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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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¡Poco nos pasa!

Se suponía que estos meses de tregua debían servir para fortalecer mecanismos de control, tanto la mejora de la capacidad sanitaria como la de rastreo

Foto: Vista de la playa de San Sebastián en plena pandemia de coronavirus. (EFE)
Vista de la playa de San Sebastián en plena pandemia de coronavirus. (EFE)

En Pamplona, iba a celebrarse este lunes un partido de fútbol de contagiados de covid-19 contra sanos que la policía frustró en cuanto tuvo noticia de él. Dado que los lumbreras detrás de esta convocatoria lo cacarearon en las redes sociales, no fue difícil encontrarlos. Esto nos recuerda que uno de los riesgos añadidos al control de una pandemia es que el umbral de la estupidez humana no tiene límites.

Noticias como la de la ‘Patxanga Mendillorri’ se multiplican en los telediarios, a veces en forma de incautos que se encierran en un cine sin las mascarillas puestas o de botellón masivo en la playa. Son la serpiente informativa del verano más anómalo y se las reconoce porque siempre llevan a alguien a exclamar en alto: “¡Poco nos pasa!”. Y así es como criticar al más imprudente del barrio sirve de desahogo para el vecindario, pero sobre todo para los políticos, que salen a menudo a recordarnos que está en nuestra mano frenar el contagio del virus. Como si no estuviera también en la suya garantizar la mejora de las condiciones sanitarias y de control epidemiológico para frenar los rebrotes. Es más fácil, claro, echar la culpa a unos cuantos irresponsables, por aislados que sean esos casos, que asumir que los gobiernos regionales siguen sin establecer suficientes mecanismos para el control de la pandemia.

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra, conversa con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. (EFE)

En Córdoba, 73 de las 400 personas que estuvieron en una discoteca han dado positivo en covid-19. En Gandía hay otros 70 contagiados en un brote de coronavirus relacionado con la zona de ocio nocturno. En algunas ciudades los locales se están restringiendo en caso de rebrote, en otras no. Como no hay directrices claras, cada comunidad hace lo que le parece con los brotes en función de las presiones locales y la información de la que disponga. En Barcelona las playas se llenaron el fin de semana en el que se había pedido una especie de autoconfinamiento que nadie tiene muy claro en qué consiste. Y mientras aumentan los contagios, cada gobierno autonómico sigue contabilizando los contagios y comunicándolos como les parece. Aunque más inquietantes que estos rebrotes, es la posibilidad de que muchos de ellos ni siquiera se estén detectando por falta de personal para rastrearlos.

Se suponía que estos meses de tregua debían servir para fortalecer mecanismos de control, tanto la mejora de la capacidad sanitaria como la de rastreo. De ahí el riesgo de explicar los brotes de coronavirus haciendo hincapié únicamente en las acciones individuales de los ciudadanos, en si fueron o no a la playa con mascarilla. Se nos puede olvidar la responsabilidad de los gestores de lo público que, cuatro meses después del inicio de la crisis, aún no han organizado un sistema de rastreo eficiente para localizar los brotes. Mientras el virus siga aquí, no bastará con apelar a la responsabilidad individual. 'Spoiler': no funcionará.

Foto: Un soldado desinfecta la estatua de Woody Allen, con mascarilla, en Oviedo. (EFE) Opinión

Sin embargo, Sanidad no ha fijado en España ningún umbral mínimo de rastreadores que deban tener las comunidades. A los gobiernos regionales solo se les exige que tengan “capacidad suficiente” de rastreo, pero nadie ha querido poner cifras para explicar qué significa eso. Tampoco ha especificado cuáles son las autonomías que necesitan refuerzos, aunque el Ministerio de Illa reconoce que las hay. La 'app' que iba a ayudar en la tarea de localizar los contagiados en zonas de riesgo sigue en fase de prueba.

Otros países sí que han fijado parámetros objetivos. En Alemania, hay un rastreador por cada 4.000 habitantes. Su misión es contactar personalmente a cada positivo y localizar, uno a uno, a los contactos que haya podido tener en los últimos días. Así es como detectan los focos activos de covid-19 y tratan de evitar confinamientos masivos en caso de rebrote para mantener activa la economía.

Tanto en Madrid como en Cataluña, tocamos a menos de un rastreador por cada 30.000 habitantes, siete veces menos que en Alemania. Normal que médicos y epidemiólogos denuncien aquí la falta de medios para evitar que de un brote aislado pase a la transmisión comunitaria, como ha pasado en pocos días en Barcelona.

Foto: Una pareja pasea en L'Hospitalet, una de las zonas con más casos activos de covid-19 en Cataluña. (EFE)

El de los rastreadores no es el único parámetro objetivo que el Gobierno de Merkel fijó al inicio del desconfinamiento, también decretó un umbral de contagios a partir del cual empiezan las restricciones. Es el mismo en toda Alemania. Si se llega a 50 contagios semanales por cada 100.000 personas, empieza el confinamiento estricto de la zona. De ese modo, los municipios y las regiones no tienen que perder el tiempo en discutir qué deben o no hacer en caso de rebrote sin posiblemente contar con los asesores y conocimientos necesarios para ello. Simplemente, activan el protocolo y piden la ayuda prevista. Conocer los parámetros también ayuda a la ciudadanía a extremar la vigilancia cuando la cosa se pone delicada.

En España, sin embargo, seguimos sin tener claro qué umbral de contagios debe llevar al confinamiento de una población. Ni se han aprovechado estos meses para aprobar los mecanismos jurídicos que faciliten la toma de medidas de forma flexible y ágil, ni tampoco se han mejorado las condiciones del sistema de atención primaria. Y cuando los recursos para vigilar los rebrotes son insuficientes, aumenta el riesgo de expandir la transmisión comunitaria, como ya está pasando en Cataluña.

Foto: EC.

Es probable que la ratio de ciudadanos irresponsables por cada 100.000 habitantes no difiera mucho entre países, pero la de los rastreadores sí que marca la diferencia. Podemos seguir haciendo hincapié en las imprudencias de algunos ciudadanos, que sin duda es una lacra aún más peligrosa en tiempos de pandemia. Pero igual que a la ciudadanía se le debe exigir más responsabilidad, la administración debe garantizar mejores medios y mayor transparencia. Todavía no nos hemos acostumbrado a convivir con el virus, pero lidiar con la estupidez humana no debería pillarnos por sorpresa. Poco nos pasa.

En Pamplona, iba a celebrarse este lunes un partido de fútbol de contagiados de covid-19 contra sanos que la policía frustró en cuanto tuvo noticia de él. Dado que los lumbreras detrás de esta convocatoria lo cacarearon en las redes sociales, no fue difícil encontrarlos. Esto nos recuerda que uno de los riesgos añadidos al control de una pandemia es que el umbral de la estupidez humana no tiene límites.