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El caso Astapa, el ubicuo Villarejo y su hermano cura
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Javier Caraballo

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El caso Astapa, el ubicuo Villarejo y su hermano cura

Quien le revela a Antonio Barrientos que es su propio partido quien quiere cargárselo es un cura de apellidos conocidos, Pedro Villarejo, hermano de José Manuel Villarejo

Foto: Sala de la Audiencia Provincial de Málaga donde se celebra el macrojuicio del caso Astapa. (EFE/Jorge Zapata)
Sala de la Audiencia Provincial de Málaga donde se celebra el macrojuicio del caso Astapa. (EFE/Jorge Zapata)
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En la celda, un sacerdote fue a verlo y se lo contó entre rejas: “Esto que han hecho contigo es por culpa de tu partido, el PSOE”. Quince años hace que Antonio Barrientos está pendiente de juicio por uno de los casos de corrupción más sonados de la Costa del Sol, el caso Astapa, y no debe haber pasado ni un solo día sin que este hombre defienda su inocencia. ¿Y qué?, ¿acaso no es eso lo que dicen todos los acusados, que son inocentes? Y aún condenados lo siguen diciendo… Es cierto, sí, la diferencia con el caso Astapa y con el exalcalde de Estepona, que ese era el cargo que ocupaba Antonio Barrientos, es que quien le revela que es su propio partido quien quiere cargárselo es un cura de apellidos conocidos, Pedro Villarejo, hermano de José Manuel Villarejo, el capo de las cloacas del Estado. Y el cura, don Pedro, como le llaman sus feligreses, debe saberlo bien porque su hermano, en algún momento, le habrá confesado que algunos de los informes que él elaboró como policía para que encarcelaran al alcalde Barrientos eran falsos.

De modo que, veamos: un alcalde socialista perseguido por su partido, en medio de un ambiente generalizado de corrupción en la Costa del Sol, con un comisario extorsionador redactando informes falsos y con un sacerdote como testigo. No, no es un caso más de corrupción. Y ahora que ha comenzado la vista oral, 15 años después de que estallara el escándalo, solo podemos tener claro que cualquier cosa puede pasar en este juicio.

Foto: La llegada a la Ciudad de la Justicia de Málaga, junto a su abogada, del exalcalde socialista de Estepona Antonio Barrientos. (EFE/Jorge Zapata)

Quince años. Eso es lo primero que conviene resaltar. El caso Astapa redobla la tardanza coyuntural de otros casos de corrupción que se destaparon en la misma época. Pensemos, por ejemplo, en el más conocido de todos, el caso Malaya en la Marbella de Jesús Gil: la sentencia de este procedimiento se dictó en el otoño de 2013. Otro proceso más de la misma época, el caso Ballena Blanca, considerado en su día, cuando se practicaron las primeras detenciones, como “la mayor red conocida de blanqueo de capitales de Europa”, a través de afamados bufetes de abogados y de notarios. También se dictó sentencia hace mucho tiempo, en marzo de 2011. Por el caso Astapa, han pasado hasta 10 jueces en todos estos años en que el sumario ha ido creciendo hasta los 350.000 folios. Diez imputados han fallecido en ese tiempo.

Eran muchos imputados, al principio, más de un centenar, pero al juicio solo llegan 50 acusados de los delitos habituales en la corrupción política: malversación, prevaricación, cohecho, falsedad, tráfico de influencias y fraude. Conviene también que se le preste atención a esto segundo que se indica: las absoluciones de los macroprocesos. En España, el modelo procesal y las enormes carencias y defectos que presenta deberían ser motivo de una profunda reflexión, aunque, al menos hasta ahora, ningún partido político parece interesado en subsanarlo con una legislación volcada en la solución de los problemas reales de la Justicia. En el caso Malaya, por ejemplo, quedó absuelta la mitad de los acusados, igual que en el caso Ballena Blanca, en el que, de las 50 personas detenidas inicialmente, solo fueron a juicio una veintena y la mayoría de ellas salió absuelta: solo cinco condenados con penas menores a las solicitadas. “La Ballena Blanca se ha quedado en chanquete”, como dijo con mofa algún abogado de la causa al acabar el juicio.

Foto: Imagen: EC.

