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Casa Ricardo, un antro taurino (y genuino) en Argüelles
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Casa Ricardo, un antro taurino (y genuino) en Argüelles

Los platos tradicionales de la gastronomía madrileña y el aire castizo del local enfatizan la personalidad de un restaurante fundado en 1935 que resiste a las modas

Foto: Edwin Patricio regenta el negocio desde 2009.
Edwin Patricio regenta el negocio desde 2009.

Casa fundada en 1935. El orgullo con que Casa Ricardo exhibe y celebra su origen también representa una expectativa a su porvenir. Está demostrado que las cosas antiguas engendran un mecanismo inapelable de supervivencia. Más remotas son, más futuro tienen. Y no es que la fundación de Casa Ricardo se remonte al origen de Madrid, pero su idiosincrasia de antro taurino procede de haberse resistido a las modas.

Puede visitarse hoy como hace veinte años o como hace cuarenta. Un local pequeño y costumbrista. No más de cinco mesas. Manteles de cuadros. Y un acceso visual, sensorial, a la cocina cuya espesura rompe la cuarta pared. Los fogones de gas y la humareda de los pucheros pueden apreciarse de reojo, como si pretendiera exponerse el orgullo de la sala de máquinas y el milagro de la alquimia con que se elaboran los mejores platos.

Foto: Dos personas contemplan los cuadros 'Matamoe' (i) y 'Mata mua' (d), de Gauguin en el Museo Thyssen-Bornemisza. (EFE/Ballesteros)

Antro taurino, decíamos. El adjetivo se reconoce en el mural de las paredes. Un memorial desordenado de la tauromaquia remota y contemporánea que entretiene entre plato y plato a los comensales más eruditos. El juego implícito consiste en identificar a los protagonistas de las fotografías y los lienzos. Algunos son tan fáciles como Manolete, como Paco Camino, o como César Rincón, pero no resulta tan sencillo reconocer los muletazos en vertical del diestro mexicano Manolo Martínez. No es que te inviten al postre o a un chupito por adivinarlo, pero el acertijo demuestra cuáles eran las debilidades taurinas de Ricardo Recuero, fundador y “autor” de un restaurante cuyas especialidades se relamen en el repertorio madrileño. Y no solo los platos de casquería -los callos en primer lugar, tanto en solitario como acompañados de los garbanzos-, sino también la gallina en pepitoria, el rabo de toro de lidia, el bacalao y las verduras de temporada que acostumbraban a adquirirse en los comercios del barrio de Argüelles.

placeholder Restaurante Casa Ricardo. (R.A.)
Restaurante Casa Ricardo. (R.A.)

Es ahí -o aquí- donde se ha arraigado Casa Ricardo (Fernando el Católico, 31) y donde el restaurante castizo ha logrado sobreponerse a las vicisitudes. Sobre todo cuando la muerte de Recuero puso en crisis el porvenir del local. Lo regenta desde 2009 Edwin Patricio en su propia célula familiar. Ecuatoriano de nacionalidad. Y antiguo camarero del propio restaurante. Podría haber incurrido en el error de transformar el templo, trivializarlo como un restaurante de tantos, pero las obligaciones fundacionales -1935…-, la personalidad genuina del propio local -bancos corridos, azulejos- y la calidad de la comida y de la carta de vinos, explican la reputación de un una taberna no precisamente económica y sí propensa o propicia a la lealtad de la clientela.

placeholder Interior del restaurante Casa Ricardo.
Interior del restaurante Casa Ricardo.

Un ejemplo son los aficionados a los toros, expuestos como están, como estamos, al desprestigio de la sociedad y al hostilidad de las nuevas religiones -veganismo, animalismo-, pero también lo frecuentan los vecinos del barrio, los turistas con criterio y los comensales que evocan la fama que adquirió Casa Ricardo en el amanecer de la democracia. Era un restaurante de culto, un bodegón que frecuentaban los intelectuales. Un local idóneo para las “conspiraciones” y para la “promiscuidad” de la cultura y del fútbol. Lo demuestran las imágenes de Futre, de Buero Vallejo, de El Cordobés, aunque el restaurante concede particular relevancia a la visita de Felipe VI, no como monarca, sino como príncipe de Asturias. Conste que Casa Ricardo se inauguró con licencia republicana. Y que una de sus joyas expositivas -además del altar dedicado a Manolete- consiste en el cartel original con que se inauguró la plaza de Las Ventas, también en el periodo de transgresiones republicanas.

Foto: Antonio Chenel Albadalejo, "Antoñete". (EFE/Bernardo Rodríguez)
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Se explica así mejor la categoría de “antro” con que lo hemos identificado. No en relación a las connotaciones académicas que otorga la RAE al sustantivo -“local frecuentado por delincuentes y personas de mala reputación”- , pero sí respecto al aire clandestino con que nos reunimos los taurinos de buen comer, como si Casa Ricardo fuera nuestra catacumba, la cueva donde compartimos la afición y damos sentido a la cadena trófica, comiéndonos el rabo de un toro muerto a estoque en Las Ventas.

Casa fundada en 1935. El orgullo con que Casa Ricardo exhibe y celebra su origen también representa una expectativa a su porvenir. Está demostrado que las cosas antiguas engendran un mecanismo inapelable de supervivencia. Más remotas son, más futuro tienen. Y no es que la fundación de Casa Ricardo se remonte al origen de Madrid, pero su idiosincrasia de antro taurino procede de haberse resistido a las modas.

Tauromaquia Las Ventas
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