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Jorge Dezcallar

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Debe haber un camino

No trato de repartir culpas porque la equidistancia no es posible, solo digo que me gustaría ver más claridad de ideas por parte de unos y de otros y por eso me atrevo a compartir las mías

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Es legítimo estar perplejo ante la situación en la que ha desembocado la crisis provocada por el independentismo en Cataluña. Allí dicen saber lo que quieren pero no saben a ciencia cierta lo que han hecho, si se declaró o no la independencia, la mitad del Gobierno catalán está huido y la otra mitad en la cárcel, y Puigdemont dice que es presidente legítimo no se sabe de qué mientras anima a participar en unas elecciones autonómicas convocadas por el Gobierno central al amparo de la misma Constitución que afirma rechazar. No caben más despropósitos.

Foto:  Opinión
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Y la perplejidad no disminuye cuando miramos hacia Madrid, donde parecen saber lo que no quieren (la independencia de Cataluña) pero no lo que ofrecen para convencer a los catalanes para seguir juntos, porque no es manera de conseguirlo aplicar el 155 y judicializar un problema que es eminentemente político. No trato de repartir culpas porque la equidistancia no es posible entre quienes violan la ley quienes la defienden, solo digo que me gustaría ver más claridad de ideas por parte de unos y de otros y por eso me atrevo a compartir las mías.

1. La vía unilateral hacia la independencia es un desatino porque ha obligado a saltarse todas las leyes, desde la Constitución hasta el Estatut y la propia normativa del Parlament. En Europa estas cosas ya no se hacen. Cuando uno no está de acuerdo con la ley procura cambiarla pero no la viola.

2. Declarar la independencia con una exigua mayoría parlamentaria que no lo es social y que no sería suficiente ni para modificar el Estatut es otro contrasentido. ¿Adónde quieren ir los independentistas con la mitad de los catalanes en contra?

3. La sociedad catalana está muy dividida. Se ve en las manifestaciones masivas de uno y otro signo y también en el seno de las familias. Lo mismo dicen las encuestas. Se han abierto heridas muy dolorosas que tardarán en cicatrizar.

Foto: Captura de un momento del programa de 'Salvados'.

4. La vía hacia la independencia ha tocado techo cuando nadie en el mundo la reconocido y las principales empresas han huido de Cataluña. Se acabó la ensoñación. Insistir en ella solo puede aumentar las frustraciones.

5. Nadie desea aplicar el artículo 155, igual que no es deseable tener a miembros del Gobierno catalán encarcelados y a otros en fuga. Pero los únicos culpables de esta triste situación son los separatistas, que se han colocado fuera de la ley y que han rechazado todas las oportunidades de diálogo que se les han ofrecido.

6. Porque dialogar es lo contrario de imponer un resultado y limitarse a discutir las modalidades de su aplicación.

7. Cataluña no es Escocia, no es Quebec y no es Kosovo. Tampoco se le aplican las disposiciones de la ONU sobre autodeterminación de los pueblos.

Foto: El embajador británico en España, Simon Manley, durante la entrevista en la redacción de El Confidencial. (Carmen Castellón)

8. Las mentiras, aunque se repitan, no se hacen verdad. Una Cataluña independiente quedaría automáticamente fuera de la Unión Europea y eso sería un desastre para los catalanes. Europa es un espacio de progreso y seguridad envidiado en el mundo entero y por eso la última ocurrencia de Puigdemont de hacer un referéndum sobre la continuidad de Cataluña en la UE es otro dislate más.

9. Una cosa es el nacionalismo, que entiendo como amor a lo propio y que puede ser positivo y otra cosa es el separatismo, que entiendo como odio a lo ajeno y que me parece muy negativo.

10. En España, por descentralizar, hemos descentralizado también el patriotismo hasta el punto de que sentirse catalán es respetable pero se mira con desconfianza al que se declara español. Eso es absurdo.

11. Un nacionalismo no se cura con otro. Me preocupa la pugna de banderas y detesto los boicots a productos catalanes.

Foto: Pan con tomate, tradicional de la cocina catalana. (Javier Lastras, Wikipedia) Opinión

12. La educación de nuestros niños no puede ser etnicista y narcisista ni debe insistir sobre las diferencias que nos separan o sobre pretendidos agravios. Las escuelas están para enseñar y no para indoctrinar. Transferir las competencias educativas ha sido el peor error de la Transición. Mientras este asunto no se solucione, el problema aumentará en lugar de disminuir. Y no solo en Cataluña.

13. Cataluña tiene una historia (que algunos adulteran), una lengua y una cultura que exigen reconocimiento porque lo merecen, porque lo desean la mayoría de los catalanes y porque es justo que así se haga.

