La reunión de Alfonso Ussía: PP y Ciudadanos

Hace unos días, el escritor Alfonso Ussía publicaba un artículo titulado 'La reunión' en el que daba cuenta de los debates entre gentes de filiación liberal y conservadora que se reúne cada cierto tiempo para hablar de España y su situación política y social.

Aunque, obviamente, esa 'encuesta' no tiene ningún valor sociológico o científico, sí ofrece algún corolario interesante sobre la pugna descarnada y abierta que se ha abierto entre el Partido Popular y Ciudadanos. Escribe Ussía que en esa 'reunión' los votos a favor del PP han pasado de 18 votos a 4. Y añade: "El cansancio que hoy produce el PP no tiene nada de ficticio. Es abrumador…". Ese es el éxito de las huestes de Albert Rivera. Tampoco hay más argumentos a los que asirse para explicar el 'sorpasso' producido, por ahora, en Cataluña.

Hace un paralelismo histórico propio. Si la antigua Alianza Popular (AP) pudo salir del agujero fue por el desmoronamiento de UCD y la posterior y paulatina incorporación al vagón de Manuel Fraga de los clientes que antes viajaban en los furgones centristas de Adolfo Suárez.

Tengo claro que las circunstancias son bien diferentes de aquellos amaneceres de la Transición y que el PP, pese a todo, todavía tiene suelo

Yo también percibo algo de lo anunciado por el escritor. Pero tengo claro que las circunstancias son bien diferentes de aquellos amaneceres de la Transición y que el PP, pese a todo, todavía tiene suelo. ¿Que puede terminar por perderlo? Naturalmente. Es un hecho que los comicios catalanes le han precipitado unos metros hacia abajo.

Tal y como están las cosas, la batalla por el centro derecha —entre lo viejo y lo nuevo, que diría Rivera— no ha hecho más que empezar, si bien ya suenan bofetadas sonoras. Creo más bien que ese pulso tiene que ver más con lo conocido que lo ignoto. Lo primero tiene un coste (hay que tomar medidas, gobernar) y lo segundo tiene el beneficio de la duda.

El PP tiene organización y militancia (cada vez menos). Ciudadanos tiene la frescura y la hoja en blanco. Esto no ha hecho más que empezar.

Lo único realmente descriptible en este tema es que el arriolismo está muerto. Pero no enterrado.