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Rubén Amón

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Murcia: el terremoto nacional

La caída del fortín pepero es una amenaza a Casado, un aviso a Iglesias, un castigo a García Egea y una operación de grandes repercusiones que ha acarreado elecciones en Madrid

Foto: La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. (EFE)
La líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. (EFE)
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Ciudadanos ha decidido desquitarse del síndrome Poulidor, entusiasta y meritorio ciclista francés cuyo historial se resentía de la maldición del segundo puesto. Se quedaba siempre a punto de ganar el Tour. Y se angustiaba en la reputación de la sombra, igual que le ocurre a Cs.

El impacto territorial del partido naranja lo convierte el PP en uso y disfrute. Y hasta en abuso, como demuestra la beligerancia de la cohabitación murciana. Ha caído Murcia, entre las desavenencias, las sospechas de corrupción, el despropósito de las vacunas y las líneas roja del pin parental, pero el acuerdo entre Ciudadanos y el PSOE conlleva una extraordinaria repercusión en la política nacional.

Foto: Fernando López Miras y la consejera de Economía y líder de Ciudadanos en Murcia. (EFE)

Porque los populares pierden un fortín histórico. Porque Murcia es el territorio de Teodoro García Egea. Porque el PSOE se ha quitado de en medio a Unidas Podemos. Porque Ayuso se ha vengado convocando elecciones. Y porque Ciudadanos traslada un mensaje incendiario a los cuarteles de Casado, no ya poniendo en alerta los demás pactos de Gobierno municipal y autonómico, sino respondiendo a la campaña de captaciones con que los populares aspiraban a devorar al socio naranja o a desnutrirlo en la batalla por la hegemonía del centro.

Es verdad que Ciudadanos se ha descoyuntado entre las últimas elecciones generales y el escarmiento de los comicios catalanes, pero el poder territorial que obtuvo y conserva describe la potencia del partido en los tiempos eufóricos de Rivera. Por esa razón puede hacerle daño al PP. Y por el mismo motivo Inés Arrimadas quiere recuperar el primer plano de la actualidad política. No ya destronando a López Miras en Murcia, sino estableciendo nuevas y buenas relaciones con el PSOE.

Es la perspectiva desde la que resulta atractivo y tentador recrearse en una lectura de la política nacional, más todavía cuando Sánchez ha emprendido un giro hacia la moderación —no demasiado fiable, pero sí aparente— y cuando el deterioro de las relaciones con el soberanismo a cuenta del caso Puigdemont sobrentiende la búsqueda de otras geometrías.

Foto: Bárcenas, durante su declaración en el juicio. (EFE)

Procede subrayar además que la operación murciana discrimina integralmente a Unidas Podemos, el socio de la coalición gubernamental nacional. PSOE y CS proscriben a los morados. E irritan sobremanera la iracundia de Iglesias, resignado de nuevo a un papel de convidado ignorante. Y estupefacto con la artimaña de la operación levantina.

Tiene gracia que estuviera celebrándose el debate del estado de la nación en Madrid al tiempo que el porvenir político de la nación se decidía realmente en Murcia. El pacto de socialistas y naranjas daña con ferocidad la credibilidad de Teodoro García Egea, secretario general del PP nacional y objetivo y objeto de los sectores malhumorados del partido. Hay barones que piden su cabeza, y corrientes internas que los repudian.

Se debilita su poder, la llamada “teocracia”. Y se pone en cuestión la estabilidad de los gobiernos populares. No parece verosímil que vayan a caer Madrid, Andalucía o Castilla y León, ni que puedan hacerlo las alcaldías más glamurosas e ilustres en juego, pero la escaramuza murciana trata de explicarle a Pablo Casado que su poder territorial —el único que tiene— depende completamente de la solidaridad e implicación de Ciudadanos.

No parece verosímil que vayan a caer Madrid, Andalucía o CyL, ni que puedan hacerlo las alcaldías más glamurosas e ilustres en juego

Es el contexto en el que Isabel Díaz Ayuso se ha adelantado a los acontecimientos. Se ha prevenido de la conspiración adelantando ella misma las elecciones. Y postulándose no solo como campeona de Madrid, sino como un fenómeno político de ambición nacional que es capaz, al mismo tiempo, de derrotar a los socialistas y de neutralizar a Vox.

La amenaza del gran cisma entre PP y Cs es interesante porque define la bisagra de Ciudadanos hacia la izquierda. Y porque sobrentiende una estrategia política inteligente: despojarse de la derechona rancia y postularse como una alternativa al votante socialdemócrata que no soporta a Sánchez y que no sabe dónde dirigirse.

Ciudadanos ha decidido desquitarse del síndrome Poulidor, entusiasta y meritorio ciclista francés cuyo historial se resentía de la maldición del segundo puesto. Se quedaba siempre a punto de ganar el Tour. Y se angustiaba en la reputación de la sombra, igual que le ocurre a Cs.

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