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Rubén Amón

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¿Es Madrid el territorio más antisanchista de España?

Las malas expectativas del PSOE en la capital y la Comunidad demuestran que el anfitrión de la Moncloa es un cuerpo extraño que deteriora las opciones de Maroto y Lobato

Foto: Pedro Sánchez en un acto en Madrid. (EFE/Javier Lizón)
Pedro Sánchez en un acto en Madrid. (EFE/Javier Lizón)
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Impresiona la desolación en que se desenvuelven los mítines de Reyes Maroto. Va a terminar sucediendo que ella misma acabe ausentándose de sus propios discursos, resignada a un papel de comparsa en unas elecciones locales que también se le van a atragantar a Juan Lobato.

Padecen ambos la radiación del sanchismo. Y el escarmiento que los votantes parecen infligir a los candidatos del PSOE. No exactamente por lo que son, sino por el deterioro de las siglas en la zona cero de Madrid.

Tiene sentido preguntarse si la capital española y la Comunidad circundante delimitan el territorio más hostil a Pedro Sánchez de la política nacional, más o menos como si el Palacio de la Moncloa ejerciera una energía política negativa. Y como si los humores madrileños “conspiraran” para neutralizar al presidente del Gobierno en el castillo donde reside y ejerce.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Román G. Aguilera)

Le sucedía a Washington con Donald Trump. El líder republicano ocupaba la sede de la Casa Blanca. Y gobernaba a los vecinos de la capital, pero las urnas arrojaban un rechazo superior al 90% de los sufragios, como si Trump fuera un cuerpo extraño y la ciudad se propusiera extirparlo.

Reviste importancia la crisis de Pedro Sánchez en Madrid, no ya porque la sede de Ferraz aloja la sede nacional del partido, sino porque la capital y la Comunidad adquieren un valor simbólico en el escenario nacional. Lo demuestran las campañas depresivas de Maroto y Lobato. Ni son alternativa a la derecha ni tampoco le disputan el liderazgo a las nuevas izquierdas.

Pesan las inercias históricas —el PSOE lleva décadas resignado al banquillo de fuerza opositora—, pero también les sacude la exacerbación de la pulsión antisanchista. Ya se ocupa de explorarla Isabel Díaz Ayuso, hasta el extremo de haber convertido a Pedro Sánchez en su verdadero adversario. Ni Juan Lobato ni Mónica García inquietan a la presidenta. Necesita ella misma buscarse un antagonismo superior que el propio Sánchez se ha preocupado de estimular con una estrategia negligente y contraproducente.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escucha la intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado. (EFE) Opinión
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De tanto buscar el cuerpo a cuerpo con Ayuso, el líder socialista ha contribuido a enfatizar y sobredimensionar el tamaño de la presidenta madrileña. Y le ha proporcionado la facultad de sustraerse a los éxitos y fracasos, más o menos como si las urnas abiertas el próximo 28-M no dirimieran la gestión política de Ayuso, sino la política nacional de Pedro Sánchez. Y los obstáculos que la presidenta ha ido oponiéndole lejos del territorio autonómico, incluidos el rechazo al aborto, la ley trans y la campaña de ilegalización de Bildu, cuando no su injerencia en la política exterior.

Pedro Sánchez no puede salir de la Moncloa. O solo puede hacerlo amañando encuentros en la periferia con los jubilados de la petanca. Es un ejemplo hiberbólico del aislamiento monclovense de Sánchez. Y del estupor que maltrata las campañas de Lobato y Maroto. A los adversarios convencionales —PP, Cs, Más Madrid, Podemos, Vox…— se les añade desquitarse de la sombra de Pedro Sánchez en la fortaleza de la Moncloa.

Impresiona la desolación en que se desenvuelven los mítines de Reyes Maroto. Va a terminar sucediendo que ella misma acabe ausentándose de sus propios discursos, resignada a un papel de comparsa en unas elecciones locales que también se le van a atragantar a Juan Lobato.

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