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El PNV y la resurrección de Cristo
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José Antonio Zarzalejos

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El PNV y la resurrección de Cristo

Euskadi está lleno de españoles que no saben que lo son y votan al nacionalismo. Pradales es su epítome: ocho apellidos castellanos y candidato del PNV. El Domingo de Resurrección es el día de la patria en la que el catolicismo se ha desplomado

Foto: Ortuzar y Pradales en un acto en Madrid. (EFE)
Ortuzar y Pradales en un acto en Madrid. (EFE)
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La vasca es una sociedad con confianza en el pasado, gran atracción por lo simbólico y con una historia abrupta desde la época medieval hasta el muy reciente pretérito. Del carlismo agreste al terrorismo etarra. Y en el origen, las guerras de banderías entre los Gamboa y los Oñaz. De ahí que la fuerza de la tradición sea en el País Vasco extraordinaria y que procure, por una parte, factores de identidad y, por otra, renuencias en las proyecciones a medio y largo plazo. En ese contexto de idiosincrasia se inscribe la perdurabilidad del nacionalismo vasco que fundara Sabino Arana. Un nacionalismo étnico (los vascos como raza diferente a la española), lingüístico ("si un español te pide limosna en castellano dile que no le entiendes") y profundamente confesional ("Euskadi, para Dios").

El día de la patria (Aberri Eguna) se celebra desde el 27 de marzo de 1932 el Domingo de Resurrección de Cristo. Los historiadores han descartado —de Javier Corcuera a José Luis de la Granja— que fuera en una festividad como la de hoy en 1882, cuando Arana 'descubrió' el nacionalismo tras una conversación con su hermano Luis. Es mucho más probable que la celebración patriótica tuviera que ver con la búsqueda de un simbolismo trascendente que legitimase los perfiles ideológicos integristas del PNV. Sabino Arana fue un hombre sinceramente religioso, como lo reconocieron hasta sus más firmes adversarios, como Tomás Meabe (fundador de las juventudes socialistas) o Francisco de Ulacia (inspirador del nacionalismo vasco laico y republicano), ambos contemporáneos del fundador del PNV.

"Arana fue sinceramente religioso, como le reconocieron sus más duros adversarios como Tomás Meabe o Francisco de Ulacia"

A pesar de las connotaciones ideológicas y confesionales de Arana, el PNV en estos tiempos de progresismo woke y, a pesar también de sus alianzas políticas, jamás ha renunciado a su figura y a su proyección. Acude anualmente a su tumba para homenajearle, su nombre rotula importantes avenidas de las ciudades vascas y la Fundación del partido lleva su identidad y premia cada ejercicio a personas que, seguramente, no han leído sus obras, tanto porque sería inexplicable conciliar su biografía con un galardón con evocación tan cuestionable, como porque el PNV se ha cuidado de que no se reediten ni difundan.

Así, los jetzales o miembros del partido ('Dios y leyes viejas') se han instruido en un pragmatismo gestor que parece, aunque no lo es del todo, incompatible con su ideario, sus principios y sus escenificaciones confesionales. Este comportamiento colectivo es muy de la tierra y no carece de sinceridad, aunque, en términos políticos, resulte una impostura. Se reconocerá que partir las vacaciones de Semana Santa para asistir al acto político del Aberri Eguna (hoy en la Plaza Nueva de Bilbao) no deja de demostrar un activismo convencido y persistente. Y más este año: porque el PNV necesita resucitar y comenzar a hacerlo cuando en la fecha del calendario gregoriano se recuerda la de Cristo, figura nuclear en la identidad vasca según el fundador del partido.

"El PNV ha superado a los nacionalismos de izquierda desde el pasado siglo hasta el presente. Se enfrenta a Bildu y el 'sorpasso' es posible"

Ha sido la fuerza de la tradición, esa confianza en el pasado, la que explica las ataduras del nacionalismo —y más allá de él— a elementos de identidad seculares. El Concierto Económico que Pujol desdeñó en su momento, y pese a los riesgos que conlleva para las tres haciendas forales vascas, se asumió desde el primer minuto del debate constitucional (Disposición Adicional Primera de la CE). Igualmente, se mantuvo contra viento y marea la fórmula territorial confederal de la comunidad: integrada por tres territorios históricos (Álava, Guipúzcoa y Vizcaya) con personalidad propia. Navarra es contemplada desde el principio como un territorio vasco irredento, de ahí que forme parte de Euskadi en la descripción de su superficie en el Estatuto de 1979 y que la Disposición Transitoria Cuarta de la CE prevea la posibilidad de su futura incorporación al País Vasco.

