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Cañones junto al Portal, que es Navidad
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Javier Caraballo

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Cañones junto al Portal, que es Navidad

Cuando colocamos bien los Reyes Magos del Belén, antes de repartir turrones y de brindar con champán, pensemos en un Portal de Belén hecho de cascotes y de hierros retorcidos, y a un Niño Jesús naciendo entre escombros

Foto: Imagen de un hogar en ruinas en Gaza. (EFE/Anas Baba)
Imagen de un hogar en ruinas en Gaza. (EFE/Anas Baba)
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"¡Aprovecha la oferta! Recorre la Plaza del Pesebre de Belén y espera allí la llegada del Mesías, la Misa de Medianoche. Apúntate al Tour navideño de Tierra Santa y vive con más intensidad estas fiestas entrañables y familiares". Algunas agencias de viajes no han retirado aún esos anuncios, pero no hay que prestarles atención: es mentira. Falsa propaganda. La celebración de la Navidad se ha suspendido en Belén. En el resto del mundo cristiano, celebramos la Nochebuena y la Navidad, cantaremos villancicos junto al Portal, "a Belén, pastores, a Belén, chiquitos, que ha nacido el rey de los pastorcitos", pero allí mismo solo hay oscuridad y terror.

No es la primera vez que ocurre, como cualquiera puede imaginar, pero hacía veinte años que no pasaba nada igual. Fue cuando la Segunda Intifada y entonces, como ahora, la oleada de muertes lo ha sepultado todo. No existe una imagen más poderosa que la de estos días en Belén para mostrarnos la distancia y el desconocimiento, también la frivolidad, que nos separa de lo que está ocurriendo en Palestina, desde el despiadado ataque terrorista de Hamás, el 7 de octubre pasado, con el cálculo mortífero de que estas serían las consecuencias. Cómo no vamos a prestarle atención a esta brutal paradoja, la de vernos aquí nosotros en torno a los árboles de Navidad, las luces de colores de las calles y los belenes de tantas casas, que huelen a madera y a musgo, y allí en Belén, donde todo sucedió, solo es posible imaginarnos a un niño muerto entre escombros.

La suspensión festiva de la Navidad en Belén se adoptó por acuerdo unánime, ya en noviembre pasado, cuando se comprobó cómo fracasaban, una tras otras, todas las peticiones internacionales para el fin de la guerra. Los responsables de las iglesias de Tierra Santa, católicos, ortodoxos, armenios, luteranos, siriacos o coptos, entre otros, solicitaron entonces a todas las congregaciones que la Navidad en Belén se limitara a la oración y el ayuno, despojada de "cualquier actividad innecesariamente festiva". El turismo religioso en Belén, especialmente en estos días, es la mayor fuente de ingresos de quienes viven allí, con lo que la ruina económica se suma al desastre de la guerra, como una plaga más.

El vacío de la plaza de Pesebre, sin luces y sin árbol de Navidad, es el símbolo de una ciudad vacía de turistas, cercada por Israel desde el atentado. "Estamos de luto. Desde el comienzo de la guerra, reina una atmósfera de tristeza y dolor. Miles de civiles inocentes, entre ellos mujeres y niños, han muerto o sufrido heridas graves", decían los líderes religiosos en el manifiesto conjunto que suscribieron para anunciar la suspensión festiva de la Navidad.

Foto: Extracto de la última conversación por WhatsApp del español asesinado. (EC)

Luto y terror, que tampoco ha cesado ni un solo día en estos casi tres meses. El sábado de la semana pasada se produjo un tiroteo en una parroquia de Gaza, en medio de una situación que es imposible de asimilar, o de entender. Desde hace semanas, las fuerzas armadas de Israel tienen cercada la parroquia, en la que se refugian unas 600 personas, fieles evangelistas y ortodoxos —es decir, teóricamente sin relación con el conflicto en sí mismo— y los francotiradores apostados en los alrededores disparan contra quien intenta salir del recinto.

