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Garamendi sugiere el cambio económico al que conduce la estrategia de la OTAN
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Esteban Hernández

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Garamendi sugiere el cambio económico al que conduce la estrategia de la OTAN

Europa debe cortar el suministro de energía ruso e invertir mucho más en defensa, en un escenario de inflación en que se aboga por regresar a una gestión más ortodoxa de la economía. Son dos direcciones poco compatibles

Foto: Antonio Garamendi, a la derecha en la foto. (EFE/Mariscal)
Antonio Garamendi, a la derecha en la foto. (EFE/Mariscal)
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No sabemos qué resultados tendrá la cumbre de la OTAN ni cuál será su nuevo concepto estratégico, pero sí sabemos un par de cosas muy evidentes a estas alturas: que vamos a desacoplarnos del gas y del petróleo ruso, y que vamos a incrementar notablemente el gasto en defensa y seguridad. Hay unas cuantas tareas más por el camino, pero estas han sido ya comúnmente aceptadas. Son imprescindibles, nos señalan, dado el desafío que ha supuesto la invasión rusa, que ha hecho despertar a Europa de su sueño de globalización y paz.

El escenario económico no es el más adecuado para tales giros. A la inflación que llegó con la reactivación de la actividad económica en la salida de la pandemia hay que sumar la que provoca una energía más cara, dado que hemos de encontrar nuevos aprovisionamientos y más caros que los procedentes de Rusia. La pandemia generó que la deuda de los países se incrementase, lo que ha afectado especialmente a Estados como el nuestro, que alcanza ya el 120% del PIB. La subida de tipos que se anuncia puede provocar una caída de la demanda sin que la economía se haya reactivado del todo. La amenaza del BCE respecto del cese de la compra de los bonos de deuda puede provocar que el coste de nuestra financiación aumente. Los pronósticos de los expertos señalan que en el otoño podemos tener una inflación muy elevada en Europa. Y a todo eso se le añade que se debe invertir en nuevas fuentes de energía y, por supuesto, en tecnología y defensa, y cantidades considerables.

“Y esto, ¿cómo se paga?”

De modo que tenemos un escenario complejo, en el que esos nuevos gastos parecen inevitables. Es lugar común que cuando una parte del espectro político demanda un aumento del gasto público para dedicarlo a mejorar las pensiones, o a la cobertura social, o a fortalecer la sanidad y la educación, casi nadie se opone de una manera directa, pero sí señalan sus consecuencias: “Todo eso está muy bien, pero ¿cómo se va a pagar?”. En este caso, la pregunta es la misma. Puede que tengamos que comprar energía más cara y gastar mucho más en defensa, pero ¿cómo se va a pagar?

Si se actúa de la manera que pide Garamendi, la única manera de pagar el mayor gasto en defensa será aumentar los impuestos

Ayer, el presidente de CEOE, Antonio Garamendi, afirmó en un acto de la Universidad de Verano de ATA (Asociación de Trabajadores Autónomos) que España debería ceñirse a la ortodoxia económica y al rigor presupuestario necesarios para garantizar la solvencia de las cuentas del Estado, que es “la empresa más importante del país”. Quizá Garamendi sepa algo que nosotros no sabemos, porque si se actúa de la manera que pide y regresamos a la ortodoxia económica, la única manera posible de pagar el mayor gasto en defensa va a ser aumentar los impuestos. Algo que, por otra parte, y sin que haya más partidas dedicadas a comprar armamento, estaba previsto, ya que hay que devolver la deuda y pagar los intereses. Y si el BCE deja de prestar un apoyo decidido a los Estados, nosotros lo vamos a pasar especialmente mal en ese sentido.

Los autónomos y las pymes

Quizás, además de abogar por el ajuste de las pensiones y por salarios bajos, Garamendi debería haber explicitado que lo que propone pasa inevitablemente, en cuanto fórmula ortodoxa, por una subida de impuestos. Y hubiera sido muy pertinente que lo dijera en ese foro, porque son ellos, los autónomos y las pequeñas empresas, quienes la van a sufrir de una manera más viva. En una empresa global, los impuestos no son tan importantes, porque siempre hay vías legales para pagar lo mínimo posible, pero una empresa local carece de esas posibilidades. Habrá que recaudar más y, como de costumbre, a las clases trabajadoras se las gravará vía impuestos indirectos, y a autónomos y empresarios nacionales a través de impuestos directos.

Foto: Miembros del GEO inspeccionan Ifema. (EFE/Kiko Huseca)

Las fórmulas de la economía ortodoxa ante la crisis han sido, y lo hemos visto en los últimos años, competir a través de salarios bajos, ajustar los presupuestos públicos para reducir déficit y subir los impuestos. Ahora vamos camino de hacer lo mismo, solo que a todo eso se le ha de añadir un mayor gasto en defensa, energía más cara y precios más elevados.

Es probable que algunas medidas heterodoxas hagan acto de aparición. Por ejemplo, que la inversión necesaria en defensa pase por un fondo europeo mutualizado. Pero, por más que se trate de una acción imprescindible, no deja de ser deuda que hay que devolver. De modo que quizá sea el mejor momento para replantearse, en serio y en profundidad, la ortodoxia económica. En otro caso, el golpe europeo, y no solo español, puede ser estruendoso.

No sabemos qué resultados tendrá la cumbre de la OTAN ni cuál será su nuevo concepto estratégico, pero sí sabemos un par de cosas muy evidentes a estas alturas: que vamos a desacoplarnos del gas y del petróleo ruso, y que vamos a incrementar notablemente el gasto en defensa y seguridad. Hay unas cuantas tareas más por el camino, pero estas han sido ya comúnmente aceptadas. Son imprescindibles, nos señalan, dado el desafío que ha supuesto la invasión rusa, que ha hecho despertar a Europa de su sueño de globalización y paz.

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