Segundo Párrafo
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Ventajas y desventajas de la corrupción hortera
Cuanto más burda es la trama del caso Koldo, más difícil de creer que los que rodeaban no se daban cuenta de nada. Si la excusa es que todos son iguales, es que no hay excusa
En el caso Koldo, o caso Ábalos, ya veremos si caso Air Europa, está aflorando una corrupción tan cateta y viejuna que es pura ortodoxia de lo bien que se adapta a los clichés. Hay mariscadas, billetes de 500 y Ferraris. Caciques del fútbol de provincias, seguratas con ínfulas y empresarios tan enchufados que ni siquiera necesitaban decir aquello de "usted no sabe con quién está hablando" para pasearse por el ministerio porque al parecer todo el mundo lo sabía.
Se nos van acumulando los implicados en la trama, normal que haga falta una guía para no perderse. Pero al árbol genealógico de los hermanos de Koldo y los comensales de La Chalana habría que sumarle una disección de lo burdo y hortera que es todo. Tener chorizos tan chapuzas tiene sin duda sus ventajas. Para la UCO, por descontado. Para llenar titulares, también. Lo chabacano tiene la atracción de los placeres culpables, si no Torrente no sería la película más taquillera del cine español.
Del caso Koldo son burdas hasta las excusas. Las que da Ábalos asegurándole a Risto que borró los mensajes con Koldo de su móvil o que si se encontró con él en la marisquería en enero fue pura casualidad. ¿En serio? Parece que el exministro gastó toda su oratoria en la primera comparecencia en el Congreso y ahora, cuantas más entrevistas da, más expone sus contradicciones.
Burda es también la última estrategia del PSOE de insistir más en implicar al PP en los tejemanejes de Koldo que en dar explicaciones. Y más burdo todavía es que salga la vicepresidenta Montero a sacar a pasear la Gürtel cuando le preguntan por que el juez apunte a Ábalos como intermediario de la trama. Tan burdo como otro de los grandes momentos de la corrupción en este país como fue Cospedal hablando de las indemnizaciones a Bárcenas en diferido. Los clásicos nunca pasan de moda.
No le falta razón al PSOE en que el PP no tiene un historial como para ir dando lecciones de lucha contra la corrupción como si no hubiera roto un plato, pero las explicaciones el Gobierno no se las debe a la oposición, se las debe a la ciudadanía. Acertaba el PSOE cuando salió a pedir explicaciones de la responsabilidad política a Ábalos por haber tenido a alguien como Koldo de asesor, aunque se equivocó en la precipitación del ultimátum público que le puso. Y se equivoca más aún tratando de enfangar al PP para desviar la atención. Si la mejor excusa es que todos son iguales, es que no hay excusa.
Así que, si la intención del PSOE fuera colaborar con la Justicia y dar ejemplo de cómo luchar contra la corrupción, ya está tardando en que todos los responsables de organismos implicados salgan a dar explicaciones. Además del Ministerio de Transportes e Interior, ya hay suficientes indicios que implican a la presidenta del Congreso por los contratos que presidía el Govern Balear para que al menos tenga que explicarse públicamente. El sumario implica también a Adif y Puertos del Estado. ¿No sería más ejemplarizante que todos los responsables de estos organismos comparecieran para contar qué están haciendo para esclarecer el caso?
Cada detalle que salta de la trama es más burdo que el anterior. Y por más que tener corruptos tan toscos como para ir pagando mariscadas con billetes de 500 sea una ventaja innegable para quienes investigan la trama, ya sean agentes, jueces o periodistas, el tufo de tanta zafiedad es, sobre todo, una mala noticia por lo poco que dice de los mecanismos de control de la corrupción en este país. Cuanto más burda es la trama, más difícil de creer que los que rodeaban no se daban cuenta de nada.
En el caso Koldo, o caso Ábalos, ya veremos si caso Air Europa, está aflorando una corrupción tan cateta y viejuna que es pura ortodoxia de lo bien que se adapta a los clichés. Hay mariscadas, billetes de 500 y Ferraris. Caciques del fútbol de provincias, seguratas con ínfulas y empresarios tan enchufados que ni siquiera necesitaban decir aquello de "usted no sabe con quién está hablando" para pasearse por el ministerio porque al parecer todo el mundo lo sabía.
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