El personaje central del caso Astapa, el mencionado Antonio Barrientos, insiste en su inocencia, como se decía antes, y al iniciarse la vista oral lo que ha solicitado su abogado es la anulación del caso. Tampoco es algo inusual; una estrategia de defensa que, en muchos casos, resulta efectiva. Pero al margen de las estratagemas judiciales, en este caso hay algunas evidencias inquietantes. La más grotesca es la propia existencia de informes policiales falsos, algo que sí se ha demostrado ya en España. Informes falsos elaborados por Villarejo para inculpar a algunas personas.

Por ejemplo, el expresidente del Barça, Sandro Rosell, que fue absuelto de todos los delitos de los que se le acusaba después de pasarse casi dos años en la cárcel. En septiembre pasado, Sandro Rosell puso una querella contra Villarejo por haber fabricado pruebas falsas para inculparle en una de las tramas del independentismo. ¿Estamos ante lo mismo? La evidencia en ambos casos sería que se aprovecha una situación de objetiva ilegalidad, corrupción urbanística o trama independentista, para un ajuste de cuentas con determinadas personas. En el caso de Sandro Rosell, los informes falsos de Villarejo habrían sido encargados por un Gobierno del Partido Popular, y en el caso de Barrientos, por el PSOE, su propio partido.

Foto: Imagen: EC.
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En ese embrollo, que el tribunal tendrá que resolver, lo único que puede aportar de primera mano este cronista, como diría el admirado Fernando Ónega, es que el exalcalde de Estepona Antonio Barrientos me hizo llegar a mediados de 2021, a través de un mensaje de voz, aquello que, cuando fue encarcelado, le trasladó don Pedro, el hermano sacerdote del comisario Villarejo. El mensaje de Barrientos dice así: “Cuando ingresé en prisión, fue a visitarme uno de los párrocos de Estepona, al que yo conocía bien porque había sido profesor mío en tiempos, acompañado de otro sacerdote que había pedido acompañarle a la visita, Pedro Villarejo, hermano del comisario (…) Me dijo que su hermano tenía mucha influencia en el Ministerio del Interior y que lo que estaba pasándome era una jugada del Partido Socialista, que querían quitarme de en medio, porque yo era una persona incómoda”.

Nada más iniciarse la vista oral de este caso Astapa, la defensa del exalcalde de Estepona ha vuelto a pedir la nulidad del caso por la falsedad de los informes policiales fabricados y, llamativamente, ha sido la propia Fiscalía la que ha solicitado al tribunal que se incluya en las sesiones previstas “la verificación y la validez” de las investigaciones. Si, como debemos temernos por los precedentes, al final se declara la nulidad de esos informes, el caso Astapa se ramificará en una triple vertiente: la corrupción urbanística que haya podido existir en ese municipio, los informes falsos fabricados por encargo de un Gobierno socialista, entonces con Rodríguez Zapatero de presidente, y los negocios que el propio comisario Villarejo realizó en la Costa del Sol a partir de que le dieran el encargo de desembarcar en Estepona, como desveló El Confidencial hace casi tres años. ¿Astapa, un caso más? No, definitivamente, no.

En la celda, un sacerdote fue a verlo y se lo contó entre rejas: “Esto que han hecho contigo es por culpa de tu partido, el PSOE”. Quince años hace que Antonio Barrientos está pendiente de juicio por uno de los casos de corrupción más sonados de la Costa del Sol, el caso Astapa, y no debe haber pasado ni un solo día sin que este hombre defienda su inocencia. ¿Y qué?, ¿acaso no es eso lo que dicen todos los acusados, que son inocentes? Y aún condenados lo siguen diciendo… Es cierto, sí, la diferencia con el caso Astapa y con el exalcalde de Estepona, que ese era el cargo que ocupaba Antonio Barrientos, es que quien le revela que es su propio partido quien quiere cargárselo es un cura de apellidos conocidos, Pedro Villarejo, hermano de José Manuel Villarejo, el capo de las cloacas del Estado. Y el cura, don Pedro, como le llaman sus feligreses, debe saberlo bien porque su hermano, en algún momento, le habrá confesado que algunos de los informes que él elaboró como policía para que encarcelaran al alcalde Barrientos eran falsos.

Comisario Villarejo
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