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El político de EEUU que explica la crisis profunda de Errejón e Iglesias
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Esteban Hernández

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El político de EEUU que explica la crisis profunda de Errejón e Iglesias

¿Por qué han triunfado Marine Le Pen y Donald Trump y Podemos va camino del fracaso completo? Por la misma razón que la izquierda europea está en declive

Foto: Errejón e Iglesias en la segunda jornada del debate de investidura. (Efe/Javier Lizón)
Errejón e Iglesias en la segunda jornada del debate de investidura. (Efe/Javier Lizón)

Podemos lo tenía todo para convertirse en un partido dominante. Si examinamos las transformaciones recientes en la política occidental, desde Trump hasta Le Pen pasando por Sanders o Tsipras, es indiscutible que el descenso en el nivel de vida, muy acusado en algunas partes de la población, y sensible en otras, está reflejándose en el contexto electoral de una manera inequívoca. Podemos cubrió ese papel en España, relanzando las esperanzas de una izquierda fuerte, novedosa y conectada con su época. Eran jóvenes, tenían pasado activista, lazos que les unían con el 15M, se enfrentaban inequívocamente con la corrupción y tenían una idea diferente, que organizativamente se articulaba en sus círculos. Eran también la izquierda posmoderna, la de las redes, la horizontalidad, la democracia directa, la de los discursos y la de la acción en los medios.

Tiempo después, han dejado de ser todo eso. Por distintos motivos, ya no son una formación con opciones de gobernar, y se han convertido en un actor de segundo orden, supeditado por encima a los partidos que han obtenido más votos, y por debajo a sus confluencias, a sus alianzas puntuales (como la de Carmena o Ada Colau) y a sus tendencias internas. No son una fuerza dominante, y nada apunta a que lo sean en el futuro.

¿Por qué triunfan Trump o Le Pen? Desde luego, no por su postura antiinmigración ni por ser de extrema derecha, una lectura muy simplificadora

Pero insisto, lo tenían muy fácil para haber sobrepasado al PSOE con amplitud, y para haberse convertido en una opción realmente relevante; se habían fabricado una posición envidiable para dar el salto, ocupando un espacio inédito en el que nadie competía con ellos. Sin embargo, dilapidaron todo ese caudal escalonadamente y por errores propios más que por los innumerables ataques que sufrieron. El mismo nacimiento de Ciudadanos como alternativa nacional sólo fue posible por los tropiezos de los de Iglesias más que por los deseos del Ibex 35. Y entre todas sus equivocaciones, la principal fue no entender cómo es la sociedad en la que operan y las aspiraciones y deseos de la mayoría de las personas que la conforman.

El giro de Le Pen

Si nos fijamos en las experiencias extranjeras, y por más que existan diferencias entre países, su error se hace muy evidente, contando incluso las diferencias entre países. ¿Por qué ha triunfado Marine Le Pen? Desde luego, no por su postura antiinmigración ni por el racismo, ni por ser de extrema derecha, una lectura popular y en exceso simplificadora, sino por haber girado el partido de su padre hacia políticas económicas igualitarias y nacionalistas que ofrecen a las clases medias y bajas reforzar el estado del bienestar y aumentar sus ingresos. Su perspectiva es chovinista, y promueve un significativo cierre nacional, pero eso ha reforzado su posicionamiento entre unas capas sociales que cada vez tienen menos recursos y que miran al futuro con escasa esperanza.

Es sumamente llamativo que este mensaje haya sido tan bien entendido por los populismos de derechas (foráneos) y tan poco por los de izquierdas

¿Por qué triunfa Trump? Lo cuenta Antoni Gutiérrez-Rubí: “Quienes le votan lo hacen, entre otras cosas, porque él sí habla de los problemas reales de la clase pobre blanca del país, con puestos de trabajo en peligro a causa de la globalización, con sueldos estancados y con dificultades para enviar a un hijo a la universidad o curarse de una enfermedad sin quebrar económicamente. Es a ellos a quienes habla cuando propone multar a las empresas que externalicen puestos de trabajo. Es a ellos a quienes habla cuando explica que, al ser millonario y no necesitar dinero, va a ir a por las farmacéuticas para que bajen el precio de los medicamentos. No hay ningún candidato republicano que pueda hacer frente a estos mensajes ni, sobre todo, conseguir que suene creíble”.

