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La imposible centralidad de Junts con Puigdemont al frente
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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La imposible centralidad de Junts con Puigdemont al frente

Puigdemont manda más que nunca y donde hay un liderazgo es imposible que crezcan otros alternativos. El viaje será con Puigdemont y será hasta donde él quiera

Foto: El nuevo presidente de Junts, Carles Puigdemont, interviene por videoconferencia durante la última jornada del Congreso de Junts en Calella. (Europa Press/Glòria Sánchez)
El nuevo presidente de Junts, Carles Puigdemont, interviene por videoconferencia durante la última jornada del Congreso de Junts en Calella. (Europa Press/Glòria Sánchez)
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Domingo por la mañana, Santa Úrsula. Festividad en Valls (Tarragona), kilómetro cero de la afición castellera en Cataluña. Entre los integrantes de la Colla Vella dels Xiquets de Valls destaca Albert Batet, presidente del grupo parlamentario de Junts en el Parlament. El congreso de su partido en Calella todavía está en marcha. Pero Batet no ha querido perderse la oportunidad de vestir la camisa de su colla en el derbi casteller de su ciudad. Tan plácido ha sido el cónclave de Junts que uno de sus militantes más insignes, satisfecho, se salta las últimas horas de la cita congresual para dedicarse a su afición más patriótica: levantar torres humanas en la Plaça del Blat. Batet seguirá siendo presidente del grupo parlamentario. No es poca cosa, teniendo en cuenta las voces que apuntaban a su sustitución una vez celebrado el Congreso.

El fin de semana no fue placentero sólo para Batet, sino para Junts en general. Una balsa de aceite, como sucede siempre que los perdedores llegan ya muertos a un Congreso. “Un éxito total. Un entierro perfecto de Laura Borràs y sus peones. Por fin volvemos a ser un partido”, decía un destacado dirigente de Junts a modo de resumen de la cita en Calella el sábado por la tarde.

Así es en cierto modo. Junts se ha purgado de los exponentes de la “nueva política” que habían colonizado sus estructuras desde su nacimiento, cuando Puigdemont quiso que se asemejara más a un movimiento que a una formación política. Ahora el líder se encomienda definitivamente al modo de funcionar más clásico y ortodoxo: primero el partido, después el partido y finalmente el partido.

La narrativa oficial en lo organizativo dice que Puigdemont ha recuperado la presidencia y que su fiel escudero, Jordi Turull, renueva en la secretaría general, pero esta vez ejerciendo sin los equilibrios en la ejecutiva a los que estaba obligado por su guerra con Laura Borràs y sus adláteres. Todo esto es cierto, pero no del todo. En realidad, estas cosas eran así desde hace mucho antes del Congreso. La reunión de Calella sólo ha formalizado lo que ya era una realidad desde hace bastante tiempo.

Foto: Carles Puigdemont en la panatalla del Congreso de Junts. (EFE)

El discurso oficial promocionado por el partido también dice que Junts ha aterrizado definitivamente en el espacio del centroderecha desde el punto de vista programático. Esto también es relativo. Hace dos años ya se forjó la estructura de este paraguas ideológico en un cónclave programático. Ahora se vuelve sobre esas ideas para acentuarlas de nuevo. Pero tampoco esto es en sí mismo una novedad. Sí lo es que para no abandonar a los votantes y militantes izquierdistas que confían en Junts por considerar que es el único partido independentista que sigue creyendo en el valor del referéndum de octubre de 2017, se cuente con la ayuda de un blanqueador en forma de corriente de izquierdas autorizada que liderará intelectualmente el historiador Agustí Colomines.

La verdadera novedad del Congreso está en lo que no hemos escuchado en las declaraciones formales. Y no es otra que la aceptación por parte de Carles Puigdemont de que el partido está en realidad electoralmente en el punto más bajo de su trayectoria como formación política y que se han perdido centenares de miles de votos en el último ciclo electoral que va a ser imposible recuperar sin una rectificación que sea percibida como tal por el electorado.

