Segundo Párrafo
Por
El fin de las restricciones y cuándo se termina una pandemia
Ojalá este lunes, en que se amplían los aforos y se abren las barras de los bares, no pase a la historia. Ojalá olvidemos qué día terminaron las restricciones del covid-19. Si recordamos los anteriores finales, es porque terminaron siendo un fiasco
Cuando hace año y medio se lo leí a un escritor que había sido corresponsal en Hong Kong, no quise creerlo. Andaba el mundo aquella primavera recién paralizado por el covid-19. Era la primera de las oleadas —entonces, como pasa con las guerras, aún no imaginábamos que íbamos a tener que numerarlas—. Esa crónica en 'The New Yorker' sobre cómo se termina una epidemia se me quedó grabada. No era un ejercicio de futurismo, sino de memoria. El autor había vivido en Asia la del SARS en 2003.
Así que cuando nosotros aún éramos novatos en esto de las cuarentenas, él contaba la experiencia de pasar muchos meses enclaustrado, con miedo a un coronavirus desconocido, prescindiendo de toda vida social. Recordaba la primera vez que vio las mascarillas al salir a la calle y cómo se normalizaron. Sin embargo, no recordaba cuándo dejó de ponérsela ni cómo volvió la vida normal. Eso era lo que más me costaba creer de aquella crónica sobre cómo se termina una pandemia. ¿Cómo no íbamos a recordar el fin de esta pesadilla?
Cuando nosotros aún éramos novatos en esto de las cuarentenas, él contaba la experiencia de pasar muchos meses enclaustrado
El caso es que ahora entiendo a Karl Taro Greenfeld, autor de aquel artículo y del libro 'China Syndrome: The True Story of the 21st Century's First Great Epidemic' ('El síndrome de China: la verdadera historia de la primera gran epidemia del siglo XXI'). Ahora entiendo que uno recuerda perfectamente cómo empieza una pandemia, pero no cuándo termina. La normalidad no llega por decreto ni el miedo al virus se elimina por ley. Algunos ese miedo lo perdieron hace mucho y a otros les seguirá durando diga lo que diga el BOE. Las pandemias tienen muchos finales, pero ninguno es claro ni repentino.
El día en que por fin terminan las restricciones del covid no va a pasar a la historia. Esta noche han acabado en Madrid las restricciones de aforo. El viernes pasado acabaron en Navarra y el próximo terminan en Valencia. Estamos en la semana con mayor libertad de movimiento desde que hace un año y medio empezó la pandemia, pero esta vez no había convocada ninguna cuenta atrás, como pasó cuando en mayo acabó el toque de queda del estado de alarma y la Puerta del Sol parecía Nochevieja. Aquel día que se celebró como el fin de la pandemia tampoco lo fue. Ninguno lo ha sido. Luego llegó la quinta ola, que dejó otros 5.000 muertos y un millón y pico de nuevos contagios.
Ahora, la incidencia está en mínimos y la vacuna en máximos. En casi toda España ya pueden llenarse los cines, los bares y los estadios. De momento, con mascarilla. Los que estaban ansiosos por bailar en la pista de baile de madrugada ya pueden hacerlo, y los que somos más de hacernos un hueco en la barra por fin podemos tomar algo en ella. Esa primera caña en la barra creo que sí que la voy a recordar. La vida va volviéndose normal. Las aglomeraciones, también. Seguimos alerta, pero cada vez menos.
Los expertos no descartan aún que este otoño pueda llegar una sexta ola. Podría haber un aumento de contagios que se junte con la gripe cuando empecemos a hacer más vida en interiores. También podrían llegar nuevas variantes incubadas en los países con menos tasa de vacunación. Es un riesgo que se asume. Las pandemias no solo terminan por criterios médicos, también por un hartazgo social. Si los contagios repuntan, las restricciones volverán. Además, la pandemia no terminaría ni aunque se diera por controlada en este país, hace falta que remita a nivel global para que deje de resultar una amenaza.
Por eso el final de una pandemia no puede celebrarse más que 'a posteriori'. Y son tantos los finales frustrados, que ya no sabemos si estamos ante algo parecido al final o solo ante otra de sus treguas. De momento, con cerca del 80% de la población vacunado y la incidencia cerca de 50, en España nunca ha habido tantos motivos para el optimismo. Ojalá este lunes, en que se amplían los aforos y se abren las barras de los bares, no pase a la historia. Ojalá olvidemos qué día terminaron las restricciones del covid-19. Si recordamos los anteriores finales, es porque terminaron siendo un fiasco.
Cuando hace año y medio se lo leí a un escritor que había sido corresponsal en Hong Kong, no quise creerlo. Andaba el mundo aquella primavera recién paralizado por el covid-19. Era la primera de las oleadas —entonces, como pasa con las guerras, aún no imaginábamos que íbamos a tener que numerarlas—. Esa crónica en 'The New Yorker' sobre cómo se termina una epidemia se me quedó grabada. No era un ejercicio de futurismo, sino de memoria. El autor había vivido en Asia la del SARS en 2003.