Un asunto revelador

Es sumamente llamativo que este mensaje haya sido tan bien entendido por los populismos de derechas (foráneos) y tan poco por los de izquierdas. Ni Jeremy Corbyn ni Podemos han sabido fortalecerse con esta clase de propuestas, y en consecuencia están perdiendo seguidores entre sus típicos votantes, las clases obreras y las medias bajas. En lugar de entender qué demanda la gente, han optado por dotar de ropajes nuevos a las ideas que manejaba la izquierda, vieja o posmoderna, de hace una década. El caso de Podemos, en este sentido, ha sido tremendamente revelador. No sólo porque quisieran trasladar las herramientas conceptuales de los triunfos populistas latinoamericanos a un contexto diferente, utilizando muchos mensajes culturales, sino porque entendieron que la mayoría de España se veía representada en las creencias del activismo y sus bicicletas, sus besos en la boca, sus tuits provocadores, sus rastas y todas esas cosas que gustan en Lavapiés y que odian sus rivales, pero que resultan indiferentes en el mundo real de gran parte de sus posibles votantes.

Podemos ha querido convertirse en el nuevo PSOE y lo ha conseguido: ha reproducido los problemas de posicionamiento de la última socialdemocracia

Lo peor es que este no es el problema de Podemos, sino de la izquierda misma. Las viejas formaciones continúan manejándose con los parámetros del mundo fabril, con sus obreros, sus sindicatos y su conciencia de clase, en un instante en que ese escenario se ha evaporado, y hablando de república o monarquía cuando una y otra son irrelevantes frente a las presiones de la UE y de las instituciones e inversores internacionales. La otra, la posmoderna, la de Podemos, ha hecho igualmente ineficaz, como es recoger lo peor de la última socialdemocracia europea.

La clave para la izquierda

Como los socialistas sabían que en el plano económico iban a actuar de un modo muy similar al de la derecha, optaron por diferenciarse en el plano cultural, situando el combate contra la religión católica, el discurso sobre la igualdad de género, los derechos de los homosexuales y de las minorías y la lucha contra el cambio climático en el primer plano del su programa político, algo que que sirvió para disimular su inacción económica. Podemos está en ese mismo terreno. Sus propuestas son diferentes, porque han sumado algunos elementos (como la corrupción y la regeneración institucional), pero se sostienen en el mismo terreno de la diferencia (también territorial) en el que el PSOE jugó sus bazas. En lo económico tenían una apuesta fuerte respecto de la deuda, que han ido mitigando con el paso del tiempo hasta llegar a ese tipo de cosas que cualquiera, de izquierdas o de derechas, podría decir, como “aumentaremos el salario mínimo” y “trataremos de negociar con Bruselas”. Podemos ha querido convertirse en el nuevo PSOE y lo ha conseguido, aunque no fuera por el camino que esperaba: lo único que han conseguido es reproducir los problemas de posicionamiento de la socialdemocracia.

Trump, Le Pen, y la derecha radical identitaria europea se están llevando los votos de las clases obrera y media baja. La izquierda no

La cuestión última es que Podemos prometía renovar las ideas de la izquierda y su lugar en la sociedad y aportar nuevas soluciones al presente y al futuro de un país. Incluso se proponían como la gran esperanza europea, una vez que Tsipras se convirtió a la religión del Eurogrupo. Pero más bien están ejerciendo como tapón: los mensajes de la formación han llegado a los activistas, a los desencantados del PSOE y a una juventud formada y precaria, y ahí se han quedado. La pregunta que dejan en el aire para la izquierda es cómo construir una opción de mayorías, pero aún no se lo están planteando, porque creen que siguen teniendo la fórmula magistral. Mientras, Trump y Le Pen, en un sentido, y la extrema derecha europea, en otro, se están llevando el voto de los suyos. Si la izquierda quiere resituarse en el mapa occidental y no depender de puras acciones reactivas, como en Portugal, quizá deban empezar a averiguar cómo es la sociedad en la que viven y dejar de leerla a través de los libros de Laclau. Una clave: estaría bien preguntarse qué han hecho para que las clases obreras, medias bajas y medias les hayan abandonado.

Podemos lo tenía todo para convertirse en un partido dominante. Si examinamos las transformaciones recientes en la política occidental, desde Trump hasta Le Pen pasando por Sanders o Tsipras, es indiscutible que el descenso en el nivel de vida, muy acusado en algunas partes de la población, y sensible en otras, está reflejándose en el contexto electoral de una manera inequívoca. Podemos cubrió ese papel en España, relanzando las esperanzas de una izquierda fuerte, novedosa y conectada con su época. Eran jóvenes, tenían pasado activista, lazos que les unían con el 15M, se enfrentaban inequívocamente con la corrupción y tenían una idea diferente, que organizativamente se articulaba en sus círculos. Eran también la izquierda posmoderna, la de las redes, la horizontalidad, la democracia directa, la de los discursos y la de la acción en los medios.

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