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Esfuerzo y tribulación

Es el esfuerzo de años lo que posibilita el éxito en el proceso de selección y el posterior acceso a un buen puesto de trabajo

Foto: Imagen de Mohamed Hassan en Pixabay.
Imagen de Mohamed Hassan en Pixabay.

En este tiempo de coronavirus, cuyas resonancias mediáticas parecen acercarnos a las plagas bíblicas, conviene recordar la fortaleza de nuestro sistema sanitario. Bloomberg nos consideraba el pasado 24 de febrero el país más saludable del mundo. En el estudio que citaba, se señalaba que en 2040 nuestra esperanza media de vida alcanzaría los 86 años.

Uno de los pilares sobre los que se asienta nuestra calidad de vida y nuestro sistema sanitario son nuestros médicos, formados en una cultura de esfuerzo continuo. Solo con las mejores calificaciones en Bachillerato y en la prueba de acceso a la universidad se accede a las mejores universidades.

Tras seis años de estudio, se someten a un examen sobre los conocimientos adquiridos, único para toda España. Los que obtienen las mejores calificaciones escogen especialidad y hospital en el que quieren cursarla. Tras 10 u 11 años de formación, con varios años de experiencia hospitalaria, no tienen plaza de trabajo. Solo los mejores, una vez más, van poco a poco obteniendo un puesto fijo en los diferentes escalafones hospitalarios.

Foto: (iStock) Opinión
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En el MIR 2020, ha sido la Universidad Complutense de Madrid la que más alumnos ha colocado entre los 10 primeros, lo que evidencia que la calidad no es una cuestión que se dirima entre lo público y lo privado, sino que solo depende de la exigencia docente.

No solo en medicina. En el ámbito jurídico, el máster de acceso a la abogacía de la Universidad pública Carlos III de Madrid es el que goza de mayor predicamento entre los grandes despachos de abogados nacionales e internacionales. De nuevo, nos encontramos con un número de plazas relativamente reducido, la exigencia de un alto nivel de inglés y de una nota media elevada durante la carrera para poder cursarlo. Es de nuevo el esfuerzo de años lo que posibilita el éxito en el proceso de selección y el posterior acceso a un buen puesto de trabajo.

Foto: (Reuters) Opinión
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También en el ámbito privado contamos con ejemplos de éxito en la enseñanza y formación de profesionales. Nuestras escuelas de negocios en Madrid y Barcelona, como IESE, Esade o Instituto de Empresa (IE), figuran destacadas en los 'rankings' internacionales. Es más que notable la capacidad de atracción del IE de estudiantes internacionales a sus aulas, tanto en los grados universitarios como en los diferentes másteres que ofrece. De nuevo nos encontramos con un nivel exigencia elevado que garantiza la calidad del resultado final.

Toda esta argumentación de la exigencia como criterio rector de la formación de las nuevas generaciones viene al hilo de la nueva Ley de Educación que prepara el Gobierno. Acabaremos con el tradicional ruido en torno a la enseñanza concertada y a la enseñanza en español en Cataluña, pero pasaremos de puntillas sobre la cuestión de fondo: el grado de exigencia necesario para que nuestro sistema educativo adecúe la formación de nuestros niños y jóvenes a lo que la vida les va a requerir.

Foto: Pedro Sánchez recibe a un grupo de estudiantes. (EFE)

La educación obligatoria y gratuita, la generalización de la enseñanza, no puede ser incompatible con un proceso de selección basado en la igualdad y la exigencia. Proceso que debe empezar por los docentes. Luis Gómez Llorente, catedrático de Filosofía, antiguo dirigente de la corriente Izquierda Socialista dentro del PSOE, en una conferencia pronunciada en 2009 en la que glosaba la figura de Rodolfo Llopis, director general de Enseñanza Primaria en el primer Gobierno de la República (1931-33) y años después secretario general del PSOE, decía: "De ahí que sus mejores y más creativos esfuerzos se encaminaran a renovar el magisterio, su formación inicial, su régimen de acceso a la función pública (en lo que no rehúye, sino que insiste, en la palabra selección), su actualización periódica, su estatus profesional e incluso su consideración social". En efecto, en el decreto de 29 de septiembre de 1931 por el que se aprueba la reforma de las Escuelas Normales, dedicadas a la formación del profesorado, se establece el ingreso a través de un examen-oposición.

La tradición socialdemócrata, en este caso perfectamente compartible, es que nadie, por escasez de recursos económicos, se vea privado de una formación, sea del nivel que sea, a la que por su esfuerzo y capacidad intelectual pudiera acceder. El 'progresa adecuadamente', la relajación de los criterios para pasar de curso, la devaluación de la prueba de acceso a la universidad en un enésimo proceso de permisividad autonómica son medidas que no se insertan en ninguna tradición política ni de izquierdas ni de derechas, que quizá corresponden a los tiempos que corren, en los que nos gusta vivir anestesiados en una realidad virtual que poco se compadece con el mundo en que tendremos que vivir.

La tradición socialdemócrata es que nadie, por falta de recursos, se vea privado de una formación a la que por su esfuerzo y capacidad pudiera acceder

Porque la tribulación empieza cuando nuestro sistema educativo se contrasta con la realidad laboral. No se trata solo de la adecuación de las titulaciones, incluida la Formación Profesional, al mercado de trabajo. Se trata sobre todo de la incapacidad de afrontar los retos de un mundo cada vez más competitivo, más abierto y tecnológicamente avanzado, con el bagaje de una educación carente de exigencia, en la que la generosidad en el esfuerzo individual no se predica.

El proceso de digitalización de la economía amenaza directamente a multitud de ocupaciones de capacitación media cuyos procesos de trabajo son automatizables. Por encima, quedarán trabajos de alta cualificación. Por debajo, trabajos de escasa formación no repetitivos. En términos simplistas, el mercado laboral se estructurará entre los que hacen el algoritmo, el algoritmo gestionado por ordenadores y los que reparten paquetes o comida según los criterios del algoritmo. Estos últimos estarán cada vez más sujetos a la competencia de una inmigración para la que el salario mínimo español multiplica por varias veces el ingreso medio en su país de origen. Por el contrario, los que hacen el algoritmo tendrán a su alcance oportunidades de trabajo bien remuneradas a lo largo y ancho del mundo. Un sistema educativo que se precie debería poder colocar al mayor número posible de personas en este último grupo. Podemos hacerlo porque contamos con instituciones educativas públicas y privadas con el nivel suficiente para ello, pero no olvidemos que todas ellas practican la exigencia y el esfuerzo como criterio rector.

En este tiempo de coronavirus, cuyas resonancias mediáticas parecen acercarnos a las plagas bíblicas, conviene recordar la fortaleza de nuestro sistema sanitario. Bloomberg nos consideraba el pasado 24 de febrero el país más saludable del mundo. En el estudio que citaba, se señalaba que en 2040 nuestra esperanza media de vida alcanzaría los 86 años.