14. Pero esa singularidad no puede traducirse en un tratamiento desigual que derive en que los ciudadanos de Cataluña reciban un trato mejor que los de otras comunidades de España, que también tienen una fuerte personalidad.

15. Otra cosa es reconocer el peso político, económico y cultural de Cataluña en el conjunto de nuestro país. España está compuesta por 17 comunidades autónomas muy diferentes entre sí y los esfuerzos de armonización deben tener en cuenta este hecho.

16. O sea, el punto de partida debe ser el mismo para todas las comunidades, aunque pueda haber diferencias en el punto de llegada.

17. España puede no ser el país más antiguo de Europa (es Portugal) pero tampoco es un invento de Franco como dicen los independentistas y los podemitas que quieren hacer tabla rasa con el pasado. 500 años de historia común crean muchos intereses cruzados que no se pueden ignorar y sobre los que tampoco se puede decidir desde Cataluña únicamente.

18. Por eso el pretendido “derecho a decidir” que defienden corifeos del independentismo como Iglesias, Colau o Rufián es una trampa. Primero porque uno solo no decide sobre lo que es de todos. Y segundo porque la Constitución (que no impide los referendos consultivos) prohíbe hacerlos sobre la unidad de España.

Foto: Un momento de la concentración convocada por partidos y plataformas como la coordinadora 25S esta tarde en la Puerta del Sol de Madrid. (EFE)

19. Y lo que en una democracia va contra la ley nunca es democrático. En las democracias, las leyes se pueden discutir y cambiar pero no se violan.

20. Lo que no impide un referéndum consultivo y pactado dentro de la ley... si eso ayuda a resolver problemas y no a crear otros suplementarios. O que no haya que cambiar las leyes, siempre que se haga por los procedimientos establecidos. Por la vía de la persuasión y con los votos. Nunca como fruto de la imposición.

21. No estamos solo ante un “problema catalán” sino ante un “problema español” porque el hecho de que casi la mitad de los catalanes no esté cómodo con la actual estructura territorial del Estado es un problema de todos y entre todos debemos encontrarle una respuesta.

22. En el resto de España se entiende mal lo que pasa en Cataluña, hay hartazgo y desdén por el permanente victimismo de unos catalanes que viven en la comunidad más próspera del país.

23. Nos cuesta reconocer que algo malo pasa cuando tantos catalanes protestan, y parece que da pereza ponerse a pensar de verdad sobre el asunto para encontrarle una respuesta adecuada.

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (Reuters) Opinión

24. Esa respuesta no puede venir de dar a Cataluña un tratamiento privilegiado que se convierta en agravio comparativo para los ciudadanos de otras comunidades. Las naciones son inventos sentimentales, las comunidades son creaciones políticas y los ciudadanos son reales. Y los ciudadanos deben tener los mismos derechos y obligaciones en todos los rincones de España. Eso es lo progresista y por eso no entiendo a las izquierdas que se alinean con los nacionalismos.

25. También sería positivo que los catalanes dedicaran un poco de tiempo a pensar el porqué de esa falta de empatía, de entendimiento o de cariño por parte del resto de España. Si pasa con Cataluña y no con Murcia, por ejemplo, alguna razón puede que haya. Y preguntarse si no sería más rentable abrir lectorados de catalán en universidades españolas en lugar de “embajadas” en el extranjero.

26. Modificar la Constitución puede ser una necesidad tras 40 años de éxito. Lo que no cambia se quiebra, pero no se debe abrir el melón sin acordar antes dónde queremos llegar porque la reforma constitucional es solo un medio y no un fin en sí misma.

Foto: Mariano Rajoy y el coordinador general del PP, Fernando Martínez-Maillo, el pasado 13 de noviembre en Génova. (EFE)

27. Para encontrar una solución hay que ser capaces de renunciar. Solo sobre renuncias recíprocas se puede construir un consenso en el que todos podamos convivir. Gobernar es eso. Y eso es lo que hizo la Transición que hoy algunos ignorantes desprecian.

28. Y además de saber renunciar hay que saber convencer e ilusionar. España tiene problemas como cualquiera pero es un gran país, el decimoséptimo en el índice de calidad democrática de 'The Economist' (entre 193 países del mundo y por delante de los EEUU o de Bélgica), la cuarta economía de la Eurozona, un país de éxitos deportivos, con una cultura de proyección planetaria, de longevidad solo sobrepasada por Japón... Vivir en España es un lujo y podemos legítimamente estar orgullosos del país que juntos hemos construido.

29. También hay que explicar sin tapujos que el nacionalismo es socialmente retrógado, es insolidario, es antieuropeísta y es antidemocrático.

