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Pesca de arrastre
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Barcelona mata al pesebre navideño para honrar el Big Bang cósmico
El tradicional belén que se montaba en la Plaza Sant Jaume dará paso a una estrella de veinte puntas bautizada como 'Origen' que simbolizará la gran explosión que dio origen al universo, el Big Bang
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El pesebre desaparecerá este año del espacio público de Barcelona. El tradicional belén que se montaba en la Plaza Sant Jaume, con el Ayuntamiento a un lado y la Generalitat al otro, dará paso a una estrella de veinte puntas bautizada como 'Origen' que simbolizará la gran explosión que dio origen al universo, el Big Bang.
Se esfuma así uno de los debates recurrentes de la capital catalana por estas fechas, consistente en alabar o criticar el pesebre que cada año proponía el Ayuntamiento.
A decir verdad, la decisión de aniquilarlo cambia poco las cosas. Hace ya muchos años que lo más normal venía siendo que el belén adquiriera un carácter cada vez más conceptual y metafórico. En realidad desde hace más de una década lo que se plantaba en la plaza podía ser cualquier cosa menos un pesebre. Era ya habitual que el pesebre sirviese únicamente para rendir pleitesía a la agenda política del momento. Cuanto menos se pareciera a un belén navideño mucho mejor, no fuera el caso que su visión traumatizase a un ateo, a un agnóstico o a un practicante de cualquier otra religión. El pesebre de Barcelona que ahora se pierde no era ya más que una extensión de la asignatura de educación en valores políticos de determinado signo.
Lo que se hace este año es sólo dar un paso más: expulsarlo definitivamente de la plaza pública y sustituir su simbolismo por otro que no plantee dudas sobre la laicidad municipal. Nada nuevo. La guerra al pesebre por parte de la izquierda es persistente. Son incontables las escuelas, particularmente públicas, que en Cataluña hace muchos años decidieron apuntarse a la moda de sustituir el pesebre por “poblados de invierno”.
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Del pesebre, al que vive empachado de ideología, le molesta todo. Que sea un símbolo religioso cristiano, que remita a una tradición ya milenaria, que represente la alegría de un nacimiento, que los padres estén representados por un hombre y una mujer. También que los pastores rebosen de felicidad a pesar de su miseria y no estén pensando en la revolución o la intromisión monárquica con los tres reyes venidos de oriente. Pero sobre todo que actúe como una herramienta pedagógica y educativa para los más pequeños, fijando en ellos, ciudadanos del futuro, una visión arcaica, retrógrada y conservadora de los roles sociales.
Algo hay de ironía en el párrafo anterior, pero no mucha. En realidad, estas chorradas son de lo más compartidas por la mayoría de los enemigos del pesebre, que las creen a pies juntillas. Servidor las ha escuchado y las ha discutido. No son un invento.
El mensaje de Jaume Collboni asesinando el pesebre es de una claridad meridiana: Barcelona reniega de su tradición en el espacio público
El mensaje de Jaume Collboni asesinando el pesebre es de una claridad meridiana: Barcelona reniega de su tradición en el espacio público. Porque, con fe o sin ella, el belén es parte del paisaje italiano y español. Un elemento principal de la Navidad que galvaniza el sentimiento comunitario y de pertenencia, rebasando el componente religioso que acompañó su nacimiento hace un milenio.
Su eliminación encaja perfectamente con las ínfulas elitistas del globalismo izquierdista: ahora se nos quiere ciudadanos del mundo que celebran el Big Bang. No somos de ninguna parte, únicamente somos fruto del azar.
De ahora en adelante, en Barcelona la Navidad pasa a ser la excusa para celebrar cualquier cosa. Desde la extinción de los dinosaurios al descubrimiento de la penicilina, pasando por el hundimiento del Titanic.
Las tradiciones mueren cuando dejan de tener sentido para la comunidad que las celebra
Hay que arrancarle al hombre moderno cualquier elemento que lo enraíce con el pasado del que forma parte. Se pretende un individuo que crea que todo nace y muere con él, sin raigambre alguna con una tradición determinada.
Hojas desprendidas de un árbol que da igual donde caigan porque están al albur del viento que sople. Personas sin más asidero que el presente que habitan, sin posibilidad de remitirse al pasado para conocerse o al futuro para cerciorarse de que sin ellas, su mundo conocido de algún modo seguirá existiendo. El robo de la tradición, cuando esta todavía está viva, es un expolio emocional.
El pesebre resucitará. No a los tres días. Con Jaume Collboni como alcalde, quizás tampoco en tres años. Pero volverá a la plaza Sant Jaume. Las tradiciones mueren cuando dejan de tener sentido para la comunidad que las celebra.
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Pero matarlas al gusto del político de turno no resulta tan sencillo. Y a Barcelona, que va siendo cada día menos Barcelona para ser un agregado de individuos llegados de todo el mundo sin sentir comunitario alguno, aún le queda cuerda suficiente para que volvamos a ver el belén montado en la plaza.
El último pesebre llegará. Pero no cuando lo diga Collboni. Y para Big Bang lo que sucede en las cabezas de algunos de nuestros representantes públicos.
El pesebre desaparecerá este año del espacio público de Barcelona. El tradicional belén que se montaba en la Plaza Sant Jaume, con el Ayuntamiento a un lado y la Generalitat al otro, dará paso a una estrella de veinte puntas bautizada como 'Origen' que simbolizará la gran explosión que dio origen al universo, el Big Bang.