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El peligroso clon de la 'Juana Rivas negacionista'
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Javier Caraballo

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El peligroso clon de la 'Juana Rivas negacionista'

Rivas utilizó como argumento para justificar su delito que su exmarido había sido condenado por malos tratos. En este caso reciente de Cristina Mariscal, la 'justificación' es que su exmarido pretende vacunar a los niños de covid

Foto: Manifestación para pedir el indulto a Juana Rivas. (EFE/Miguel Ángel Molina)
Manifestación para pedir el indulto a Juana Rivas. (EFE/Miguel Ángel Molina)

Las fechorías también tienen un ‘efecto llamada’ en la sociedad, sobre todo cuando se las disfraza de una causa justa, de una reivindicación social. En Sevilla, una mujer ha ‘secuestrado’ a sus dos hijos para no tener que compartir la custodia con el padre y la primera coincidencia que encontramos, lo que nos permite llamarla la ‘Juana Rivas negacionista’ es esa perversión que lleva a algunos a justificar, incluso a amparar y a defender, la comisión de un delito. Con la llamativa diferencia de que son los extremos de la política, los sectores más radicalizados de la sociedad, los que alientan esos comportamientos delictivos. Los extremos se tocan…

Pero vayamos al origen de la historia, al momento en que una madre decide ‘secuestrar’ a sus hijos, esa afirmación que nos hemos acostumbrado a leer pasando por alto la terrible paradoja que encierra, que una madre ‘secuestre’ a sus hijos, los oculte de su padre biológico, con el único deseo de hacer daño a su expareja. De este último caso tenemos conocimiento desde noviembre pasado, exactamente el 4 de noviembre, que fue el primer día en que Cristina Mariscal, la copia de Juana Rivas, dejó de llevar al colegio a sus dos hijos, Diego y Hugo, de 14 y 12 años. Al tener noticia de lo ocurrido, el padre de los pequeños, David Kau, un estadounidense afincado en España desde hace años, decide interponer la correspondiente denuncia judicial y, al cabo de unas semanas, el juez falla a su favor. Es entonces, a mitad de diciembre, cuando la mujer decide coger a sus dos hijos y esconderse en algún lugar que, hasta el día de hoy, la Guardia Civil no ha conseguido localizar aunque ya ha peinado varias zonas de la provincia de Sevilla y de Cádiz en las que se suponía que podía ocultarse.

En este caso reciente de Cristina Mariscal, la 'justificación' es que su exmarido pretende vacunar a los niños de covid

Como se decía al principio, lo que nos permite comparar dos casos que, en puridad, no tienen nada que ver entre sí, es el método utilizado por esta mujer de Sevilla para algo que, desgraciadamente, es demasiado habitual en las relaciones de las exparejas con los hijos menores que ambos tengan en común: el uso de los hijos para hacer daño al otro. Juana Rivas utilizó como argumento para justificar su delito que su exmarido había sido condenado hacía años por un delito de malos tratos, en su tipificación penal más leve, mientras que en este caso reciente de Cristina Mariscal la ‘justificación’ es que su exmarido, del que lleva seis años divorciada, pretende vacunar a los niños de covid, a lo que ella se opone.

Como es sabido, Juana Rivas encontró el apoyo y el aliento del sector más radical del feminismo, lo que la llevó a agravar exponencialmente el delito que estaba cometiendo hasta acabar en la cárcel. La radicalidad extrema es, de igual forma, lo que caracteriza a los antivacunas, como antes a los ‘negacionistas’ del covid-19, y a ese sector parece encomendarse la Juana Rivas sevillana, aunque de momento no ha encontrado eco entre quienes defienden esas posiciones, sobre todo en la extrema derecha. Pero el esquema mental es el mismo.

Foto: Manifestación contra la violencia machista en Valencia. (EFE)

Sucede, además, que al igual que Juana Rivas encontró el respaldo legal de quienes la asesoraban jurídicamente, también Cristina Mariscal ha encontrado la colaboración de un abogado que, por las entrevistas que lleva concedidas en distintos medios de comunicación, se ha impregnado plenamente de la causa. El despropósito es de tal envergadura que el abogado de esta mujer, Borja Gómez, llega a afirmar en las entrevistas que su clienta no está cometiendo ningún delito porque existe “una causa justificada” para llevarse a los niños, como es su oposición a la vacuna. Al igual que ocurrió con Juana Rivas, ese tipo de defensa lo que consigue, al final, es que las penas se agraven muy por encima de la gravedad del hecho cometido, porque cada día que pasa se van añadiendo agravantes penales por el desacato y la desobediencia judicial.

De hecho, la denuncia que interpuso el padre de los niños cuando la mujer dejó de llevarlos al colegio ya la resolvió un juzgado el 16 de diciembre dándole la razón al exmarido, al que le otorgó la custodia e instó a la madre a que cumpliera con la legalidad. La respuesta de la mujer fue desaparecer con sus dos hijos, con lo cual va acumulando vulneraciones y delitos, desde el derecho de escolarización de los menores —ella debería saberlo mejor que nadie, porque es profesora— hasta el de la vacunación, pasando por el desacato judicial y el secuestro. Pero la nueva Juana Rivas mantiene, según sabemos por boca de su abogado, que ella solo quiere “protegerlos, sobre todo, de la vacuna” contra la pandemia y de su padre, que es partidario de vacunarlos, sin que, a su juicio, tenga en cuenta “el sinfín de efectos secundarios graves que tiene la vacuna”.

Foto: Una protesta contra la vacunación. (EFE/Kostas Tsironis)
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Sin necesidad de entrar, siquiera, en la temeraria inconsistencia de quienes siguen repitiendo que las vacunas contra el covid son “un experimento” y que provocan daños en la salud de las personas, a pesar de la evidencia científica y estadística que ya ha demostrado lo contrario, con decenas de miles de vidas salvadas, lo que es indiscutible en un Estado de derecho como el nuestro es que ningún padre, ninguna madre, puede decidir sobre sus hijos libremente, por encima de los derechos que tienen los menores de edad.

En este caso de la vacunación, han sido varios los conflictos surgidos en varias provincias españolas y, en todos los casos, la Justicia ha fallado a favor de la vacunación de los menores, “el interés superior del hijo”, como recogen todas las sentencias. Las reticencias del padre o de la madre no tienen valor alguno ante el criterio, “el hecho notorio”, de que la vacuna esté avalada por organismos de seguridad sanitaria internacionales y españoles, como la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios, y la experiencia científica acumulada tras los cientos de millones de vacunas administradas en todo el mundo. Pero nada de todo esto hace mella en esta nueva Juana Rivas, que ahora exige que se paralice la campaña de vacunación si quieren que devuelva a sus hijos. Lo terrible es que no haya nadie a su lado que le diga al oído que, de seguir así, acabará en la cárcel. Y que, por supuesto, sus hijos recibirán la vacuna.

Las fechorías también tienen un ‘efecto llamada’ en la sociedad, sobre todo cuando se las disfraza de una causa justa, de una reivindicación social. En Sevilla, una mujer ha ‘secuestrado’ a sus dos hijos para no tener que compartir la custodia con el padre y la primera coincidencia que encontramos, lo que nos permite llamarla la ‘Juana Rivas negacionista’ es esa perversión que lleva a algunos a justificar, incluso a amparar y a defender, la comisión de un delito. Con la llamativa diferencia de que son los extremos de la política, los sectores más radicalizados de la sociedad, los que alientan esos comportamientos delictivos. Los extremos se tocan…

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