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Lo que revela la batalla de Íñigo Errejón contra Díaz Ayuso
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Esteban Hernández

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Lo que revela la batalla de Íñigo Errejón contra Díaz Ayuso

Las críticas del líder de Más Madrid en la comunidad a la candidata popular muestran un cambio de estrategia, pero también señalan en qué ha quedado la izquierda

Foto: Monasterio, Errejón y Díaz Ayuso. (EFE)
Monasterio, Errejón y Díaz Ayuso. (EFE)

Fue curioso que las críticas de la izquierda a Isabel Díaz Ayuso por sus declaraciones sobre el Orgullo y la Casa de Campo fueran lideradas por los errejonistas. Incluso el propio Íñigo decidió encabezar la respuesta calificando las declaraciones de la cabeza de lista popular como 'ayusada'. Es cierto que Díaz Ayuso sigue en modo “sin complejos”, y eso es un arma de doble filo. Va camino de convertirse en la nueva Esperanza Aguirre, aquella de la que Wyoming y 'Caiga quien caiga' hicieron un blanco fácil para la sátira y acabaron coronando como lideresa, lo que nos demostró que en muchas ocasiones tantos ataques son beneficiosos para la señalada. Pero también hemos visto recientemente en la persona de Casado cómo la verborrea sin filtros puede llevar a la debacle política.

Veremos en qué para tanta afirmación disonante desde el Partido Popular madrileño, pero es evidente que Errejón necesitaba cambiar el paso y estas declaraciones le vienen bien. Hasta ahora, su táctica había sido la del buen rollo, la ilusión y las magdalenas, pero las encuestas están señalando que con eso no es suficiente. El hecho de que su máximo rival hasta la fecha haya sido Podemos y de que varios de los intelectuales ligados a Íñigo se hayan enzarzado en estériles y cargantes discusiones a través de las redes tampoco ayuda.

Buen rollo y derecha rancia

Ahora toca hacer algo más, y el PP es el blanco idóneo, porque le permite seguir fielmente su táctica preferida, aquella que utilizó en la campaña con Podemos en aquel tiempo de las segundas generales que auguraban el sorpaso al PSOE: mucho buen rollo, sonrisas e ilusión por un lado, y ataques a los populares por otro, insistiendo en que hay que desalojar del gobierno de la comunidad a la derecha rancia, a la de la corrupción, a la que se opone a los derechos civiles. Díaz Ayuso es una contraparte estupenda en ese sentido, porque sus declaraciones dan mucho de sí.

La comunidad puede verse como la pelea por el futuro de la izquierda, con Iglesias y Errejón como contendientes, pero la realidad es bastante peor

Errejón se está jugando su futuro y para ello necesita que se visualice que es algo más que una mera secesión del partido de Iglesias, que es un líder que genera adhesiones por sí mismo y que, sobre todo, puede tener recorrido en el futuro. La realidad, hasta ahora, no ha correspondido a su ilusión. Las encuestas ofrecen unos números decepcionantes, ya que les coloca al lado de Podemos, en una suerte de empate técnico, y algunas otras incluso arrojan peores pronósticos.

En retirada

La pugna en la comunidad puede analizarse como una pelea por el futuro de la izquierda, con Iglesias y Errejón como contendientes, pero la realidad es bastante peor. Podemos, aquel partido que se había convertido en la gran esperanza de la izquierda europea, está roto. Sus buenos resultados en las generales (mejor de lo que esperaban) lo mantienen en pie, pero de una forma un tanto artificial. Después del 26-M, es bastante probable que ganen poder institucional que les permita ir tirando unos cuantos años más, pero ya en una posición de retirada.

Era previsible que Podemos se rompiese, que su influencia fuese menguando año tras año y que acabase situado en la esquina política

Hace tres años, justo después de las generales que llevaron a Rajoy a La Moncloa, publiqué un artículo en el que ponía de manifiesto que Podemos había muerto como partido de mayorías, que estaba condenado a ser una IU fuerte en el mejor de los casos, pero que ya no iba a ser relevante en la política española. Bastaba contemplar la foto de la noche electoral para saber que el partido se rompería en varias familias, que su influencia iría menguando año tras año y que estaba destinado a situarse en la esquina.

