Matacán
Por
Nuestro ministro para la Leyenda Negra
La impresión de que Urtasun debe empezar a considerarse como ministro para la Leyenda Negra la ha comenzado a alimentar él mismo, como no podía ser de otra forma
El paso del tiempo acabará confirmando la impresión: por primera vez en la historia, España cuenta en el Gobierno con un Ministerio para la Leyenda Negra. Es posible que ni siquiera el titular del departamento, Ernest Urtasun, lo sepa todavía, pero su trabajo infatigable, persistente, como activista lo conduce a ese final histórico. Un ministerio que ponga a parir la historia de España, que pida perdón por el Descubrimiento de América y que declare ilegal la celebración, el 2 de enero, del Día de la Toma de Granada. Desde hace siglos, en la piel de España se ha tatuado esta enorme singularidad que nos hace diferentes a todos los demás, la aceptación y difusión como ciertas de todas las mentiras que se han contado del pasado. En el declive del Imperio español, los mayores rivales y enemigos de España, la Corona inglesa y la holandesa, difundieron una historia falsa, una historia de odio contra el pasado español, y, para su sorpresa, fueron los propios españoles quienes se encargaron de aceptarla como cierta y de acreditarla por el mundo.
Sucede desde hace siglos, desde Quevedo hasta la actualidad, con una constante perseverancia de españoles acomplejados de serlo; de españoles acomplejados a fuer de ignorantes, habría que añadir, porque tampoco eso ha cambiado. “España es un país formidable, con una historia maravillosa de creación, de innovación, de continuidad de proyecto... Es el país más inteligible de Europa, pero lo que pasa es que la gente se empeña en no entenderlo”, se quejaba Julián Marías en su recomendable ensayo
La impresión de que Urtasun debe empezar a considerarse como ministro para la Leyenda Negra la ha comenzado a alimentar él mismo, como no podía ser de otra forma. Hace unos días, en una entrevista en la Cadena SER, le preguntaron al ministro por el debate sobre el colonialismo que se está produciendo en otros países, como Inglaterra o Bélgica, y las repercusiones que ello tendría en las obras que hay expuestas en el Museo del Prado, en el Thyssen o en el Museo de Antropología. El ministro Urtasun no lo dudó, porque, en estos años que ha vivido en Bélgica, ha visto de cerca “el horror de la colonización” en un museo. “En Bélgica —dijo el ministro— hay un museo sobre África que era terrorífico, racista, colonialista, espantoso. Y lo han cambiado radicalmente. Yo creo que es algo que nosotros, poco a poco, tenemos que empezar a hacer en España. Poco a poco, pero nosotros hemos heredado esa cultura colonial que, de alguna manera, tenemos que ver y gestionar”.
La respuesta es inquietante porque no se acaba de entender el propósito, si lo que se pretende, por ejemplo, es utilizar los museos de antropología o de arqueología, para aplicarle a la historia una revisión completa, de acuerdo a los usos, costumbres, derechos y libertades de la actualidad. Pero una historia con los códigos morales de nuestros días dejaría de ser historia. En todo caso, como la filosofía Disney, esta vacuidad bien intencionada, es un fenómeno mundial, esas revisiones moralistas es posible esperarlas en otros países, pero en España siempre se dará un paso más. El arrepentimiento, la denuncia y la condena, porque no solo bastará con borrar el pasado y acomodarlo a nuestras conciencias.
El ministro de Cultura de España podría haber dicho, cuando le hacen estas preguntas, que el pasado histórico de España, desde el Descubrimiento de América en 1492, en nada se puede comparar a la colonización de África, tantos siglos después. Que fue la reina Isabel la Católica, en 1504, la primera que dictó leyes que hoy se consideran precedentes de los derechos humanos, como reconocen hasta en Amnistía Internacional. También podría haber elevado el nivel y, en un rápido recorrido, concluir que no todos los imperios, a lo largo de la historia, han desarrollado el mismo papel en las colonias, que no puede ser lo mismo los virreinatos americanos de la Corona española durante 400 años que el colonialismo extractivo y explotador del Congo Belga en el pasado siglo XX. O podría haber hablado de las consecuencias culturales, científicas y sociales del Descubrimiento de América y la primera circunnavegación del mundo con Magallanes y Elcano. Podría haber dicho lo que cualquier ministro de Cultura hubiera argumentado sobre la historia de España, pero el papel de Urtasun es otro y nada se puede esperar de su discurso, lejos de calificar el pasado de los españoles como algo terrorífico y genocida, como manda la Leyenda Negra.
Ernest Urtasun es el cuarto ministro de Cultura que nombra Pedro Sánchez en los cinco años que lleva de presidente, lo cual ya nos da una idea de la importancia que le concede el Gobierno. De todos ellos, el más prometedor era el que tiene el récord absoluto de la fugacidad en el cargo, Máximo Huerta, y el más experimentado fue su sucesor, José Guirao, tristemente fallecido, que solo duró un año y medio. Luego dos ministros de compromiso para ir tirando, como Uribe e Iceta, y ahora este Urtasun, que llega a la cartera para mantener su labrada profesión de activista político. De sí mismo, de su papel como ministro, nos ha aclarado a todos que entiende la cultura como “una herramienta de combate contra los discursos de extrema derecha y de defensa de las luchas justas”. Esto encaja bien con el mejor retrato, el más elocuente, que se le ha escrito de él. Lo trazó con dos frases Alberto Olmos, en El Confidencial: "En los últimos 12 años, Ernest Urtasun ha publicado la friolera de 36.000 tuits. Sólo en cinco de ellos aparece la palabra libro, sólo en dos, la palabra película; en ningún tuit figura la palabra concierto". Lo dicho, solo tenemos que darle tiempo porque aquí está, aquí lo tenemos, al fin, un ministro español para la Leyenda Negra.
El paso del tiempo acabará confirmando la impresión: por primera vez en la historia, España cuenta en el Gobierno con un Ministerio para la Leyenda Negra. Es posible que ni siquiera el titular del departamento, Ernest Urtasun, lo sepa todavía, pero su trabajo infatigable, persistente, como activista lo conduce a ese final histórico. Un ministerio que ponga a parir la historia de España, que pida perdón por el Descubrimiento de América y que declare ilegal la celebración, el 2 de enero, del Día de la Toma de Granada. Desde hace siglos, en la piel de España se ha tatuado esta enorme singularidad que nos hace diferentes a todos los demás, la aceptación y difusión como ciertas de todas las mentiras que se han contado del pasado. En el declive del Imperio español, los mayores rivales y enemigos de España, la Corona inglesa y la holandesa, difundieron una historia falsa, una historia de odio contra el pasado español, y, para su sorpresa, fueron los propios españoles quienes se encargaron de aceptarla como cierta y de acreditarla por el mundo.
- El año que Sánchez vivió peligrosamente Javier Caraballo
- Lo que esconde el pacto de Pamplona Javier Caraballo
- De por qué acierta el PP con el Poder Judicial Javier Caraballo