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La gran responsabilidad de la oposición
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Graciano Palomo

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La gran responsabilidad de la oposición

Pablo Casado e Inés Arrimadas tienen la obligación moral, política y ciudadana de ponerse de una vez por todas de acuerdo para ofrecer a los españoles un proyecto

Foto: El presidente del PP, Pablo Casado, y la lideresa de Cs, Inés Arrimadas. (David Mudarra)
El presidente del PP, Pablo Casado, y la lideresa de Cs, Inés Arrimadas. (David Mudarra)

Un vistazo somero y hasta amable a la situación general que ofrece España en la coyuntura no ofrece posibilidad de resquicio alguno al optimismo. Un Gobierno que no está, casi mejor; un Gobierno técnicamente malo que solo gobierna para un tercio (como mucho) de los españoles (los estrictamente suyos); un Gobierno que no tiene mucho recorrido, ni talento, ni cuajo, ni ideas para las grandes transformaciones que el país necesita, ni siquiera si llegara el prometido (por Sánchez) maná europeo.

Soy de aquellos que, en situaciones como la actual, el normal cambio de poder en una democracia debe ser aún más normal, siempre y cuando una mayoría de españoles lo considere oportuno y necesario. Es decir, dar paso a la alternativa como ha ocurrido, por ejemplo y recientemente, en los Estados Unidos de América. Pero para escogerla en las urnas antes tiene que existir.

De las pocas verdades que el vicepresidente Iglesias ha dicho en sede parlamentaria refiriéndose a la oposición es que nunca se sentará en el Consejo de Ministros. Deseo entender que el jefe podemita ha dicho aquello por su actual cuarteo y división.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE) Opinión
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Pablo Casado e Inés Arrimadas tienen la obligación moral, política y ciudadana de ponerse de una vez por todas de acuerdo para ofrecer a los españoles un proyecto unido, moderado, creíble y serio que sea capaz de muñir una mayoría electoral, social y parlamentario que ponga fin a la dependencia de Sánchez de separatistas, bilduetarras y neocomunistas demodés, más antiguos que los bolcheviques entrando mosquetón en ristre en la Duma. Posteriormente, tendrá que ser la responsabilidad de la derecha más dura (que existe y es perfectamente descriptible) la que asuma su parte alícuota, si es que, en efecto, no desean que el doctor se perpetúe.

Se puede observar demasiado tacticismo entre ellos; un afán por conservar posiciones que apenas sirven para otra cosa que mantener el particular estatus de sus líderes. Una mayoría social que late en la sociedad española y se puede describir exige otra cosa.

Salvo que entre unos y otros decidan que lo mejor que puede ocurrir a la sufrida y callada ciudadanía española sea eso. Que Sánchez continúe.

Un vistazo somero y hasta amable a la situación general que ofrece España en la coyuntura no ofrece posibilidad de resquicio alguno al optimismo. Un Gobierno que no está, casi mejor; un Gobierno técnicamente malo que solo gobierna para un tercio (como mucho) de los españoles (los estrictamente suyos); un Gobierno que no tiene mucho recorrido, ni talento, ni cuajo, ni ideas para las grandes transformaciones que el país necesita, ni siquiera si llegara el prometido (por Sánchez) maná europeo.

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