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El dilema de Vox, ser cafres o decisivos
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Javier Caraballo

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El dilema de Vox, ser cafres o decisivos

¿Qué debe hacer Vox si quiere avanzar?, ¿reafirmarse en la extrema derecha o evolucionar hacia posiciones más templadas de derecha a secas, sin concesiones al centro político, como sí ocurre en el Partido Popular?

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal (i), la portavoz parlamentaria de Vox, Macarena Olona (c), y el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith. (EFE/J.J. Guillén)
El líder de Vox, Santiago Abascal (i), la portavoz parlamentaria de Vox, Macarena Olona (c), y el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith. (EFE/J.J. Guillén)

En los tres años de legislatura que han transcurrido en Andalucía, desde las elecciones autonómicas en las que el PSOE perdió su hegemonía de casi cuatro décadas, el grupo parlamentario de Vox en la Cámara andaluza ha cambiado tres veces de portavoz. Ahí es nada, acumulan una media de un portavoz en cada curso político, lo cual habla mucho de la inestabilidad interna del grupo afectado, pero, en el caso concreto de esta fuerza política, nos desvela además la controversia interna que zarandea a esta formación y que todavía no han conseguido resolver. Como las elecciones andaluzas del próximo año son las primeras del nuevo ciclo electoral en España, es en esta comunidad donde se percibe con mayor intensidad ese debate. Podría formularse como un dilema interno: ¿qué debe hacer Vox si quiere avanzar?, ¿reafirmarse en la extrema derecha o evolucionar hacia posiciones más templadas de derecha a secas, sin concesiones al centro político, como sí ocurre en el Partido Popular?

Lo que está claro es que en los tres años de legislatura que han transcurrido en Andalucía no han dado con ningún portavoz que satisfaga las expectativas de la dirección nacional, que es el principal centro de decisión en un partido político como Vox sin estructura de poder autonómica o regional, como deseen denominarlo. Es verdad, como veremos ahora, que no todos los casos se corresponden solo con esa tensión interna sobre el presente y el futuro, pero de forma general la inestabilidad de Vox en Andalucía tiene que ver con esas dudas estratégicas que, incluso, pueden acabar multiplicándose si, finalmente, deciden recurrir a Macarena Olona para que encabece la candidatura al Parlamento andaluz.

Foto: El presidente de la Junta, Juanma Moreno (PP-A) (d), y el vicepresidente, Juan Marín (Cs). (EFE/Raúl Caro)

El primero de los portavoces fue Francisco Serrano, aquel juez que se convirtió en abanderado de los movimientos antifeministas más radicales. Cuando el partido de Santiago Abascal se decidió por él para que encabezara su candidatura, las expectativas electorales eran prácticamente nulas, hasta que Vox comenzó a subir en las encuestas y, precipitadamente, decidieron concurrir a las elecciones autonómicas de diciembre de 2018, algo que no estaba previsto en principio. Como Serrano era el personaje más conocido de todos ellos, fue nombrado candidato y se lanzó a la campaña electoral con un extraordinario éxito: logró 12 escaños, su primer gran logro institucional en España, y, además, se convirtieron en la fuerza política decisiva para que, por primera vez en la historia democrática, hubiera un relevo político en la Junta de Andalucía.

El idilio de Serrano con Vox duró poco porque, además de sus limitaciones para ejercer de líder político, el perfil de este personaje es como el de otros muchos que llegan a estas nuevas fuerzas políticas rebotados de otras formaciones o de otras instituciones. Además, Francisco Serrano tenía sus propios cadáveres en el armario, un presunto fraude de dos millones y medio de euros que se continúa investigando y que puede llevarlo a la cárcel. Además de eso, por si fuera poco, Serrano, henchido en su ego antifeminista por la victoria electoral, acabó pasando a Vox por la extrema derecha y hasta tuvieron que rectificarlo cuando llegó a decir, tras la sentencia de ‘La Manada’, que en España “hasta un gatillazo podría terminar con el impotente en prisión”. Ni en Vox pudieron digerir el exabrupto, se desmarcaron de él y, en septiembre del año pasado, acabó dejando el partido y luego el acta de diputado tras acusar a sus antiguos compañeros de haberlo utilizado para ganar las elecciones y haberle pagado con “ingratitud, desdén y desprecio desde el día siguiente al del éxito electoral”.

