“Si el cese de Pérez de los Cobos fue un aviso a navegantes, la renuncia de Ceña es nuestro aviso a navegantes: somos la Guardia Civil”, decían en uno de los muchos comunicados y declaraciones que trascendieron esos días en solidaridad con el coronel fulminado. Ahora, tras esta sentencia, aunque no es firme, se redondea la polémica con una frase contundente y lapidaria: “La legalidad no puede ser arrinconada por la discrecionalidad”, como afirma el magistrado Celestino Salgado. Que hayan tenido que recordarle eso a Fernando Grande-Marlaska desde los despachos en los que estuvo lo resume todo de este 'bluf' inesperado. Porque él mismo lo dijo en su primer acto público como ministro: "Nada puede hacerle sombra a la Constitución".

Catorce de junio de 2018; doce días después de la toma de posesión de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno tras ganar la moción de censura a Mariano Rajoy. Fernando Grande-Marlaska acude a su primer acto público como ministro del Interior, la jura de la XXXII promoción de la escala básica del Cuerpo Nacional de la Policía. Se celebra en Ávila, en el polideportivo de la Escuela de Policía. En un campo de césped, con las gradas repletas de familiares, forman los 1.298 nuevos policías. Frente a ellos, en las pistas de atletismo, una mesa larga por la que irán pasando para recoger su diploma. La banda de música afina los instrumentos y todo está a punto para comenzar… Pero hay un detalle en el que repara el ministro: en la mesa hay un crucifijo junto a un ejemplar de la Constitución. “¿Qué hace ahí esa cruz?”, preguntó Marlaska. “Señor ministro, es para la jura…”, le dijeron. “Pues quítenla”, respondió imperativo. Y añadió algo que, ahora, se convierte en una frase clave del inexplicable 'bluf' en el que se ha sumido este hombre. “Nada puede hacerle sombra a la Constitución”, justificó Marlaska al ordenar la retirada del crucifijo.

No era una frase al azar porque luego, durante su primer discurso público, volvió a insistir en su determinación para ejercer el cargo de acuerdo a los valores que siempre había defendido, incluso en los momentos más duros, cuando en las redadas contra los terroristas vascos de ETA aparecían los planos de la entrada de su casa, porque estaban decididos a asesinar al juez que de forma tan implacable los combatía: “Creo en el diálogo, en la transparencia y en la verdad. Creo en vosotros. Y confío en una España más libre y segura”, le dijo Marlaska a los policías novatos. La política es, en muchas ocasiones, una trituradora de principios y de realidades que deforma el carácter más fuerte. Por el aislamiento que conlleva, por la torre de marfil de los despachos y los palacetes, por la pleitesía y los elogios, por la vanidad… Quizá eso es lo que le ha pasado a Fernando Grande-Marlaska, aunque no se debe ocultar que hay muchos en su antiguo oficio que piensan que el ministro del Interior ya llevaba consigo la soberbia y la ambición cuando entró en política, que es lo que subyace en la condena por el cese ilegal del coronel Pérez de los Cobos.

Fernando Grande-Marlaska