Pesca de arrastre
Por
Un Papa rojo y separatista
“Yo no sé si España está reconciliada con su propia historia, sobre todo la del siglo pasado. Y si no lo está, creo que ha de hacer un paso de reconciliación con la misma historia"
“Yo no sé si España está reconciliada con su propia historia, sobre todo la del siglo pasado. Y si no lo está, creo que ha de hacer un paso de reconciliación con la misma historia, lo que no quiere decir claudicar de las actitudes propias, sino entrar en un proceso de diálogo y reconstrucción”. Es la respuesta del papa Francisco a una de las preguntas de la entrevista en exclusiva que Carlos Herrera hizo al santo padre para su programa en COPE y que fue emitida el miércoles.
Como era de esperar, esta parte del discurso —que incluía también una desdramatización de los procesos de independencia y la afirmación de que el concepto unidad nacional es fascinante, pero que no puede valorarse jamás sin la reconciliación de los pueblos— ha pasado desapercibida para la mayoría de los medios de comunicación, a excepción de los de Barcelona.
Solo algunos columnistas, para atizarle al Papa por su ignorancia o impericia, se han referido a estas afirmaciones concretas desde la capital de España. Por el contrario, en Cataluña, han sido más o menos celebradas por cuanto suponen un apoyo explícito al posicionamiento de la jerarquía eclesiástica española —y en particular al arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella— favorable en su día a la concesión de los indultos a los presos independentistas. Posición que, recordemos, les valió a los obispos severas críticas por parte de quienes parecen añorar el mundo nacionalcatólico en el que la cruz siempre coincide con determinados planteamientos políticos.
Naturalmente, las palabras del papa Francisco cuando habla de temas mundanos tienen únicamente el valor que cada uno quiera darle. Si hablas de política, tienes trato de político. Así que, por situarnos en el extremo, habrá quien lo despache con desprecio, convencido de que nada sensato puede esperarse de un Papa rojo, comunista, peronista, ignorante, y amplíe cada uno a su gusto el listado de atributos peyorativos. Habrá también quien, con la voluntad de salvarle, atribuirá su discurso a los malos consejos y las peores lecturas.
Más allá de que la respuesta fuera a una pregunta sobre la independencia de Cataluña, lo más relevante es que el Papa cuestiona con sus afirmaciones el discurso hasta hace unos años hegemónico sobre la Transición española como un modélico ejercicio de reconciliación entre españoles. La hegemonía de este discurso, puertas adentro, duró prácticamente sin fisuras hasta la aparición de Podemos —en el eje derecha/izquierda— y el proceso catalán, en el eje territorial.
Desde entonces, la muletilla 'régimen del 78', expresiones como 'la estafa de la Transición' o, en los casos más deshonestos, afirmaciones del tipo 'el franquismo sin Franco' se han popularizado en el lenguaje político a la izquierda del PSOE y entre el nacionalismo, consiguiendo que una parte nada desdeñable de la ciudadanía española milite ahora en posiciones ideológicas que suponen una enmienda a la totalidad de la Transición.
Cabe preguntarse por qué motivo un jefe de Estado como el Papa hace suya esa conclusión, que hace poco hubiese resultado inimaginable
Va ganando adeptos una mirada sobre la Transición que ha dejado de considerarla el fruto del esfuerzo y la generosidad de los que la protagonizaron, para observarla tan solo como el único resultado posible de la suma de debilidades que cada una de las familias de ese momento —franquistas, reformistas, rupturistas, militares, etc.— acumulaba. No fue un ejercicio de voluntad, sino de mera supervivencia. Desde esta aproximación, su valor como ejemplo de algo es tendente a cero y se niega de paso reconciliación alguna, en la medida en que no se trató de otra cosa que una obligación que no admitía escapatoria.
Juzgar el pasado desde el presente acumula la ventaja deshonesta del presentismo, naturalmente. Pero el resultado es el que es. Hoy, la mirada monolítica sobre la Transición como un ejemplo, aunque cuente todavía con muchos embajadores y siga reverenciándosela en muchos salones, se ha desquebrajado. Y eso es lo que hay detrás de las palabras del Papa, sepa poco, mucho o nada de historia de España.
Cabe preguntarse por qué motivo un jefe de Estado como el papa Francisco hace suya esa conclusión, que hasta hace poco hubiese resultado inimaginable. Podemos quedarnos con la respuesta más cómoda y, a la vez, más gratificante. Esto pasa por acusar siempre a otro de haber roto la vajilla de la familia.
Lo más sencillo es abusar de una doble acusación: la demagogia de Podemos y la del soberanismo es la única responsable de que el tesoro que hasta hace poco representaba para la historia de España la Transición haya quedado reducido a ojos de gente tan relevante como el Papa —es solo uno entre tantos que piensan igual— a una simple baratija de mercadillo. Pero lo cierto es que, aun siendo verdad que los culpables no están ni en desiertos remotos ni montañas lejanas, quizá sería más honesto que cada uno se preguntase qué es lo que ha puesto de su parte para que las cosas hayan acabado situadas en este punto.
El Papa obvia que hubo reconciliación. Pero se acerca a la verdad si solo juzga por el presente. Porque es cierto que ha dejado de haberla
El Papa obvia que hubo reconciliación. Porque la hubo. Pero se acerca a la verdad si juzga únicamente por el presente. Porque también es cierto que ha dejado de haberla y que es necesario recuperarla. ¿En qué momento dejó de regarse y podarse el espíritu de la Transición? ¿Cuándo se abandonó la idea de que toda construcción humana tiene un momento de máximo rendimiento, pero que sin mantenimiento y reforma tiende inevitablemente a su obsolescencia?
Naturalmente, cada uno tendrá una respuesta diferente a estas cuestiones. Pero con independencia de cuáles sean, las palabras del papa Francisco invitan a la reflexión. Porque señalan claramente que el revisionismo va ganando la partida. Y por algo será. Es a ese algo a lo que debería ponerse remedio. El diálogo es el camino, dice Francisco. Claro que uno siempre puede pensar que este Papa es un imbécil que no sabe de lo que habla. Pero sepa entonces que esa autarquía mental no hubiese hecho posible la Transición ni esa reconciliación ya lejana que ahora el líder de la Iglesia cuestiona abiertamente.
“Yo no sé si España está reconciliada con su propia historia, sobre todo la del siglo pasado. Y si no lo está, creo que ha de hacer un paso de reconciliación con la misma historia, lo que no quiere decir claudicar de las actitudes propias, sino entrar en un proceso de diálogo y reconstrucción”. Es la respuesta del papa Francisco a una de las preguntas de la entrevista en exclusiva que Carlos Herrera hizo al santo padre para su programa en COPE y que fue emitida el miércoles.
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