Palo Alto
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Cuando la política (y el poder) está en manos de gurús
El objetivo no era y es otro que la conquista del poder y su permanencia en él. Ni el PSOE, ni sus barones, ni sus patas negras pueden poner coto al expansionismo de Redondo
Alexis de Tocqueville sostenía que la acción política debe construirse sobre valores éticos, sobre cimientos sólidos de ideas bondadosas y, a la vez, realistas. De la cabeza del intelectual y tratadista francés surgió por vez primera el aviso acerca del peligro que ya se cernía sobre el mundo a modo de "cesarismo populista".
Gran parte de lo que sucede ahora mismo en España —por ende, en el mundo libre— se debe a gurús que, sin estar al mando de especiales responsabilidades, ni tener que dar cuenta ante los contribuyentes de nada, influyen poderosamente en las decisiones del "señorito" al que sirven.
"Gurús" que, sin tener que dar cuenta ante los contribuyentes de nada, influyen poderosamente en las decisiones del "señorito" al que sirven
En Europa, 'grosso modo', inició el rally Alistair Campbell, el asesor de Tony Blair que llevó al marido de Cheri a las más altas cotas del poder y el liderazgo europeo y mundial. Habría luego una larga lista de "gurús" a su imagen y semejanza en el mundo libre; Trump no sería Donald sin la guía ideológica/estratégica de Steve Bannon.
Me interesa fijarme en el caso español. Los dos más famosos son Pedro Arriola e Iván Redondo. El sociólogo sevillano marcó durante cuatro décadas una impronta en el centro derecha desde una posición exclusivamente "técnica", esto es, que sin remilgos ideológicos o valores especialmente llamativos condujera al PP al poder. Ese "Camelot" envuelto en orgías de poder excesivo y aplicado sin miramientos (Aznar) duró mientras el andamiaje aguantó y se llevó por delante circunstancias extraordinarias que no tenía previstas en su bien pagado cuaderno de bitácora.
Luego apareció Iván Redondo precisamente en el sitio que ideológicamente parecía equivocado; a la pituitaria de Pedro Sánchez le importó aquello tanto como una higa. El objetivo no era y es otro que la conquista del poder y su permanencia en él. Ni el PSOE, ni sus barones, ni sus patas negras pueden poner coto al expansionismo de Redondo.
La guinda al resto del relato la pone el lector avisado.
Alexis de Tocqueville sostenía que la acción política debe construirse sobre valores éticos, sobre cimientos sólidos de ideas bondadosas y, a la vez, realistas. De la cabeza del intelectual y tratadista francés surgió por vez primera el aviso acerca del peligro que ya se cernía sobre el mundo a modo de "cesarismo populista".