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Sánchez y Abascal, una simbiosis destructiva
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José Antonio Zarzalejos

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Sánchez y Abascal, una simbiosis destructiva

Uno privatiza el Estado y el otro patrimonializa la Nación. Las piezas que cobrarse son para ambos el PP y Feijóo. Ayer en el Congreso se acreditó ese antagonismo colaborativo del que escapó Feijóo con un discurso bien armado

Foto:  El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (de espaldas) se dirige al líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/J.P. Gandul)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (de espaldas) se dirige al líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/J.P. Gandul)
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Cuando la izquierda socialdemócrata y la derecha liberal conservadora se preguntan en Francia sobre la razón de su práctica desaparición como partidos centrales de su sistema político, la respuesta es inequívoca: la gestión de la presidencia de la República durante dos septenios (1981-1995) de François Mitterrand. Un historiador español, Ferrán Gallego, escribió en 2002 un ensayo breve titulado Por qué Le Pen (editorial El viejo topo). Sus conclusiones, interesantes en un académico de izquierdas, se alinean con los que sostienen que el líder socialista francés fue el que, para neutralizar al gaullismo de centro derecha y poner en valor su propio papel histórico apelando al miedo de sus electores al radicalismo del Frente Nacional, avivó a Le Pen con una reforma electoral que favorecía a la extrema derecha a la que, además, normalizó y a la que abrió de par en par los medios de comunicación.

"Mitterrand, como Sánchez, propulsó a Le Pen. Su hija ha terminado engullendo al centro derecha. El PSF es hoy un grupúsculo"

Mitterrand situó a Le Pen y a su organización en el centro de su discurso hasta el punto de lograr que el partido de Valéry Giscard y de Jacques Chirac tuviera que disputar el espacio de la derecha al Frente Nacional, hoy reconvertido en la Agrupación Nacional que lidera Marine Le Pen que ha devorado a la derecha democrática francesa tradicional refugiada en parte bajo el paraguas de Macron. La justicia poética ha hecho su labor y el Partido Socialista ha quedado engullido por la radical Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, un ultra de estirpe socialista. El PSF es solo un grupúsculo. Ese es uno de los balances de la presidencia de Mitterrand, que tuvo que soportar con resentimiento dos cohabitaciones con los gaullistas: en 1986-1988 con Chirac y en 1993-1995 con Balladur, ambos al frente del Gobierno.

"Abascal califica al PP de "cobarde" y ahora también de "estafador" mientras Sánchez vincula a los populares con Vox. Convergen"

Con los matices diferenciales de tiempo y lugar, en España se está produciendo un proceso muy similar. Pedro Sánchez, de mucha menor entidad que Mitterrand, pero con similar apetencia desordenada de poder, ha entrado en simbiosis con Abascal, es decir, en una asociación simétrica y en las antípodas ideológicas de la que ambos sacan un enorme provecho. Los dos utilizan sus respectivos partidos como plataformas personales, subordinándolas a tácticas y estrategias que se retroalimentan y que tratan de abatir las mismas piezas: Núñez Feijóo y el Partido Popular. Y así, Sánchez vincula a los populares con Vox venga o no a cuento y Abascal hace lo mismo, pero a la inversa: proclama a voz en cuello que el PP es la “derechita cobarde” y ahora también “estafadora”. Entre el uno y el otro crean un circuito tóxico. Sánchez ejecuta la acción y Abascal aporta la reacción. Cuanto más radicales sean la una y la otra, mejor. Se trata, en definitiva, de reducir el margen de una derecha sensata, liberal y conservadora, pero netamente democrática, que es la única alternativa a Sánchez y que, de prosperar, deja sin opciones a Abascal.