En esta línea, el PNV mantiene la bicefalia que arranca de unos principios organizativos que se han convertido con el paso de las décadas en un método para la gestión del país: el gobierno es un instrumento del partido y no a la inversa. También es notable el anonimato social y político —con la excepción de su presidente— de los miembros del Euzkadi Buru Batzar o ejecutiva nacional en la que se sientan representantes de los territorios de Iparralde (los vascofranceses) y del exterior (la diáspora). Y es radical la percepción de que los vascos son de una estirpe bíblica diferente a la de los españoles, incluidos los nacionalistas catalanes, a los que Sabino Arana dedica algunas reflexiones que en su momento servirían para explicar la relación de amor y odio entre ellos.

El nacionalismo vasco radical, a partir de hace unas décadas, decidió celebrar también el Aberri Eguna desacralizándolo por completo (Bildu lo celebra hoy en Pamplona). Desde principios del siglo pasado ha habido un nacionalismo vasco adverso al sabiniano, laico e izquierdista. Y ha competido sin éxito con el del PNV. Acción Nacionalista Vasca (1930) o Eusko Alkartasuna (1986) no doblaron el pulso a la organización aranista, aunque le causaran problemas que el PNV, conservando la legitimidad de sus siglas y reunificando a familias ideológicas, ha sabido ir resolviendo.

Foto: Ortuzar, Urkullu y el flamante candidato, Imanol Pradales, en el aniversario de la muerte de Sabino Arana. (EFE/Luis Tejido)
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No es seguro, sin embargo, que el envite de EH Bildu, algo más ya que la legataria de ETA no sea la fuerza política nacionalista, laica, de izquierda radical y heredera de la significación histórica de Euskadi ta Askatasuna (ETA), le sobrepase. Pudiera suceder el próximo 21 de abril. Y si se produjese ese sorpasso y, aunque Pradales fuera lendakari con el apoyo del PSE como es habitual, el PNV iniciaría una nueva etapa.

"Con el PNV es fácil acordar el 80% de las cuestiones, pero tiene un 20% dinamitero y ese sesgo le puede aparecer antes del 21-A"

Hasta el momento, los nacionalistas se han movido con un amplio margen de discrecionalidad ideológica. Han sido multiusos, democristianos al mejor o peor estilo del vaticanismo acendrado que profesan. Recordaba un importante empresario vizcaíno que con el PNV es fácil acordar el 80% de las cuestiones sociales y políticas, pero "tiene un 20% de su idiosincrasia que es dinamitera". Cierto. Por eso, con el PNV hay que mantener distancias. Esta campaña electoral ya en ciernes reclama una auténtica resurrección del partido de Ortuzar porque, por primera vez en la historia, después de la escisión que protagonizó Carlos Garaikoetxea en 1986, presenta síntomas artríticos. Le va a salir por las costuras ese veinte por ciento explosivo que conserva.

La sociedad vasca ha cambiado demasiado como para reparar esa avería de las articulaciones en el nacionalismo peneuvista si sigue encomendándose a la mitología sabiniana (Las cuatro glorias patrias germen de Bizcaya (sic) por su independencia) y a la certeza confortable del pasado. En el fondo, sucede que Euskadi está llena de españoles que no saben que lo son y que votan al nacionalismo. Pradales Gil es su epítome: ocho apellidos castellanos y aspirante a Ajuria Enea por el PNV. Un cambio de rasante casi de tanta envergadura como el desplome del catolicismo en el País Vasco: en 1985, el 81% de los vascos se declaraba católico, en 2023 solo el 55%, mientras los no creyentes alcanzaban el 40% como acredita el estudio de los profesores Gorka Moreno y Gorka Urrutia de la Universidad de Deusto. Si Arana levantase la cabeza refundaría la fugaz y clandestina Liga de Vascos Españolistas

La vasca es una sociedad con confianza en el pasado, gran atracción por lo simbólico y con una historia abrupta desde la época medieval hasta el muy reciente pretérito. Del carlismo agreste al terrorismo etarra. Y en el origen, las guerras de banderías entre los Gamboa y los Oñaz. De ahí que la fuerza de la tradición sea en el País Vasco extraordinaria y que procure, por una parte, factores de identidad y, por otra, renuencias en las proyecciones a medio y largo plazo. En ese contexto de idiosincrasia se inscribe la perdurabilidad del nacionalismo vasco que fundara Sabino Arana. Un nacionalismo étnico (los vascos como raza diferente a la española), lingüístico ("si un español te pide limosna en castellano dile que no le entiendes") y profundamente confesional ("Euskadi, para Dios").

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