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Sánchez quiere reformar España utilizando Cataluña como ariete
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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Sánchez quiere reformar España utilizando Cataluña como ariete

Escuchen a Iceta. Anunció los indultos hace tres años y ahora dibuja cuál es la rendija por la cual se intentará abordar la salida al conflicto político catalán

Foto: El ministro de Política Territorial, Miquel Iceta. (EFE)
El ministro de Política Territorial, Miquel Iceta. (EFE)
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Si quieren saber por dónde va a rodar la pelota de las negociaciones entre el Gobierno español y el catalán, y más concretamente entre el PSOE y ERC, escuchen a Miquel Iceta cuando habla. Anunció los indultos hace tres años y ahora dibuja, como ministro de Política Territorial, cuál es la rendija por la cual se intentará abordar la salida al conflicto político catalán. Además, puede que en el futuro, cuando sea que se concrete la tan cacareada crisis de Gobierno de Pedro Sánchez, Iceta acumule galones de vicepresidente y su ascendencia sobre la agenda catalana sea todavía más notable.

Ayer, entrevistado en el matinal de Catalunya Ràdio, el ministro no dio grandes titulares. Pero sí dejó multitud de detalles que, tomados en su conjunto, permiten elaborar hipótesis plausibles sobre qué es lo que tiene el Gobierno de España en la cabeza: más autonomismo. Eso sí, habillado con la ropa de domingo, que en el caso de la descentralización equivale al traje federal.

Iceta aconsejó en primer lugar que nos olvidemos del reloj y también del calendario de pared. Esto va para largo. No hay prisa. Lo que tenga que ser, si acaba siendo, requerirá mucha maduración. Si llevamos 10 años con la cruz a cuestas, no nos hagan correr ahora, vino a decir con otras palabras.

Segundo, el Gobierno de España parece convencido —al menos Iceta lo está— de que los catalanes deben votar la propuesta que acabe saliendo de la mesa de negociación. Sabe el ministro que la idea de votar está tan enraizada en el independentismo que cualquier acuerdo que no sea refrendado en las urnas no podrá presentarse como una solución legitimada por todas las partes.

A partir de aquí, ¿qué votar?, todo se torna menos explícito. Pero, aun así, se entrevé con cierta claridad que el proyecto socialista en la mesa de negociación, al menos en la cabeza del ministro Iceta, que es a la vez el adalid federalista más vehemente dentro del PSOE, pasa por utilizar Catalunya como un teatro de operaciones experimental para acabar haciendo de toda España una realidad federal.

Se busca una especie de carambola mediante la cual el problema catalán, imposible de resolver por otra vía, acaba provocando un movimiento sísmico que reorganiza España entera, reforma de la Constitución mediante, ajustando su arquitectura institucional a la que los socialistas dibujaron en la Declaración de Granada de julio de 2013 o en su programa electoral del 2016.

placeholder El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con Miquel Iceta. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con Miquel Iceta. (EFE)

Los diferentes movimientos de esta partida de ajedrez serían los que siguen: los catalanes se pronuncian a favor de una reforma constitucional de carácter federalizante. Una vez queda claro que Catalunya se suma a un proyecto de reforma, en lugar de seguir apostando por uno de ruptura, parte de la derecha española acepta el mal menor y consiente en una reforma constitucional que también modificaría el lugar en el mundo del resto de comunidades autónomas. La reforma constitucional sale adelante, se apagan las luces y todo el mundo come perdices. Solo con escribirlo uno ya cae en la cuenta de por qué Iceta aconseja tirar los relojes y calendarios a la basura y comprar envases industriales de paciencia. Largo y difícil me lo fiais.

Las dificultades para hacer realidad este oca a oca y tiro porque me toca son de aúpa. La primera pasa porque el independentismo acepte una votación consultiva sobre las virtudes de una reforma constitucional federalizante que no incluya la posibilidad de pronunciarse, al mismo tiempo, sobre la independencia. Pero, imaginando todos los escenarios favorables —esa votación se hace en los términos que imagina Pedro Sánchez y, además, obtiene el apoyo popular en las urnas consultivas—, después faltaría que esa reforma constitucional se hiciese realidad. Y, tal como están las cosas en la política española, no es fácil imaginar que eso vaya a ser factible, aun cogiendo por la solapa a la derecha española y amenazándola con las consecuencias de no dar cumplimento a esas expectativas votadas en Catalunya, a las que sumarían su apoyo otras comunidades autónomas como la Comunitat Valenciana o las Illes Balears, y que alejaría definitivamente el fantasma de la secesión que ha situado a España en un marco de inestabilidad sistémica irreparable al menos hasta que no se solucione el problema de fondo. La verdad es que es un castillo de naipes tan imaginativo que puede caerse incluso antes de ir a comprar la baraja con la que construirlo.

Además, el federalismo tiene muy mal predicamento entre el soberanismo, que lo considera una opción política irrealizable, en la medida que requiere una reforma constitucional ambiciosa que se da por hecho que siempre acabará bloqueándose. El programa de sátira política de TV3 estuvo varias temporadas sacando jugo a un personaje al que llamaban el “duende del federalismo”. Un carácter propio de los cuentos de hadas que solo existía en la cabeza de los socialistas catalanes para combatir el independentismo con una zanahoria inalcanzable.

Foto: Sesión de control al gobierno

Aunque es cierto que los indultos, la futura reforma de la ley de sedición (a la que ayer Miquel Iceta volvió a referirse como un proyecto activo que tarde o temprano verá la luz) y la constante apelación por parte del Gobierno a la necesidad de trabajar con lealtad en la mesa de negociación para alcanzar un acuerdo están empezando a ablandar algunos prejuicios al respecto. En todo caso, es un escenario que resulta inviable sin la plena complicidad de ERC que tendría no pocas dificultades para explicarlo a su electorado.

Sea como sea, empiezan a verse las cartas que cada uno quiere poner encima de la mesa. Pero recuerden, tómense su tiempo porque esto va para largo. Si se le hizo larga la serie El Proceso I, cárguese de paciencia porque El Proceso II también viene cargadita de episodios. Y como en toda telenovela, sea turca, venezolana o española, el guion —excepción hecha de las primeras entregas— va escribiéndose sobre la marcha mientras los espectadores hacemos conjeturas. Después nos matan al protagonista en el segundo capítulo y todo acaba en papel mojado.

Si quieren saber por dónde va a rodar la pelota de las negociaciones entre el Gobierno español y el catalán, y más concretamente entre el PSOE y ERC, escuchen a Miquel Iceta cuando habla. Anunció los indultos hace tres años y ahora dibuja, como ministro de Política Territorial, cuál es la rendija por la cual se intentará abordar la salida al conflicto político catalán. Además, puede que en el futuro, cuando sea que se concrete la tan cacareada crisis de Gobierno de Pedro Sánchez, Iceta acumule galones de vicepresidente y su ascendencia sobre la agenda catalana sea todavía más notable.

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