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Patxi López, 'ecce homo' del sanchismo
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Javier Caraballo

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Patxi López, 'ecce homo' del sanchismo

Nadie como él consigue ser más transparente a la hora de mostrarnos la impresionante frivolidad de este PSOE ante la ley de amnistía y las consecuencias que pueda tener

Foto: Patxi López felicita a Pedro Sánchez tras su releeción. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Patxi López felicita a Pedro Sánchez tras su releeción. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Lo peor de la política española es esta deriva de vulgaridad. Hasta en la devastación o el aniquilamiento se agradece el talento y la competencia. La decadencia puede ser tétrica cuando la gestionan los mediocres. Sin excelencia, todo es más chusco, más amargo. La semana nos ha traído el primer pleno ordinario de la legislatura, que ha sido una exhibición de lo que nos espera, el nivel político decadente, bajuno, que tiene a las cuatro cariátides junto a la bóveda del Hemiciclo mirando para otro lado, las pobres, de tanto bochorno.

Debe advertirse, antes que nada, para que nadie piense que se exagera, que los plenos del Congreso son más vulgares cuando se contemplan desde el propio salón que cuando se siguen por televisión, que, incluso sin quererlo, lo envuelven todo de una solemnidad que no existe. El propio enfoque de la cámara cuando el orador está en el uso de la palabra ya supone una manipulación de la realidad, aunque sea inevitable. Porque agranda la figura y la desarraiga del entorno que lo rodea. Todo es más vulgar, más elemental, más pequeño, de lo que se transmite.

A los plenos del Congreso solo le faltaba el absurdo de las traducciones simultáneas entre señores y señoras que solo tienen en común la posibilidad de hablar en la misma lengua. Pues ni eso. Pero bueno… De todo ese conjunto, quien puede ponerle nombre a esta época es el portavoz del PSOE, Patxi López, cada vez menos político y más caricatura. Como dijo un compañero suyo hace años, puede presumir de tener la carrera política descendente más brillante de España. Pero lo suyo, como decimos, es verlo en su entorno, como el otro día, con la mayoría del Gobierno ausente, lo que facilitaba la identificación del resto de actores fundamentales.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, por ejemplo, ejerce un papel fundamental en la coordinación del grupo socialista. Ella marca los tiempos y los aplausos, con la disciplina y la constancia de las animadoras del rugby americano. Para empezar, su aplauso es el mejor del Hemiciclo. Nadie en el resto de los escaños aplaude con más fuerza que ella, de forma que solo tiene que dar tres palmadas, tres, que resuenan estruendosas en todo el hemiciclo, para que el resto de los diputados socialistas la secunden al instante.

Foto: Jorge Crespo, el edil expulsado del PSN en Estella, con Santos Cerdán. (Cedida)

Quien quiera, que se fije en ese detalle, verá cómo aplaude la ministra, cómo coloca las manos, con qué magisterio, seguro que directamente importado de una caseta de Feria en Sevilla. A su lado se sienta Félix Bolaños, otro personaje fundamental, de sonrisa pulgosa, que es uno de sus rasgos más característicos. Bolaños y Montero intercambian susurros y risas constantemente. También resoplan y ponen mohines, como de asco. Es interesante contemplarlos con miradas cruzadas hacia otro de los personajes de esta legislatura, Santos Cerdán, el número dos del PSOE, que no mueve un músculo de su cara. Este hombre cada vez tiene más pinta de agente de la Stasi.

Es curioso cómo le ha afectado a la personalidad el encargo que le hizo Pedro Sánchez para que se fuera a negociar con Puigdemont a distintas ciudades de Europa, con el mayor de los sigilos, secreto total, para que nada se supiera. Tan fiel es este Santos Cerdán a su señor Pedro Sánchez, tanto se ha metido en su papel, que se ha llegado a creer un personaje de la Guerra Fría, como si le hubiera escrito el guion John le Carré. Y así se le ha cambiado el rictus a este hombre… Camina y mira como un agente de la Alemania del Este, que eran distintos a los del KGB, conviene precisar.

La amnistía tiene la forma de la esperanza, vino a decir Patxi López, como si se hubiera inspirado en una canción de Carlos Vives

Detrás del banco azul del Gobierno, justo detrás del presidente Sánchez, es donde se sienta nuestro Patxi López. El otro día hizo una defensa cuñada de la Ley de Amnistía que lo catapultó ya a otro nivel. En ese hemiciclo hay diputados buenos y malos, agresivos o inanes, grandes oradores y aburridos de solemnidad. Están todas esas categorías y está Patxi López. Cuando se dice que es la representación del nivel político de esta legislatura, ecce homo del sanchismo, es porque nadie como él consigue ser más transparente a la hora de mostrarnos la impresionante frivolidad de este PSOE ante la ley de amnistía y las consecuencias que pueda tener. Sencillamente, le importa un bledo todo.

Para defender la amnistía utilizó algunos argumentos delirantes, como el de la esperanza. La amnistía tiene la forma de la esperanza, vino a decir, como si se hubiera inspirado en Carlos Vives. Suelta todo eso en la tribuna y, nada más bajarse, suben los independentistas a poner las cosas en su sitio. "Esto no va de convivencia ni de perdón, porque en ningún caso renunciamos a la independencia", dicen, henchidos, sabiéndose temidos y triunfales. Pero Patxi López, como los demás diputados socialistas, sigue a lo suyo, añadiendo argumentos, cada vez más peregrinos, sobre las excelencias de la Ley de Amnistía.

Como este intento persistente de presentar la amnistía como unos indultos más, como los mil y pico que concedió Aznar cuando el Vaticano pidió ese gesto para celebrar la llegada del milenio. Ojalá estuviésemos ante lo mismo, mil o dos mil indultos a los independentistas, porque las consecuencias no serían tan desastrosas como esta amnistía, que lo que establece, para el futuro, es que, cuando otra vez se cometan delitos para conseguir la independencia, no hay que considerarlos como tales. "La ley no amnistía a personas, sino hechos atribuidos a personas", le aclaran los independentistas a nuestro López, pero él sigue con su sonrisa de color esperanza.

"¿Tú sabes qué es una amnistía, Patxi?", le dijo Feijóo en un momento del debate, en recuerdo de aquella pregunta que López le hizo a Pedro Sánchez, cuando ambos competían por la secretaría general del PSOE. "Vamos a ver, Pedro, pero ¿tú sabes qué es una nación?". Ese es el nivel y, uniendo las dos preguntas, nos daremos cuenta de que para este personal la nación o la amnistía, o cualquier otro concepto, no son más que palabras al servicio de la política, como dijo Zapatero hace ya veinte años. En fin… Que helo aquí, Patxi López, en la cumbre de su declive político; el hombre del sanchismo que sirve de imagen del momento. Ecce homo representativo como aquel de Borja, el pueblo de Zaragoza. En los dos casos, se cumple la paradoja de que un bodrio se hace famoso y triunfa. Pues eso.

Lo peor de la política española es esta deriva de vulgaridad. Hasta en la devastación o el aniquilamiento se agradece el talento y la competencia. La decadencia puede ser tétrica cuando la gestionan los mediocres. Sin excelencia, todo es más chusco, más amargo. La semana nos ha traído el primer pleno ordinario de la legislatura, que ha sido una exhibición de lo que nos espera, el nivel político decadente, bajuno, que tiene a las cuatro cariátides junto a la bóveda del Hemiciclo mirando para otro lado, las pobres, de tanto bochorno.

Pedro Sánchez PSOE
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