Es lo que ocurrió el sábado, que le costó la vida a dos mujeres y dejó heridas a una decena más, "fusiladas a sangre fría dentro del local de la parroquia", según la versión del propio Patriarcado Latino de Jerusalén. En La Vanguardia, el corresponsal en la zona, Robert Mur, preguntó al ejército israelí por el incidente y la contestación que le dieron fue que "solo atacan a los terroristas y a las infraestructuras terroristas, pero no a los civiles, sin importar su religión". Un día después de los disparos, el domingo, el papa Francisco leyó en un papel el nombre de las dos mujeres asesinadas, una madre y su hija. "Civiles indefensos están siendo bombardeados y tiroteados. Y esto ha ocurrido incluso dentro del recinto parroquial de la Sagrada Familia, donde no hay terroristas, sino familias, niños, enfermos y discapacitados, monjas", dijo el Papa.

Foto: Manifestación en Ramala en recuerdo a los muertos palestinos en Gaza. (Fermín Torrano)

Desde el comienzo de la barbarie, después de que Hamás asesinara, en un tranquilo fin de semana de octubre, a más de mil israelíes, el Gobierno de Netanyahu ha ido mostrando, con la mayor de las reservas y cautelas, las imágenes más atroces del atentado. Jefes de Estado y presidentes de gobierno, diplomáticos y políticos, al igual que grupos de periodistas, han podido contemplar el horror, la vileza y la humillación a la que fueron sometidos los israelíes. Decapitaron, mataron y secuestraron a cientos de hombres, mujeres y niños con el objetivo exclusivo de que esas imágenes grabadas multiplicaran luego la ira. Israel las ha ido mostrando, quizá con el objetivo vano de que su ofensiva contra la franja de Gaza pudiera entenderse en todo el mundo. Un propósito inútil, porque nadie puede pretender tapar un horror con otro horror mayor.

La reacción desmesurada, desproporcionada, de Israel era exactamente la que buscaban los terroristas, como se viene constatando desde el principio. En esta espiral, muchos son los que toman partido y señalan a Israel como genocidas, mientras otros lo justifican y descargan toda la responsabilidad en los terroristas palestinos. Hay muchos que le piden a Israel que le ponga fin a la guerra, que detenga esta escalada sangrienta de miles de muertes de civiles, aunque sean los terroristas quienes los utilizan como escudos humanos, pero no hay casi nadie que le exija a los países árabes que presionen para que Hamás entregue las armas, que deje en paz a los palestinos y libere a las doscientas personas que aún permanecen secuestradas.

Muchos son los que toman partido, pero quien suscribe es incapaz de hacerlo y así lo manifiesta. En esta Navidad extraña, y hasta hipócrita, en la que en Belén se han apagado las luces y se ha suspendido la celebración festiva por el Nacimiento de Jesús. Mientras cantamos junto al árbol, cuando colocamos bien los Reyes Magos del Belén, antes de repartir turrones y de brindar con champán, pensemos en un Portal de Belén hecho de cascotes y de hierros retorcidos, y a un Niño Jesús naciendo entre escombros, símbolo tétrico del fanatismo religioso. ¡Feliz Navidad!

"¡Aprovecha la oferta! Recorre la Plaza del Pesebre de Belén y espera allí la llegada del Mesías, la Misa de Medianoche. Apúntate al Tour navideño de Tierra Santa y vive con más intensidad estas fiestas entrañables y familiares". Algunas agencias de viajes no han retirado aún esos anuncios, pero no hay que prestarles atención: es mentira. Falsa propaganda. La celebración de la Navidad se ha suspendido en Belén. En el resto del mundo cristiano, celebramos la Nochebuena y la Navidad, cantaremos villancicos junto al Portal, "a Belén, pastores, a Belén, chiquitos, que ha nacido el rey de los pastorcitos", pero allí mismo solo hay oscuridad y terror.

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