Para encontrar una solución hay que ser capaces de renunciar. Solo sobre renuncias recíprocas se puede construir un consenso en el que todos convivamos

30. La izquierda debe enarbolar sin complejos la idea de España de la que se ha apoderado la extrema derecha. Igual que ocurre con la bandera. España es de todos. Decir “Estado Español”, como hace bastante izquierda para evitar decir España, es incorrecto, es estúpido y, colmo de la ironía, es lenguaje franquista.

31. Y todo eso hay que saber explicarlo. Se ha hecho bien con los gobiernos extranjeros pues ni uno solo ha apoyado la secesión catalana, y se ha hecho muy mal con la opinión pública. En este ámbito los independentistas han ganado al gobierno por goleada. En España hay grandes profesionales de la comunicación que se deberían utilizar para esta tarea.

32. Igual que es necesario que nuestros creadores de opinión, artistas, intelectuales y deportistas se vuelquen en tratar de convencer a los catalanes de que tenemos un gran país, que vale la pena luchar por él, que juntos estamos mejor y que no deben creer las falsas promesas de Arcadias felices que son desmentidas por los hechos.

33. Pero toda crisis es también una oportunidad y la que ahora se nos depara nos ofrece una magnífica ocasión para reflexionar juntos sobre el futuro y buscar soluciones a un problema de estructura territorial del Estado que nos elude desde hace 500 años.

34. Madrid debe tener la iniciativa de poner encima de la mesa un proyecto de vida en común que resulte atractivo para la gran mayoría de los catalanes, esos que no comulgan con las ruedas de molino de los independentistas ni desean que su país se convierta en Albania. Es imposible seducir a un separatista fanático, pero la mayoría de catalanes, aunque irritados, no ven contradicción entre su doble condición catalana y española. A esos hay que atraer.

Foto: Albaneses de Kosovo celebran la independencia del país, en febrero de 2008. (Reuters)

35. Falta sentido de Estado. España está por encima de los intereses de los partidos, que deben dejar de pensar en sí mismos para tratar de recuperar la convivencia perdida. Las elecciones del 21-D les dan la oportunidad de hacerlo.

36. Para lograrlo hacen falta altura de miras, generosidad e inteligencia que eleven el nivel del debate, por ahora muy casposo, y para que se pongan sobre la mesa ideas atractivas. Si Fraga y Carrillo lograron ponerse de acuerdo en 1975, no debería ser imposible ahora.

37. Nada está decidido y aunque parece que los resultados electorales no serán muy diferentes de los actuales, hay factores que pueden influir en la votación como la fuga de empresas, el encarcelamiento de miembros del último gobierno catalán, el desgarro social y familiar...

Foto: El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, y la candidata a la presidencia de la Generalitat, Inés Arrimadas. (EFE)

38. En último término todo se reduce a cómo ofrecer a los ciudadanos de Cataluña algo que les deje satisfechos para que se reintegren con toda su capacidad, que es mucha, a ese proyecto fascinante y siempre inacabado que se llama España, y que esa oferta no cree agravios comparativos en los corazones de los demás españoles. No es fácil pero debe haber un camino. El lendakari ha dado ejemplo poniendo sobre la mesa algunas ideas.

39. Porque solo amenazando no se ganan voluntades, hay que seducir. Y en esta crisis se ha amenazado ya demasiado por ambas partes. A partir del 22-D hay que empezar a hablar de verdad.

40. El hecho de estar en la Unión Europea nos da un marco de referencia y de seguridad que hasta ahora no teníamos. Nuestro propio debate interno puede contribuir a la evolución del proyecto europeo.

41. Y si al final no logramos una solución permanente de nuestros problemas familiares, bastaría con dejarlos encauzados para que nos den otros 40 años de convivencia tan fructífera como los últimos que acabamos de vivir juntos.

42. De conseguirlo dependerá que España siga siendo uno de los países punteros y con mejor calidad de vida del mundo.

Y a esta lista usted le añade y le quita lo que le parezca porque este es un trabajo que debemos hacer entre todos pues España es de todos y este problema también.

Es legítimo estar perplejo ante la situación en la que ha desembocado la crisis provocada por el independentismo en Cataluña. Allí dicen saber lo que quieren pero no saben a ciencia cierta lo que han hecho, si se declaró o no la independencia, la mitad del Gobierno catalán está huido y la otra mitad en la cárcel, y Puigdemont dice que es presidente legítimo no se sabe de qué mientras anima a participar en unas elecciones autonómicas convocadas por el Gobierno central al amparo de la misma Constitución que afirma rechazar. No caben más despropósitos.