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El Juli en la intimidad (para todos los públicos)
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Rubén Amón

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El Juli en la intimidad (para todos los públicos)

El diestro madrileño inaugura su vigesimoquinta temporada como matador de toros, consciente de que retirarse supone la muerte de la parte más importante de sí mismo

Foto: Julian López, 'El Juli', durante una corrida de toros en Manizales, Colombia. (EFE/Jhon Jairo Bonilla)
Julian López, 'El Juli', durante una corrida de toros en Manizales, Colombia. (EFE/Jhon Jairo Bonilla)
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Julián López, El Juli, es tan madrileño como Marcial. Y más grande todavía que el poderoso matador de la edad de plata, pero ha echado raíces en Olivenza. Cerca de la frontera de Portugal y punto de origen de la temporada que conmemora sus 25 años de alternativa.

Impresiona la cifra porque El Juli todavía conserva la mirada del niño prodigio, aunque más interés reviste su dimensión de hombre prodigio. Más tiempo pasa, mejor torea el maestro y más despacio. Por eso no tiene sentido preguntarse cuándo va a retirarse, sino por qué va a retirarse.

Lo demostró la salida a hombros en Olivenza el pasado sábado, aunque antes del festejo tuvimos ocasión de conversar con el matador en presencia de los vecinos del pueblo extremeño. Y de los aficionados portugueses que se acercaron a la feria, acaso esgrimiendo el sentido de la nostalgia, el recuerdo de los antepasados. Olivenza fue territorio de Portugal hasta 1801. Por eso las calles aluden a la antigua nomenclatura. Y por idénticos motivos destaca la promiscuidad cultural y lingüística de la frontera.

Foto: El diestro Julián López 'El Juli'. (EFE/Juanjo Martín)

Habla claro El Juli. Y lo hace desde la madurez. Ya no le estimulan las estadísticas —un millar de salidas a hombros— ni las proezas en Madrid, Sevilla o México, sino la experiencia de sentirse en plenitud delante del toro.

Porque no hay nada que se le parezca, reconocía en Olivenza. Ni los hijos. Ni los amigos. Ni las otras aficiones. Empieza a sentir el vacío. “Cuando me retire va a morir una parte de mí. Y no cualquiera, sino la más importante”.

Puede entenderse así mejor hasta qué extremos El Juli ha cuidado la dieta y la condición física. Nunca ha estado en mejor forma y en mejor peso desde que tomó la alternativa hace un cuarto de siglo en el anfiteatro de Nîmes.

Foto: Imagen de la plaza francesa de Dax en el festejo celebrado el 11 de septiembre. (R. A.)

Un cuarto de siglo. Observa el tiempo El Juli con la sensación de haber vivido su carrera y su misterio de una manera muy distinta a la que creía. Una vocación durísima y extrema, pero también sublime e indescriptible. Porque no hay manera de explicar el estado de trance que alcanzó Julián López en la plaza de Las Ventas en la feria de San Isidro de 2022.

Le había sucedido algo parecido en México cuando tenía 14 años. Y cuando tuvo que marcharse a América para sustraerse a los límites de edad que establecía la Administración española. Se abandonó El Juli en la México. Y le sucedió lo mismo en Las Ventas. La cima. El éxtasis. Y el problema que implica descontar los años que le quedan por delante. No piensa arrastrarse El Juli, pero tampoco marcharse un minuto antes de lo necesario.

El sentido de la gravedad alcanza a las sombras. Y al recordatorio de un cornalón en La Maestranza que redunda en el duelo de los compañeros muertos (Fandiño, Barrio). Jugarse la vida no es una frase hecha. Menos aún cuando la tauromaquia de El Juli proviene de la integridad y de la pureza. Y cuando ha contraído tantos peligros. Lo demuestran las cicatrices del rostro.

El gran mérito de El Juli en su camino de perfección acaso ha consistido en su impresionante capacidad de adaptación

“Hay cornadas que te gustan, que te hacen sentir orgulloso. Te las han pegado porque sabes que estás arriesgando. Porque te estás entregando. Esas te hacen más fuerte, pero hay otras que no entiendes y que te debilitan. Te crean sombras e incertidumbre. Las secuelas aparecen cuando menos lo imaginas. Y las ves en ti mismo como en otros toreros”, nos explicaba.

Las supersticiones ayudan a mantener el tipo. O las manías. Se propuso El Juli abandonarlas hace cuatro años toreando en el coso de Manizales. Y lo hubiera conseguido… si no fuera porque el triunfo de aquella tarde le sirvió de pretexto para repetir los rituales que inauguró ese mismo día.

Un cuarto de siglo. El gran mérito de El Juli en su camino de perfección acaso ha consistido en su impresionante capacidad de adaptación. Al toro. Al ajetreo de compañeros. A las modas. A los públicos. A la arbitrariedad de la crítica. Pasa el tiempo, pasan los tiempos y El Juli permanece con los talones atornillados. Y no solo por el oficio, la profesionalidad, el poder, la voluntad, la técnica, sino por la cualidad de la afición y por un rasgo que rara vez le atribuyen los cronistas, pese a su valor nuclear: la pasión.

Julián López, El Juli, es tan madrileño como Marcial. Y más grande todavía que el poderoso matador de la edad de plata, pero ha echado raíces en Olivenza. Cerca de la frontera de Portugal y punto de origen de la temporada que conmemora sus 25 años de alternativa.

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