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¿A qué juega Feijóo en la cama redonda?
El flirteo con Junts y la subida de Vox demuestran el liderazgo errático del presidente popular, precisamente cuando es más acusada la debilidad de Pedro Sánchez
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¿Está utilizando Feijóo a Puigdemont para asustar a Sánchez? ¿O está Puigdemont utilizando a Feijóo para asustar a Sánchez? Pueden compaginarse las dos preguntas, considerarse complementarias, pero bien haría el líder del PP en moverse con cautela en el fango que identifica el hábitat del presidente del Gobierno y del patriarca soberanista.
Sánchez y Puigdemont son anfibios, criaturas adaptativas, mientras que Feijóo parece más bien una abubilla. Se diría incluso que los acuerdos con Junts en asuntos fiscales (impuesto eléctrico) y en cuestiones morales (eutanasia) fantasean con la hipótesis de una moción de censura.
Resulta peligrosa la estrategia de Núñez Feijóo porque la coyunda con Junts contradice la vehemencia con que el PP ha condenado las relaciones de los socialistas y la ultraderecha supremacista de Puigdemont.
Y es verdad que la idiosincrasia conservadora de Junts se acerca más a la orilla de Génova que a la de Ferraz en términos económicos, fiscales, confesionales, pero urge recordar que el president desterrado ha llevado al extremo tanto el sabotaje a la nación como la extorsión al Estado. Se le debía considerar tóxico, intratable, por mucho que el PP objete que no puede impedir la adhesión de ningún partido a sus iniciativas parlamentarias. Puigdemont flirtea con Feijóo para incomodar al electorado del PP y para incitar la angustia de Sánchez en el territorio inflamable de los Presupuestos. Y no es que el pacto contra natura aspire a precipitar una moción de censura, pero el héroe de Waterloo enseña al patrón monclovense el desfiladero. Y lo somete a una presión que se añade a la sugestión rupturista de Podemos. Le conviene a los herederos de Iglesias significarse en la oposición. No ya para insistir en su pugna con Sumar, sino para evitar que el PSOE también los devore a ellos. Necesitan un discurso propio, una estrategia de autonomía en el caos parlamentario.
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Pueden entenderse así mejor las ilusiones con que los populares observan la negociación de los Presupuestos. No puede Sánchez subir y bajar los impuestos a la vez, castigar y premiar a la banca, proteger la vivienda y liberalizarla, pero la cronificación de la esquizofrenia del sanchismo no justifica la negligencia de Feijóo en la gestión de las tareas opositoras.
Las coincidencias coyunturales con Junts se antojan tan inquietantes como los progresos demoscópicos de Vox. Parecía haberse desfondando el partido de Abascal entre la holgazanería y el uso instrumental de Sánchez, pero la nefasta gestión de la DANA ha reanimado la desconfianza en el sistema y ha proyectado la resurrección del orden y el patriotismo.
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Carlos Mazón encarna de esta manera la pesadilla recurrente de Feijóo. Porque fue suya la decisión de inaugurar los acuerdos autonómicos con Vox. Y porque su resistencia en el cargo después de la catástrofe meteorológica ha perjudicado la reputación de los populares.
Las encuestas que han trascendido estos días exponen un debilitamiento del PP a expensas de una subida de la extrema derecha. Y es verdad que la victoria de Trump y la caída del gobierno francés a manos de Le Pen redundan en la buena reputación de los fenómenos ultras, pero ya se ocupará Sánchez de fomentar el voto del miedo. Y de aprovechar la resurrección de Franco para alertarnos del monstruo que él mismo ha despertado, cuida y alimenta, como si fuera el mejor aliado posible.
La debilidad extrema del presidente del Gobierno tendría que contrastarse en una oposición inequívoca. A Sánchez se le amontonan los problemas judiciales y los conflictos políticos, pero ha demostrado un instinto de supervivencia que se explica en la respiración asistida de sus socios.
A Sánchez se le amontonan los problemas judiciales y los conflictos políticos, pero ha demostrado un instinto de supervivencia
Les conviene a los compadres soberanistas un presidente débil, sensible al chantaje, vulnerable a las presiones. Y les interesan relativizar las corruptelas. No porque recelen de la palabra de Aldama, sino porque la idea de fomentar el desprestigio de los jueces y de la UCO favorece la difamación del Estado al amparo del anfitrión de la Moncloa.
¿Está utilizando Feijóo a Puigdemont para asustar a Sánchez? ¿O está Puigdemont utilizando a Feijóo para asustar a Sánchez? Pueden compaginarse las dos preguntas, considerarse complementarias, pero bien haría el líder del PP en moverse con cautela en el fango que identifica el hábitat del presidente del Gobierno y del patriarca soberanista.