"Sánchez y Abascal se sirven del PSOE y de Vox como plataformas personales y subordinadas de los intereses de ambos"

Esa simbiosis es necesariamente destructiva. Sánchez privatiza el Estado y Abascal depreda la nación. El presidente del Gobierno ha anulado a las Cortes Generales con sus reales decretos leyes, ha bloqueado las funciones de provisión de plazas en los órganos jurisdiccionales superiores, ha convertido a su mujer en una razón de Estado y ha empleado la política exterior de España (Marruecos, Israel, Argelia, Argentina) como herramientas electorales, ha dejado al país sin presupuestos y ha mentido a sus electores inventando, por si fuera poco, una narrativa falsa de nuestra reciente historia y ha malbaratado la dignidad institucional pactando su investidura fuera de España con un prófugo de la Justicia. El cinismo que le caracteriza le permite, adicionalmente, triturar las opciones de sus socios en el Gobierno. Se duele de la radicalidad siendo él el más radical, asociado a los que lo son tanto o más que él: desde Otegi hasta Puigdemont.

Abascal, por su parte, reparte el carné del patriotismo, alimenta la bronca con un lenguaje de brutal confrontación, resucita los argumentos más retrógrados de las políticas de antaño, cubre de improperios a los dirigentes del PP, pero, como buen político extractivo, mantiene sus pactos autonómicos sin que los populares puedan apoyarse en cualquier otra muleta. A Sánchez le place el discurso de Abascal y a Abascal el de Sánchez. Y si, además, Vox se trae por estos pagos a Javier Milei, todo queda claro porque el presidente argentino (un energúmeno frente a un cínico) les hace a los dos la campaña electoral de las europeas. Milei saca también réditos: desde España, lanza su estúpido rugido para trascender de sus fronteras. Los tres ganan, España pierde.

"Frente a la falsa dación de cuentas de Sánchez y el tremendismo de Abascal, Feijoo tuvo una intervención bien armada y serena"

La tierra quemada por la convergencia de intereses entre Sánchez y Abascal es el resultado de unas razias dialécticas y decisoras que crean ansiedad, desesperanza y desinstitucionalización. La fotografía de los dieciséis empresarios que se vieron con Milei en su reciente visita —que amenaza con repetir el día 21 de junio- parecía la de unos individuos en el paredón de fusilamiento a manos de la progresía nacional y de los ultras, porque si para aquella fue una connivencia, para estos, al condenar las palabras del argentino, los empresarios fueron unos “cobardes”. El madrileño y el alavés, movidos por igual mecanismo de reacción, reclaman de inmediato que sea el PP el que condene a Milei y que sea el PP el que le defienda. Parte de la táctica —ejecutada por ministros hooligans y por dirigentes ultras tan mediocres como los titulares ministeriales— consiste en que en la melé que ellos provocan entren los populares, los empresarios, los medios… todas aquellas instancias con capacidad de prescripción social. Quieren a todos impregnados de barro.

El pleno del Congreso celebrado ayer fue una acreditación del antagonismo colaborativo entre Sánchez y Abascal. Discursos opuestos para un propósito equivalente: segar la hierba a Feijóo y al PP. Sin embargo, el discurso inicial y las intervenciones posteriores del gallego estuvieron bien armadas y fueron contundentes y serenas frente a la falsa dación de cuentas del presidente del Gobierno —no hubo un solo tema en el que se mostrase convincente, ni en el reconocimiento del estado virtual palestino ni en las explicaciones del comportamiento ni ético ni estético de su mujer— y frente también al tremendismo del líder de Vox. Si el PP sigue por ese camino, ajusta la estrategia y persiste en el tono y en el argumentario, las elecciones europeas, efectivamente, le pueden ir tan bien como auguró su presidente en el hemiciclo.

Cuando la izquierda socialdemócrata y la derecha liberal conservadora se preguntan en Francia sobre la razón de su práctica desaparición como partidos centrales de su sistema político, la respuesta es inequívoca: la gestión de la presidencia de la República durante dos septenios (1981-1995) de François Mitterrand. Un historiador español, Ferrán Gallego, escribió en 2002 un ensayo breve titulado Por qué Le Pen (editorial El viejo topo). Sus conclusiones, interesantes en un académico de izquierdas, se alinean con los que sostienen que el líder socialista francés fue el que, para neutralizar al gaullismo de centro derecha y poner en valor su propio papel histórico apelando al miedo de sus electores al radicalismo del Frente Nacional, avivó a Le Pen con una reforma electoral que favorecía a la extrema derecha a la que, además, normalizó y a la que abrió de par en par los medios de comunicación.

Pedro Sánchez Santiago Abascal
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