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Rubén Amón

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Por qué Sánchez es inofensivo para Feijóo

La evocación del caso Villarejo y la alarma de la corrupción tanto resultan inofensivas para el aspirante gallego como inútiles para encubrir las responsabilidades del presidente en Pegasus

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, en la Moncloa. (EFE/Chema Moya)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, en la Moncloa. (EFE/Chema Moya)
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Impresiona la obstinación con que Sánchez y sus rapsodas mediáticos tratan de arrojar a Núñez Feijóo la munición extemporánea de Villarejo. Se trata de sobreexponerlo a los fantasmas de la corrupción. De cambiar el paso a la crisis del espionaje con una maniobra disuasoria. Y de retratar al PP como un partido incapacitado para asumir las tareas de gobierno.

Sánchez ha emprendido una estrategia desesperada y supersticiosa, sobre todo porque las sesiones de espiritismo que convocan a Bárcenas, a Cospedal o a Villarejo resultan inofensivas para eel aspirante gallego. Es más, la ausencia de Feijóo en los debates del Congreso le preserva incluso del desgaste. Como si Sánchez estuviera disparando al vacío. Y como si las corruptelas del PP que le convirtieron en presidente le permitieran conservar el puesto, acaso confortado por la burbuja de los medios afines.

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No está cuajando el repunte del caso Villarejo en sus expectativas político-mediáticas. Y no por falta de razones para inquietarse —la colusión de policías, jueces y altos cargos peperos—, sino porque la resaca y el hedor que trasladan las cloacas ya fueron expiados con la cabeza de Mariano Rajoy. Y ya supusieron una debacle del Partido Popular. No solo reflejada en el peor resultado de su historia, sino ilustrativa de una crisis de identidad que ha comportado la caída de Casado con sus galones de líder nacional.

Las voces de ultratumba de Villarejo no pueden neutralizar a Feijóo porque ni siquiera lo interpelan. Otra cuestión es que Sánchez recurra a las psicofonías del comisario y a la implicación de altos cargos —el exministro Fernández Díaz, en cabeza— para generalizar una relación orgánica e indisoluble entre el PP y la corrupción. Y para sustraerse a todas las responsabilidades que él mismo ha contraído en la gestión de la crisis de Pegasus.

No ha logrado Sánchez convencer a sus aliados de coalición. A ellos se dirigía un planteamiento exculpatorio de acuerdo con el cual el CNI espiaba a su antojo en connivencia con los magistrados del Supremo. Poco le importaba a Sánchez deteriorar las instituciones en su plan de exoneraciones, pero la estrategia se ha demostrado fallida y estéril. Porque ERC le atribuye el liderazgo del espionaje. Y porque la treta de ocultarse en el pasado cenagoso del PP enfatiza su propia desesperación.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante su visita a Villarrobledo. (EFE/PP/Tarek)

Correcto. El PP espiaba mucho y mal. Organizó una suerte de policía patriótica. E involucró toda clase de medios abyectos para robarle a Bárcenas la información más comprometedora. Son evidencias que forman parte de un proceso judicial, pero Sánchez las está instrumentalizando para esconderse de sus fechorías. La sombra de Villarejo no alcanza a inquietar a Feijóo ni preserva al presidente del Gobierno en su madriguera.

Agoniza el líder socialista, hasta el extremo de que sus constantes vitales dependen específicamente del apoyo que le proporciona… el PP. Ha sucedido de manera accidental —la reforma laboral— y de manera consciente —las medidas anticrisis, la ley audiovisual—, de tal manera que Sánchez finge una relación cordial con sus aliados y finge un desencuentro beligerante con sus rivales. La euforia con que el PSOE presume de sacar adelante las grandes iniciativas legislativas se resiente de una heterodoxia aritmética letal. Sánchez prospera pese al sabotaje de Esquerra y de los compadres nacionalistas. Y avanza porque Cs y el PP han demostrado una responsabilidad de Estado que el patrón socialista se niega a reconocer. Y que predispone un cambio de guardia que difícilmente puede contrariarse apelando al espectro de Villarejo y al fantasma de la ultraderecha.

Impresiona la obstinación con que Sánchez y sus rapsodas mediáticos tratan de arrojar a Núñez Feijóo la munición extemporánea de Villarejo. Se trata de sobreexponerlo a los fantasmas de la corrupción. De cambiar el paso a la crisis del espionaje con una maniobra disuasoria. Y de retratar al PP como un partido incapacitado para asumir las tareas de gobierno.

Alberto Núñez Feijóo Pedro Sánchez