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Esteban Hernández

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Las fotos de Irene Montero y el metro de Madrid

El reportaje de Irene Montero en la revista 'Vanity Fair' ha generado muchas críticas. Pero la desconexión con la realidad que demuestra va mucho más allá de la ministra

Foto: Irene Montero, ministra de Igualdad. (EFE)
Irene Montero, ministra de Igualdad. (EFE)

La aparición de Irene Montero en 'Vanity Fair' es inoportuna en muchos sentidos e indignante en otros. La necesidad de lucimiento personal, una característica típica de nuestra sociedad, es muy poco apropiada en estos momentos, especialmente cuando se ostenta un cargo representativo. Muchas críticas han resaltado lo revelador que resulta el reportaje, en la medida en que subrayan una desconexión evidente de Unidas Podemos frente a la realidad, y tienen razón. El partido tiene mucho de aspiración privada, del deseo de sus líderes de brillar socialmente, y el hecho de que no sepan manejar ni siquiera los tiempos es muy preocupante.

Tampoco puede pasarse por alto que hay mucho de hipocresía en esas críticas. No solo porque parte de quienes acusan a Montero por salir ahora en 'Vanity Fair' comparten ese vicio privado. Esto también suena a desdén respecto a los advenedizos, a esos recién llegados que les roban protagonismo, a pura competición por el espacio. El deseo pequeñoburgués de la ministra es parte constitutiva de las capas medias altas de la sociedad española, y no tiene sentido señalar a otros por lo que uno mismo hace.

Las debilidades privadas de los dirigentes, mientras no se salgan de la legalidad, no son cosa nuestra; su gestión es otra cosa

De todos modos, este tipo de debates resultan irrelevantes, y son una señal más de las cuitas culturales en las que nos enredamos para olvidar lo importante. Uno de los mecanismos más habituales de estas discusiones consiste en centrarse en lo personal, como si todo fuera un asunto de actitud. Que Irene Montero se luzca en un reportaje por un elemento aspiracional revestido de intención política, que en el fondo quiera hacer lo mismo que los ricos o que desee convertirse en modelo, en realidad da igual. Las debilidades privadas de los dirigentes, mientras no se salgan de la legalidad, no son cosa nuestra; su gestión es otra cosa. No me importa si Clinton tenía cientos de amantes o si el pene de Trump parece una seta, algo que no necesito saber en absoluto; lo relevante son sus decisiones. Y, en este sentido, el menor de nuestros problemas en este momento son las fotos de Montero.

La desconexión radical

Sí lo es la desconexión que muestra respecto de la realidad, porque es generalizada. Las pruebas de este alejamiento radical de la realidad son innumerables y están pintadas de todos los colores políticos. Ha ocurrido con la economía, donde se ha priorizado la recuperación de las bolsas y de las grandes firmas (es un mal occidental), mientras que la mayoría de la gente, como los desempleados, los trabajadores, los autónomos y las pymes, viven enormes dificultades para recibir ayudas, en el caso de que les lleguen.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE) Opinión

Ha ocurrido con la gestión de la pandemia: probablemente si nuestros dirigentes tuvieran que coger el transporte público para ir a su trabajo, las medidas serían mucho más contundentes para ayudar a que el virus no se expanda; ver el metro de Madrid en las horas punta, entre otros muchos ejemplos, ratifica el sinsentido de su gestión (o eso, o les da igual lo que ocurra); medidas como instalar aparatos de dispensa de gel hidroalcohólico muchos meses después del inicio de la pandemia para que la gente tenga las manos limpias en vagones atestados en horas punta suena a chanza. Llegó la desescalada y las medidas que se tomaron fueron tan torpes y escasas que parecían estar pensando que el virus no existía. La ausencia de personal sanitario justo cuando más se necesita es abominable. Se puede insistir en que la vuelta al colegio es segura, pero las medidas que se han tomado distan mucho de ser las mejores, y su desarrollo es caótico. En fin, por citar solo unas cuantas cosas respecto de la gestión de esta época, llevada a cabo por gobiernos de todos los colores. Viven en un mundo que dista mucho del nuestro.

Podemos juega un papel útil, porque sirve de muñeco al que disparar: se han convertido en una caricatura de los vicios generales

De modo que todos los defectos que se ven reflejados en las fotos de Irene Montero y en su desconexión de la realidad lo son de un sistema, no de la ministra decorativa de la parte minoritaria de un gobierno que carece de mayoría absoluta. Podemos aquí juega un papel útil, porque sirve de muñeco al que disparar: se han convertido en una caricatura de los vicios generales. Las pertinentes críticas deberían elevar la mirada y constatar que la desconexión de las élites políticas (pero también las económicas e intelectuales) españolas es mucho más preocupante que unas fotografías de lucimiento personal. Ojalá solo fuera eso.

La aparición de Irene Montero en 'Vanity Fair' es inoportuna en muchos sentidos e indignante en otros. La necesidad de lucimiento personal, una característica típica de nuestra sociedad, es muy poco apropiada en estos momentos, especialmente cuando se ostenta un cargo representativo. Muchas críticas han resaltado lo revelador que resulta el reportaje, en la medida en que subrayan una desconexión evidente de Unidas Podemos frente a la realidad, y tienen razón. El partido tiene mucho de aspiración privada, del deseo de sus líderes de brillar socialmente, y el hecho de que no sepan manejar ni siquiera los tiempos es muy preocupante.

Irene Montero