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El error de financiar el aumento del gasto militar sólo con deuda
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El error de financiar el aumento del gasto militar sólo con deuda

El aumento del gasto militar derivado de la guerra de Ucrania está sobre la mesa. La UE quiere financiarlo con más deuda pública, pero existen otras vías. En particular, mediante un reequilibrio del sistema impositivo

Foto: Pedro Sánchez junto a Volodimir Zelensky. (EFE)
Pedro Sánchez junto a Volodimir Zelensky. (EFE)
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El profesor Ethan Ilzetzki, de la London School of Economics, presentó en la última Conferencia de Seguridad de Múnich, la misma en la que JD Vance desbarró como nunca antes lo había hecho un vicepresidente de EEUU en Europa, un potente trabajo publicado por el Instituto Kiel en el que desde un planteamiento histórico quiso demostrar que el debate entre cañones y mantequilla es falso.

Ilzetzki, de acuerdo con sus investigaciones, defendió que un incremento del gasto militar podría no sólo impulsar el crecimiento económico, sino que, a medio plazo, podría crear una base industrial en Europa de alta tecnología. Calcula, en concreto, que un aumento del gasto militar hasta situarlo en el 3,5% que reclama la OTAN (frente al 2% anual) aumentaría el PIB de la región entre un 0,9% y un 1,5% adicional. Eso sí, matiza, siempre que los estados pudieran renunciar —aquí entra en juego la geopolítica— a comprar armas diseñadas y fabricadas principalmente en los EEUU por innovaciones de producción nacional. Es decir, siempre que Europa se desvincule de Washington en la producción de armas.

El debate sobre la influencia del gasto militar sobre el crecimiento es un clásico de la literatura económica. De manera intuitiva—hay numerosos casos que lo pueden acreditar— se puede llegar a la conclusión de que efectivamente un incremento del gasto militar provoca crecimientos adicionales de la actividad y, por consiguiente, del empleo, además de otros efectos colaterales, como la subida de las valoraciones bursátiles.

Ocurrió en el periodo de entreguerras del siglo XX con trágicas consecuencias y también a lo largo de los conflictos del siglo XIX (guerra franco-prusiana). Más recientemente, la economía de EEUU se vio favorecida por las invasiones de Irak y Afganistán, mientras que Israel, que es una maquinaria militar muy bien engrasada, dedica el 5,2% del PIB a defensa.

Foto: Contenedores en el puerto de Houston, Texas. (Getty/Brandon Bell)

También existen, sin embargo, casos contrarios a esa tesis. Cuando Reagan llegó a la Casa Blanca, emprendió una carrera armamentística que la Unión Soviética, en plena Guerra Fría, no pudo seguir, lo que a la postre contribuyó al desmoronamiento de la URSS, cuya economía había quedado atrapada en la costosa invasión de Afganistán (1979). Después de la I Guerra Mundial, igualmente, algunos países, en particular Francia, Italia y, sobre todo, Alemania, acabaron fuertemente endeudados. En todos los casos, con EEUU, que acabó siendo el gran acreedor del mundo al final del conflicto, y en menor medida Inglaterra. Ahí empezó el auge de EEUU como gran prestamista.

Emisiones de deuda

Lo que diferenció a unos países de otros desde el punto de vista financiero fue su posición de partida. Mientras que algunos estados se vieron obligados a financiar la guerra con gigantescas emisiones de deuda, otros pudieron financiar la contienda con recursos propios o, al menos, con un endeudamiento limitado.

Foto: Manifestantes pro-Trump en Jerusalén. (EFE) Opinión

No es el caso de la situación actual. La carrera armamentista que ha emprendido Europa se produce cuando los niveles de deuda pública han alcanzado niveles históricamente elevados en tiempos de paz. La deuda pública en la eurozona se sitúa en el 88,2% del PIB y cinco países (entre ellos España) han alcanzado un nivel que se sitúa por encima del 100% del PIB. Incluso Alemania, con una deuda equivalente al 66,2% del PIB, está por encima de lo que se considera sostenible en el largo plazo (60%). Y es, precisamente, Alemania quien está más interesada en aumentar el gasto militar por razones obvias.

