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Segundo Párrafo
Por
Asociarse con el PP es una mala idea para Cs, pero no la peor
Con la iniciativa de esta coalición electoral, Arrimadas ha conseguido un protagonismo que al partido naranja cada vez le cuesta más lograr desde los desastrosos resultados del 10-N
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“Gracias, Inés, con nosotros no cuentes”, respondió Miquel Iceta a Arrimadas el viernes nada más saber que invitaba al PSC a entrar en la candidatura conjunta con PP y Cs para unir fuerzas en las próximas elecciones autonómicas. “Eso nos dejará el camino más ancho”, añadió el primer secretario de los socialistas catalanes. No le había dado tiempo a Arrimadas a terminar de esbozar su propuesta e Iceta ya se había desmarcado aprovechando la apertura del XIII Congreso del PSC en Barcelona.
Tal vez Iceta tenga razón y este movimiento de Cs beneficie a los socialistas. En el PSOE, están convencidos de ello. En el PP, muchos piensan que también les saldría rentable, sobre todo en Cataluña. Todavía ni siquiera está claro ni que en Cs, en plena reestructuración, a todos les parezca una buena idea. Sobre todo a medida que la idea de esa coalición en ciernes para las autonómicas se va escorando a la derecha. Algunos dirigentes de Cs en Cataluña son especialmente escépticos, porque temen que esto les suponga perder los votos que les quedan de centro izquierda que, desencantados con el PSC, les apoyaron en las elecciones que ganaron en 2017. Los escépticos con esta ocurrencia temen que Cs deje huérfanos a esos votantes catalanes que, por más que les espante la idea de un tripartito socialista con ERC, prefieren abstenerse que votar al PP (y este tampoco suma tanto apoyo electoral como para compensar el riesgo). Por eso se quitó el PSC tan rápidamente de encima la propuesta de Arrimadas, para que nadie se acuerde de que estaba invitado.
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Con la iniciativa de esta coalición electoral, Arrimadas ha conseguido un protagonismo que al partido naranja cada vez le cuesta más lograr desde los desastrosos resultados del 10-N, en los que perdió 47 escaños. Lo que no está tan claro es que el impacto logrado con la propuesta sea el que deseaba la líder interina del partido. Por más que desde Cs se estén empeñando en transmitir que no se trata de una coalición con el PP sino de una fórmula “transversal” y “constitucionalista”, abierta a incluir personas de la sociedad civil y de la izquierda, no es ese el efecto que está logrando.
Como el PP es 'de facto' el único interesado, apuntala con más fuerza la idea de que es una ocurrencia a la desesperada que puede abocar a que el partido más grande absorba al chico. Más que una iniciativa novedosa de Arrimadas, si la transversalidad se limita a la integración con el PP, la entente recordará inevitablemente a eso que tanto Pablo Casado como José María Aznar llaman la reunificación del centro derecha. Si Arrimadas lograse acercar a esos referentes de la izquierda de los que habla sin concretar, sí que podría revitalizar una posición de centro cada vez más desdibujada. De momento, no hay señales de que esto vaya a suceder, pero si las elecciones catalanas no son hasta junio, tiempo hay de que la cosa cambie.
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También al PSOE, como Iceta se ha apresurado a demostrar, le conviene que el único interlocutor real de esta propuesta de Arrimadas sea el PP. Hay visos de que la negociación prospere en Cataluña y País Vasco (donde Cs no tiene representación). En Galicia, donde el PP gobierna con mayoría absoluta, ya ha dicho Núñez Feijóo que con él no cuenten. Será porque plantear un pacto con el cuarto partido cuando eres el primero aparece en el capítulo de ideas suicidas en los manuales de estrategia electoral. Lo mismo en Galicia para unos que en Cataluña para otros.
No es el PP, es Vox
El partido naranja, que hasta marzo seguirá en manos de la gestora, tiene todavía que debatir la propuesta de Arrimadas. Es difícil entender cómo espera Ciudadanos que este acercamiento al PP lo ayude a definir precisamente lo que ahora más reivindica: un espacio propio. Pero lo que más lo aleja de aclarar su nuevo posicionamiento ni siquiera es aproximarse al partido de Casado para las próximas citas electorales. El partido de Arrimadas, que se define ahora como partido de “centro liberal de progreso”, todavía tiene pendiente perfilar en la asamblea extraordinaria de marzo en qué consiste eso. Y su mayor dilema no es qué hacer con el PP, sino qué hacer con Vox.
En sus líneas estratégicas, Cs ya ha esbozado que su propuesta pasa por alejarse de la polarización y situarse en el centro político, “contrarrestando el auge de populismos de izquierda y derecha” (en referencia a Unidas Podemos y Vox). Sin embargo, sigue gobernando con el apoyo de Abascal en varias comunidades, en las que dependen de Vox para aprobar Presupuestos (como el PSOE de ERC para los suyos). Y las críticas a Vox raras veces son vehementes. Es decir, no se aplica el mismo rasero a un 'populismo' que a otro.
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La esperanza dentro del partido naranja, que estas semanas disputa una guerra interna ideológica en la que el partido se juega su futuro, es que una vez que en el Congreso de los Diputados se empiece a legislar de verdad y haya que tramitar leyes como las de la eutanasia, por ejemplo, las distancias con Vox se marquen solas. Pero eso es confiar mucho en los matices en un momento de polarización y brocha gorda.
Cs ganaría un espacio propio si rompe abiertamente con Vox, aunque enfadar a esta formación que el propio partido considera populista es arriesgada, porque pondría en riesgo gobiernos como el de Madrid. De hecho, dependiendo de lo que pase en marzo en la asamblea del partido, no se puede descartar que en los próximos meses el reparto de fuerzas con el Partido Popular pueda cambiar. Y no dependerá tanto de cuánto se acerca al PP si no de cuánto se aleja de Vox.
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Si Cs carece de un espacio propio que cimente su idea de centro liberal, es porque no logró encabezar ningún centro de poder relevante tras las elecciones autonómicas de mayo, al margen de Vox. Ni en Castilla y León ni en Madrid. De atreverse a marcar distancias con el partido de Abascal, aunque pondría en riesgo algunos gobiernos, también podría ganar otros. El fichaje de Miguel Ángel Rodríguez como jefe de gabinete de la presidenta madrileña, Díaz Ayuso, ha deteriorado la convivencia de la popular con su socio de gobierno y vicepresidente, Ignacio Aguado. Si el Gobierno se hiciera insostenible, Cs tiene en su mano hacer presidente al socialista Gabilondo. En el PP de Madrid, de momento, no temen ese movimiento, porque un Cs descabezado es difícil que tome una iniciativa de ese calado. No es la única jugada que podría cambiar el reparto de fuerzas. ¿Podría Begoña Villacís convertirse en alcaldesa de Madrid si Cs marca distancias con Vox a cambio del apoyo del PSOE y Más Madrid? Al igual que la decisión de qué quiere ser Cs de mayor, todas estas respuestas están a la espera de lo que pase en la asamblea de marzo.
“Gracias, Inés, con nosotros no cuentes”, respondió Miquel Iceta a Arrimadas el viernes nada más saber que invitaba al PSC a entrar en la candidatura conjunta con PP y Cs para unir fuerzas en las próximas elecciones autonómicas. “Eso nos dejará el camino más ancho”, añadió el primer secretario de los socialistas catalanes. No le había dado tiempo a Arrimadas a terminar de esbozar su propuesta e Iceta ya se había desmarcado aprovechando la apertura del XIII Congreso del PSC en Barcelona.