Foto: El exlíder andaluz de Vox Francisco Serrano. (EFE)

La persona que reemplazó a Serrano como portavoz parlamentario, un abogado llamado Alejandro Hernández, afiliado a Vox desde 2016, fue el encargado de sacrificar al antiguo candidato, pero, en cuanto cumplió con su misión, tampoco se ganó la confianza de sus mayores, la cúpula del partido en la capital de España. Tanto es así que cuando lo destituyeron como portavoz, en mayo de este año, dijeron que el cambio era necesario porque se necesitaba “una voz más fresca y nueva”, como si el hombre llevara en el cargo dos décadas… ¿Por qué lo destituyeron, en realidad? Pues porque se vio atrapado por el dilema del que se hablaba antes, por la indefinición sobre cómo afrontar el futuro a partir de que se triunfa en las elecciones y se accede a las instituciones.

Lo que intentó Alejandro Hernández mientras estuvo de portavoz de Vox en Andalucía tenía que ver con el pragmatismo y con la evolución: ya que los diputados de Vox habían sido decisivos para que el Partido Popular y Ciudadanos formaran gobierno, se trataba de negociar desde el Parlamento algunos de los aspectos esenciales de la legislatura, desde los presupuestos hasta la composición de los órganos de extracción parlamentaria. Alejandro Hernández, en ese sentido, tiene cultura profesional de abogado, como se decía, y tiende al pacto y a la negociación. Y, además, le repelen las malas formas: “quizá sea deformación profesional. Estoy muy acostumbrado a no perder las formas en la sala”, llegó a justificarse.

Foto: El portavoz de Vox en Andalucía, Alejandro Hernández. (EFE)

La cuestión es, pero ¿encaja ese estilo pactista, cortés y diplomático con una fuerza política como Vox? Es evidente que, sobre todo ahora que se acercan las elecciones, en la cúpula del partido, que son los hombres y mujeres del círculo de confianza de Santiago Abascal, se piensa que el partido tiene que ser más agresivo y menos dialogante, por eso colocaron para la recta final de la legislatura andaluza a un portavoz, Manuel Gavira, el tercero de la lista, que insulta con tono desafiante al presidente de la Junta de Andalucía —“¿De qué cambio hablas? Asume las consecuencias, embustero”, le espetó el otro día en un mensaje— y que se ha negado a pactar los presupuestos, como sí había hecho su predecesor.

Es decir, en tres años de legislatura andaluza, además de la etapa oscura de Serrano, puede decirse que Vox ha pasado en Andalucía de un extremo político a otro, dentro de los márgenes que pueden establecerse en un partido político así, de ultraderecha. La diferencia, en ese dilema, está entre permanecer como un partido cafre dentro de las instituciones o comenzar a colaborar y ser decisivos en la gobernabilidad, para lo que tendrá que renunciar a algunos de sus planteamientos más radicales. A partir de las elecciones andaluzas, si vuelven a cuadrarle las cuentas parlamentarias, Vox tendrá resolver sus dudas en las instituciones.

En los tres años de legislatura que han transcurrido en Andalucía, desde las elecciones autonómicas en las que el PSOE perdió su hegemonía de casi cuatro décadas, el grupo parlamentario de Vox en la Cámara andaluza ha cambiado tres veces de portavoz. Ahí es nada, acumulan una media de un portavoz en cada curso político, lo cual habla mucho de la inestabilidad interna del grupo afectado, pero, en el caso concreto de esta fuerza política, nos desvela además la controversia interna que zarandea a esta formación y que todavía no han conseguido resolver. Como las elecciones andaluzas del próximo año son las primeras del nuevo ciclo electoral en España, es en esta comunidad donde se percibe con mayor intensidad ese debate. Podría formularse como un dilema interno: ¿qué debe hacer Vox si quiere avanzar?, ¿reafirmarse en la extrema derecha o evolucionar hacia posiciones más templadas de derecha a secas, sin concesiones al centro político, como sí ocurre en el Partido Popular?

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