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La anemia y la anomia del vampiro Sánchez
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Rubén Amón

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La anemia y la anomia del vampiro Sánchez

La pretendida pacificación de Cataluña engendra, en realidad, la crispación y la estupefacción de la sociedad, así como la putrefacción de las instituciones

Foto: Pedro Sánchez, presidente en funciones.
Pedro Sánchez, presidente en funciones.
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"Convivencia", "valentía", "progreso". Los eufemismos disuasorios que utilizan los matones de Sánchez para encubrir la arbitrariedad de la amnistía se resienten de la ferocidad que socava la dignidad del Estado.

No puede reivindicarse la conveniencia de un proyecto progresista al precio de corromper la democracia. Progreso y retroceso representan posiciones antagónicas. El esfuerzo con que Sánchez defiende su liderazgo vanguardista se malogra en las cloacas de la involución.

La amnistía implica un movimiento regresivo. No ya por las razones personales que la impulsan, sino porque el principio de desigualdad de los ciudadanos delante de la ley y el tratamiento de favor a una comunidad respecto a las otras redunda en la degradación del sistema.

Es el contexto en que se manifiesta la distancia de la política y la opinión pública o donde existe el riesgo de promoverse el antisistema. Puede que Sánchez se congratule de la amnesia social y de la indulgencia de sus militantes a la búlgara, pero la posición de liderazgo que desempeña debería responsabilizarle de la fractura de la convivencia. Los privilegios concedidos a los socios independentistas en su posición de chantaje subvierten precisamente el principio de concordia con que ha tratado de disimularse el ardid político y el precio del soborno.

El santo grial del 'procés' tanto permite dejar tetrapléjico a un policía nacional como malversar dinero público

La pretendida pacificación de Cataluña engendra, en realidad, la crispación y la estupefacción de la sociedad, así como la putrefacción de las instituciones.

Cabe preguntarse por qué los vocales progresistas del CGPJ no secundan la revuelta de los conservadores cuando se está profanando la separación de poderes y cuando los términos de la amnistía generalizan una década de impunidad bajo el amparo de las motivaciones ideológicas.

El estado de anemia democrática que predispone Sánchez en el epílogo de su manual de resistencia se acompaña de la anomia

El santo grial del procés tanto permite dejar tetrapléjico a un policía nacional como malversar dinero público, fabricar explosivos, jugar con el terrorismo, secesionarse y desobedecer a la autoridad. Puede delinquirse sin castigo siempre y cuando prevalezca la motivación exquisita del 1-O, aunque el inventario de la inmunidad en que opera la extorsión de Carles Puigdemont trasciende incluso la causa indepe. Exige que se le perdone a Laura Borràs el delito de corrupción más prosaico —beneficiar a un amigo con la asignación de contratos a dedo— y que se le disculpe a su abogado, Gonzalo Boye, la implicación que tuvo en un caso de blanqueo de narcotráfico.

El estado de anemia democrática que predispone Sánchez en el epílogo de su manual de resistencia se acompaña de todos los peligros de la anomia. He aquí el sustantivo de origen griego con que se define en términos políticos y sociológicos la ausencia de reglas, de orden, de espacio normativo. No cabe mayor dimensión de incertidumbre y de congoja para una sociedad abierta, precisamente porque la amnistía de Sánchez relativiza la objetividad del Código Penal y premia incluso a los delincuentes.

La amnistía define una amenaza a la convivencia de todos los españoles, aloja un acto de cobardía

El presidente del Gobierno no le reconoce al Estado el monopolio y la legitimidad de la violencia, así como fomenta implícita o explícitamente el desorden social. Una democracia plena no puede permitirse la degradación de la Justicia ni del principio de igualdad, menos aún cuando las únicas justificaciones provienen de los intereses particulares. Los que tiene Pedro Sánchez para eternizarse en la Moncloa. Los que exhibe Carles Puigdemont para eludir la cárcel. Y los que exploran los socios independentistas en el sabotaje sistemático de la Constitución y de los consensos.

Ni convivencia, ni valentía, ni progreso. Sucede exactamente al revés. La amnistía define una amenaza a la convivencia de todos los españoles, aloja un acto de cobardía en su matriz oportunista y supone un gigantesco retroceso. Por eso se parecen tanto la anemia y la anomia en su homofonía y hasta en su contenido semántico. Y por la misma razón Pedro Sánchez se ha convertido en un vampiro.

"Convivencia", "valentía", "progreso". Los eufemismos disuasorios que utilizan los matones de Sánchez para encubrir la arbitrariedad de la amnistía se resienten de la ferocidad que socava la dignidad del Estado.

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