Foto: Carles Puigdemont en la pantalla del Congreso de Junts en Calella. (EFE)

De ahí la insistencia en la centralidad, el catalanismo, el que Junts sea un partido que puedan votar independentistas y no independentistas. Y por el mismo motivo la insistencia en la importancia de las políticas sectoriales. Todo adornado, claro, con las florituras de Puigdemont que cada vez dicen menos sobre acabar el trabajo de octubre de 2017, crear las condiciones necesarias para intentar de nuevo un pulso al estado y demás soflamas, unos días más incendiarias, otros menos, dirigidas a su público netamente independentista. Un público que ya no es suficiente para ganar elecciones en Cataluña y al que se pretende sumar de nuevo al multitudinario grupo de los que se fueron marchando en los últimos años a medida que el espacio político que Puigdemont heredó de Mas persistía en su radicalización.

El núcleo duro del partido tras el congreso del fin de semana - Míriam Nogueras, Antoni Castellà, Mònica Sales y Josep Rius, capitaneados por Jordi Turull- será una extensión de Puigdemont a través de otros cuerpos. Ellos serán los encargados de poner en marcha esta estrategia que consiste en hacer realidad los postulados sobre los que Jaume Giró, exconseller de economía de Junts, llevaba más de dos años insistiendo: hacer de Junts un partido al que puedan acabar votando de nuevo independentistas y no independentistas porque es percibido, como en los tiempos de Mas o Pujol, como una formación útil en cuestiones sectoriales.

Está claro lo que se intenta. Otra cosa es que Junts pueda conseguirlo con la orla de hombres y mujeres escogidos para este viaje, empezando por el propio Carles Puigdemont que no renunciará a la retórica en la que vive atrapado. ¿Cómo puede llevar una formación política a la centralidad el hombre que la sacó de ella? Como dicen los anglosajones, es muy difícil enseñar trucos nuevos a un perro viejo. Y Puigdemont es, políticamente, muy, muy viejo.

Foto: El expresidente de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont, en un acto de JxCAT. (EFE/Pablo Garrigós)

Por debajo, el partido -alcaldes, aspirantes a alcaldes y multitud de cuadros territoriales- siguen engañándose a sí mismos. Creen que ese viaje a la centralidad es imprescindible y ha de hacerse obligatoriamente. Pero creen que al mismo tiempo es una buena noticia conservar el activo político que representa Carles Puigdemont. En realidad, Puigdemont es un activo no por lo bien que le ha ido a Junts, sino por lo mal que le ha ido a ERC. Creen, además, en que el expresidente de la Generalitat dejará esta vez crecer la hierba bajo sus pies y que poco a poco irán construyéndose nuevos liderazgos que acaben por dar credibilidad a ese giro que pretende Junts. Se equivocan en lo básico. Puigdemont manda más que nunca y donde hay un liderazgo es imposible que crezcan otros alternativos. El viaje será con Puigdemont y será hacia y hasta donde él quiera. En este sentido no ha sido un Congreso. Ha sido una coronación. Otra más.

Domingo por la mañana, Santa Úrsula. Festividad en Valls (Tarragona), kilómetro cero de la afición castellera en Cataluña. Entre los integrantes de la Colla Vella dels Xiquets de Valls destaca Albert Batet, presidente del grupo parlamentario de Junts en el Parlament. El congreso de su partido en Calella todavía está en marcha. Pero Batet no ha querido perderse la oportunidad de vestir la camisa de su colla en el derbi casteller de su ciudad. Tan plácido ha sido el cónclave de Junts que uno de sus militantes más insignes, satisfecho, se salta las últimas horas de la cita congresual para dedicarse a su afición más patriótica: levantar torres humanas en la Plaça del Blat. Batet seguirá siendo presidente del grupo parlamentario. No es poca cosa, teniendo en cuenta las voces que apuntaban a su sustitución una vez celebrado el Congreso.

Junts per Catalunya Carles Puigdemont
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