Palo Alto
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Leyendas sobre Iván, el terrible
Sin dejarse impresionar por el oropel que Sánchez le ha colocado, cuando va al baile se puede concluir con objetividad que no es el premio nobel con el que babean algunos
De tanto poder va a terminar por creerse que es de verdad. Y, sencillamente, no lo es. Es un tipo que seguro hubiera tenido éxito vendiendo automóviles usados en un concesionario de Miami.
Si se analiza en profundidad, sin dejarse impresionar por el oropel que Sánchez le ha colocado sobre las espaldas cuando va al baile se puede concluir con una cierta objetividad que no es el premio nobel con el que babean algunos deudos. ¿Significa ello que es un mediocre consultor político al uso? No. ¿Significa que estamos ante un genio de la naturaleza inanimada? Rotundamente tampoco. Porque si lo fuera no hubiera dejado en el arroyo a su primer gran cliente llamado Monago. O hubiera hecho 'president' al bueno de Xavi García Albiol. Su legado —hasta el momento— es llamativo, pero mero humo. Fanfarria sobrellevada a lomos de un mentiroso compulsivo. Bien lo sabe él. Mejor que nadie.
Ha tenido la suerte de que su actual cliente —el hombre de los "escrúpulos" (sic)— es un alumno aventajado de Nicolás de Maquiavelo y ello en su trabajo es un agradecimiento sinfín. Ahora, parece que una modificación de la estructura básica de la Presidencia del Gobierno, vía Decreto (lo que gusta a Sánchez), le coloca como el auténtico presidente (bis) del Ejecutivo. Si sus conocimientos de las instituciones políticas democráticas del mundo libre, fundamental de Estados Unidos y Alemania, son tan profundos como presume, se habrá percatado ya de que algo choca con la legalidad y hasta con el sentido común.
Si ya antes de la formalización del nuevo Gabinete Redondo era objeto de inquietudes dentro del PSOE, imagino lo que los anti-Iván están perpetrando (o intentando) ahora.
Un conocedor en esencia de los sistemas de gobierno democráticos del mundo libre debe saber que su obediencia fundamental es a la Nación que le paga, no sometimiento perruno, y desde la lealtad, a un circunstancial cliente al que la suerte no puede sonreír toda la noche en el casino.
De tanto poder va a terminar por creerse que es de verdad. Y, sencillamente, no lo es. Es un tipo que seguro hubiera tenido éxito vendiendo automóviles usados en un concesionario de Miami.