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Rubén Amón

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¿Es que el Rey no va a hacer nada?

La derechona mediática y los falsos monárquicos incitan la intervención del Rey en los planes de Sánchez, subestimando la gravedad de una injerencia que hondaría en la crisis política e institucional para gloria de la coalición regicida

Foto: El rey Felipe VI. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
El rey Felipe VI. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
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¿Y ahora qué va a pasar? La pregunta que los ciudadanos laicos nos hacen a los periodistas y tertulianos define la incertidumbre permanente del hábitat político. ¿Y ahora qué va a pasar? Se abren camino las interrogaciones entre la hipótesis de una investidura de Sánchez y la expectativa de la repetición electoral, aunque las inquietudes también aluden a la responsabilidad de la Zarzuela: ¿es que el Rey no va a hacer nada?

Sobrevuelan las interrogaciones no ya en la abstracción de la opinión pública, sino en el estupor de la derechona mediática y en la agitación de los cortesanos que añoran el sable de Juan Carlos I y que reprochan a su heredero un comportamiento pusilánime mientras "se rompe España".

Foto: El rey Felipe saluda a su salida del acto de apertura del Año Judicial 2023-2024. (EFE/Kiko Huesca)

Les gustaría no ya que Felipe VI eludiera proponer a Sánchez como candidato a la investidura, sino que se vistiera de capitán general de los ejércitos para desempeñarse como jefe de Estado en la plenitud del cargo.

Sería la manera extravagante de interpretar las obligaciones con que la propia Constitución define el papel del Rey en el "arbitraje y el funcionamiento" de las instituciones y en las atribuciones que le otorga el artículo 62:

a) Sancionar y promulgar las leyes.
b) Convocar y disolver las Cortes Generales y convocar elecciones en los términos previstos en la Constitución.
c) Convocar a referéndum en los casos previstos en la Constitución.
d) Proponer el candidato a Presidente del Gobierno y, en su caso, nombrarlo, así como poner fin a sus funciones en los términos previstos en la Constitución.
e) Nombrar y separar a los miembros del Gobierno, a propuesta de su Presidente…

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el lider del PSC, Salvador Illa. (EFE)

Los poderes extremos del Rey encajan en la exégesis de la Constitución mucho más de cuanto lo hacen la amnistía y el referéndum de autodeterminación, pero resultaría disparatado convertir a Felipe VI en el remedio de la crisis política a expensas de la neutralidad y de la esencia de la monarquía parlamentaria. La singularidad de nuestro sistema político consiste en la supremacía del adjetivo (parlamentaria) respecto al sustantivo (monarquía). Por esas mismas razones, el Rey no puede sustraerse a la expectativa de "proponer" a Sánchez como candidato a la presidencia si el líder del PSOE le traslada sus opciones de encontrar una mayoría absoluta o suficienre en la Cámara que representa a los ciudadanos.

Y es verdad que todos los socios independentistas del Partido Socialista abjuran de la monarquía —y de la Constitución— y reniegan de la Corona como "símbolo de la unidad y permanencia" del Estado, pero la democracia española y las reglas parlamentarias toleran las discrepancias y las disidencias siempre y cuando se canalicen en la legalidad.

En caso contrario, es el estado de derecho el que expone y opone sus contrapesos. Empezando por el espesor institucional y los tribunales de garantías (del Supremo al Constitucional). Y atribuyendo al Rey una capacidad de intervención en circunstancias extremas que ya ejerció Juan Carlos I en el golpe de Estado. Y que Felipe VI retomó en su discurso a la nación el 3 de octubre de 2017, precisamente para denunciar el "inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña" que promovieron Carles Puigdemont y sus aliados 48 horas antes.

¿Es que el Rey no va a hacer nada? La presión que ejercen los falsos monárquicos debilita a la Corona más de cuanto la reivindica o protege

Estremece que sean ellos mismos quienes tienen en su mano el porvenir político de Sánchez y la clave de la legislatura. No solo aprovechando todos los privilegios del sistema, sino forzando las reglas de la convivencia y dilatando las costuras de la Constitución hasta extremos insoportables.

¿Es que el Rey no va a hacer nada? La presión que ejercen los falsos monárquicos debilita a la Corona mucho más de cuanto la reivindica o protege. Puede comprenderse que a Felipe VI no le agrade "ungir" en la Moncloa la coalición regicida de Sánchez, pero la credibilidad y responsabilidad de la jefatura del Estado le obligan a permanecer en una posición "super partes", sin tentaciones de injerencia ni intervenciones políticas cuyo aliento hincharía la euforia de la casta republicana y complicaría la sucesión de Leonor en el horizonte de la estabilidad.

¿Y ahora qué va a pasar? La pregunta que los ciudadanos laicos nos hacen a los periodistas y tertulianos define la incertidumbre permanente del hábitat político. ¿Y ahora qué va a pasar? Se abren camino las interrogaciones entre la hipótesis de una investidura de Sánchez y la expectativa de la repetición electoral, aunque las inquietudes también aluden a la responsabilidad de la Zarzuela: ¿es que el Rey no va a hacer nada?

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