Los mismos errores

Lo sorprendente no es que todo aquello se haya producido, sino que quienes vivieron todo aquello no hayan aprendido de la experiencia y sigan anclados en unas fórmulas que ya entonces no les sirvieron. Los 'anticapis' continúan apelando a un mundo que se ha desvanecido -el del espíritu del 15-M- en la era de la geopolítica, Errejón ha diseñado una campaña para Madrid que incurre en los mismos errores que cometió años atrás e Iglesias se ha aliado con el PCE e IU y su máxima aspiración es apoyar a los socialistas.

Podemos y Errejón son esa izquierda que gana los votos que el PSOE no puede recoger, y que luego se los da para que gobierne

Podemos aguantará los embates y resistirá, pero la cuestión es para qué. Porque unos y otros han acabado por ser una mera repetición de los viejos males de la izquierda. Si no hay un giro de algún tipo, Errejón podrá ser una suerte de Diego López Garrido e Iglesias un nuevo Llamazares, y darán forma a una versión de esa izquierda pensada para ganar los votos que los socialistas no pueden recoger y que después sirven para apoyar al PSOE en el Gobierno.

Todo esto de la nueva política ha hecho perder unos años cruciales a las opciones progresistas, y todo apunta a que se perderán otros cuantos más. Las derechas de todo el mundo han cambiado mucho mientras: unas se han vuelto más neoliberales, otras han crecido a partir del 'backlash' nacionalista, anti-UE y proteccionista; otras son más religiosas y antiliberales. En la izquierda no ha habido renovación en cuanto a ideas, y basta ver el debate europeo celebrado en Maastricht para entender la pobreza de sus posiciones.

Las preguntas clave

No se trata de que no se haya dado forma a un horizonte distinto, de que no se haya ofrecido otra visión política, sino de que los partidos de izquierda ni siquiera se han formulado preguntas sobre los problemas clave de nuestro tiempo. Es decir: la creciente desigualdad producto de la financiarización; el giro geopolítico y sus obvias consecuencias en el interior de los Estados, con Europa como región perdedora; el cambio en los valores, con sociedades en las que se ha extendido la desconfianza, tanto respecto de las instituciones como de los demás, con cada vez más gente convencida de que solo los arribistas y los faltos de escrúpulos triunfan en este sistema; el giro de nuestras democracias hacia un capitalismo mucho menos democrático; los problemas derivados del cambio climático; y la conversión del nacionalismo en un 'sálvese quien pueda' o en 'quien venga detrás, que espabile'. Frente a eso, la izquierda europea, y con ella la española, parece sin respuesta, y se contenta con un europeísmo vago, la defensa de la sanidad y la educación públicas y la lucha por la diversidad. No es más que una opción en repliegue, defensiva, que ocasionalmente funciona, como en nuestras elecciones generales (la gran excepción continental), pero que carece de futuro. Es tiempo para otra cosa. Resaltar las 'ayusadas' del PP puede tener alguna validez, que probablemente no, pero hace mucho más evidente la renuncia de la izquierda.

Fue curioso que las críticas de la izquierda a Isabel Díaz Ayuso por sus declaraciones sobre el Orgullo y la Casa de Campo fueran lideradas por los errejonistas. Incluso el propio Íñigo decidió encabezar la respuesta calificando las declaraciones de la cabeza de lista popular como 'ayusada'. Es cierto que Díaz Ayuso sigue en modo “sin complejos”, y eso es un arma de doble filo. Va camino de convertirse en la nueva Esperanza Aguirre, aquella de la que Wyoming y 'Caiga quien caiga' hicieron un blanco fácil para la sátira y acabaron coronando como lideresa, lo que nos demostró que en muchas ocasiones tantos ataques son beneficiosos para la señalada. Pero también hemos visto recientemente en la persona de Casado cómo la verborrea sin filtros puede llevar a la debacle política.

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