No estará de más recordar que esos altos niveles de deuda tienen su origen en la crisis financiera de 2008 y en la pandemia, y su persistencia en el tiempo demuestra que se trata de un problema estructural y no derivado exclusivamente de una mala coyuntura económica. De hecho, ni siquiera los elevados niveles de inflación de los últimos años han conseguido rebajar el endeudamiento a niveles anteriores a la crisis financiera. Tan es así, como les gusta decir a muchos economistas, que los niveles alcanzados han llegado a un punto en el que las deudas no se pagan, se renegocian o, en el peor de los casos, se reestructuran.

Foto: La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde. (EFE/Ronald Wittek)

Lo que ha propuesto ahora la Comisión Europea es la creación de un nuevo instrumento de financiación con vistas a aumentar el gasto militar con una dotación de hasta 150.000 millones de euros. Esta cantidad sería una parte de los 800.000 millones que se quieren movilizar, incluyendo las aportaciones privadas. Esos préstamos estarían respaldados por el propio presupuesto de la UE, lo que es una forma de mancomunar el endeudamiento. Se trata, en definitiva, de financiar el aumento del gasto militar con deuda, para lo cual, incluso, se ha decidido activar la cláusula de escape, lo que permite no contabilizar el gasto en la contabilización de déficit público. El que no se contabilice, sin embargo, no quiere decir que desaparezca el gasto del balance, simplemente que se mira para otro lado. Está claro que con su propuesta la Comisión Europea reconoce que no hay más alternativa que utilizar el recurso a la deuda.

Rentas del capital

El hecho de que Europa renuncie a utilizar la política fiscal clásica —gastos e ingresos— para financiar el aumento del gasto militar pone de relieve que el sistema tributario, tal y como está diseñado, no da más de sí para cometer la nueva política de inversiones. En particular, desde el lado de los ingresos, en la medida que los niveles de imposición de las rentas del trabajo (que son la parte mollar de la recaudación) no tienen recorrido al alza. Entre otras razones, porque supondría un coste adicional a las tensiones actuales en términos sociales y políticos.

Cabe, por lo tanto, actuar sobre un reequilibrio del sistema fiscal, que hoy está claramente sesgado en favor de las rentas del capital frente a las del trabajo. La literatura académica ha sostenido que la tributación de las rentas de capital afecta negativamente al ahorro y la inversión, pero las conclusiones más recientes empiezan a cuestionarlo.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con un retrato de Ronald Reagan a su espalda. (Reuters/Nathan Howard)

La propia Comisión, como publicó este periódico, ha acreditado en este informe que la tributación de las rentas de capital también tiene efectos distributivos, ya que la proporción de las rentas de capital sobre el ingreso total tiende a ser mayor para los hogares con ingresos más altos. De ahí que proponga que “puede ser especialmente interesante observar cómo los sistemas tributarios tratan los ingresos procedentes de las ganancias de capital y los beneficios empresariales”. Es decir, una manera suave de decir que se explore esa vía para lograr mayor recaudación sin afectar a los asalariados que solo viven de su trabajo, y que son la inmensa mayoría.

La UE siempre ha sido muy reacia a utilizar esta vía porque en un contexto de libertad de movimiento de capitales las consecuencias pueden llegar a ser telúricas en aras de pagar menos impuestos, pero aún lo serán más si la bola de la deuda pública continúa creciendo en un contexto algo más que complejo: envejecimiento, baja productividad o tipos de interés reales que se resisten a bajar.

Foto: Pedro Sánchez y Xi Jinping en Pekín en 2023. (EFE/Borja Puig de la Bellacasa)

No hace falta recordar lo que pasó en la última crisis de deuda, cuando las primas de riesgo golpearon a algunos países de forma inmisericorde. Precisamente, porque ante la ausencia de una zona monetaria óptima (la unión del mercado de capitales es todavía una quimera) las posibilidades de atacar a un país con altos niveles de deuda se disparan.

La otra posibilidad es actuar sobre el gasto, pero no parece probable que pueda hacerse de una forma significativa en el actual contexto político: auge de los movimientos nacionalistas y de partidos populistas que intentarán capitalizar los recortes. De hecho, si hay un momento para defender el Estado de bienestar es precisamente este. La cuadratura del círculo no existe, pero al menos hay que intentarlo.

El profesor Ethan Ilzetzki, de la London School of Economics, presentó en la última Conferencia de Seguridad de Múnich, la misma en la que JD Vance desbarró como nunca antes lo había hecho un vicepresidente de EEUU en Europa, un potente trabajo publicado por el Instituto Kiel en el que desde un planteamiento histórico quiso demostrar que el debate entre cañones y mantequilla es falso.

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