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El imprescindible debate Sánchez-Casado
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Graciano Palomo

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El imprescindible debate Sánchez-Casado

No entendería una negativa por parte de Sánchez. Tiene todo a favor. Los nueve meses de poder le han servido para, además de para vivir opíparamente, para aprender el arte de la marrullería

Foto: Pedro Sánchez y Pablo Casado, en el Congreso de los diputados. (EFE)
Pedro Sánchez y Pablo Casado, en el Congreso de los diputados. (EFE)

Ya hemos importado —con acierto— tantas cosas de la democracia anglosajona y especialmente la estadounidense que nadie puede ahora venir a poner boina al muñeco.

En lugar de que los líderes quemen pólvora del rey recorriendo lo que nunca visitaron en los rincones de las Españas y se dediquen a prometer lo que ni quieren ni pueden cumplir, deberían intentar arrojar alguna luz a los votantes sobre sus respectivas propuestas en debates que, además de no costar dinero al erario público si se hacen en televisiones privadas, coadyuvarían a esclarecer el panorama sobre quién es quién.

Que yo sepa, y hasta el momento, son cinco los dirigentes que encabezan sus opciones de poder. Nada tengo en contra de que fueran los cinco los que inicialmente debatan a calzón quitado sobre los grandes asuntos que nos embargan, esto es: empleo, pensiones, cultura del mérito, sostenibilidad del sistema sanitario y educativo, así como la propia supervivencia del Estado. A tenor de lo que tenemos ahora mismo y en base también a los sondeos, al menos, lo que no puede faltar es un cara a cara entre el jefe del PSOE y el candidato del Partido Popular, teóricamente, las dos personas con más posibilidades de formar gobierno tras las elecciones del 28 de abril. Escribo teóricamente, porque luego nunca se sabe… O sí.

No entendería una negativa por parte de Sánchez. Tiene todo a favor. Se presenta investido como primer ministro, tiene experiencia en este tipo de lances y dispone de una información superior en los grandes asuntos que le proporciona el hecho de ejercer como jefe del Gobierno. Los nueve meses de poder le han servido para, además de para vivir opíparamente, para aprender el arte de la marrullería.

Contemplando el tema en puridad democrática, resultaría muy difícil explicar el hurto a los españoles que les pagan. ¡Tampoco se pide tanto! Los diez puntos que Sánchez saca a Casado —según Tezanos— es también un argumento a favor de que el inquilino de Moncloa se deje maquillar en algún plató de televisión (privado a ser posible) para dejarnos ver al mismo tiempo si Casado tiene alguna posibilidad futura o hay que mandarle al averno.

Esos diez puntos de diferencia le permiten, incluso, cometer errores.

Ya hemos importado —con acierto— tantas cosas de la democracia anglosajona y especialmente la estadounidense que nadie puede ahora venir a poner boina al muñeco.

Pablo Casado Pedro Sánchez Moncloa Inquilino