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La guerra de Pedro, Pablo y Yolanda de Troya
La colisión del Magariños demuestra que Sánchez le ha robado la novia a Iglesias, y que este pretende vengarse en el hundimiento general de la izquierda para convertirse en el antagonista mediático de Abascal y Feijóo
Troya es la guerra de todas las guerras en la esencia de la cultura grecolatina. Y el embrión —el clon— de todos los conflictos que la han imitado como una maldición, incluida la parodia que nos han proporcionado Pablo, Pedro y Yolanda en la batalla por la hegemonía de la izquierda.
Digamos que Iglesias sería Menelao, el esposo legítimo de Helena de Troya (Yolanda Díaz). Y que Pedro Sánchez ha suplantado a Paris con el objetivo de secuestrar a la diva, hasta el punto de seducirla y hacerla suya. Lo dijo de manera inconsciente Patxi López cuando clasificó a Yolanda en la categoría oficiosa de presidenta segunda. Lo hizo en el Parlamento, solemnizando la unción que se ha consagrado en los juegos florales del Magariños.
El Magariños es la Troya de Sánchez, la fortaleza donde se escenifica el secuestro de Yolanda
Tiene interés el lugar del alunizaje yolandista, porque el campo de basket del Estudiantes es el territorio simbólico y fáctico de Sánchez. Jugó en el equipo madrileño y estudió en el colegio que aloja el pabellón deportivo.
Por eso resulta atractiva la analogía con la Ilíada. El Magariños es la Troya de Sánchez, la fortaleza donde se escenifica el secuestro de Yolanda, despertando así la iracundia de Iglesias. Que fue el creador de la lideresa gallega. Y el vengador de la izquierda en la guerra declarada este domingo.
Las ausencias eran suficientemente significativas como para describir la colisión de Izquierda Unida y Podemos. Ha estallado la coalición. Y se perfila en el Magariños una crisis endogámica cuyos síntomas letales pueden identificarse en las elecciones autonómicas y municipales.
Medita la estrategia para resarcirse del secuestro que ha urdido Paris
Las alianzas de Sumar con las marcas regionales van a funcionar mejor que las opciones depresivas de los morados, incluida la catástrofe de Madrid. Quiere decirse que Yolanda de Troya espera la debacle de Iglesias y sus camaradas el 28-M para exponerse ella misma como la solución providencial de la gauche y convertirse en la costalera de Sánchez en las generales.
Menelao observa el rapto de Helena con estupor. Y medita la estrategia para resarcirse del secuestro que ha urdido Paris. El objetivo consiste en derrotarlo. Y no es que pueda asediar Troya como hicieron los aqueos, pero se malicia una fabulosa venganza catastrofista: el hundimiento de Podemos, el hipotético bluf de Yolanda y la inevitable caída electoral del PSOE predispondrían la victoria de Feijóo con la cooperación de Vox.
Se relamería Pablo Iglesias en la desgracia de la izquierda. Y podría demostrarse que la colisión de fuerzas tanto ha perjudicado a la coalición en el poder —la desmovilización del votante, el desperdicio de los votos— como ha expuesto la patria a la llegada de las feroces huestes ultraderechistas.
Ardería Troya, para entendernos, aunque los planes de Iglesias tendrían su porvenir y su resarcimiento en el espacio de influencia político-mediática que ejerce desde la plataforma de Roures y que le resultaría más ventajosa si Feijóo y Abascal desempeñan el poder. Hundido Sánchez y depuesto el mesianismo de Yolanda, Pablo resurgiría como el antagonista perfecto del oscurantismo. Y ejercería la política desde un ámbito distinto, aunque bastante satisfactorio para su vanidad y su memoria. Más todavía cuando el escarmiento de la guerra de Troya nos cuenta que Menelao recupera a Helena. Y que Paris muere con un flechazo letal de Filoctetes. "Demasiados reyes pueden arruinar un ejército", escribe Homero en la Ilíada.
Troya es la guerra de todas las guerras en la esencia de la cultura grecolatina. Y el embrión —el clon— de todos los conflictos que la han imitado como una maldición, incluida la parodia que nos han proporcionado Pablo, Pedro y Yolanda en la batalla por la hegemonía de la izquierda.
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