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Sánchez, su decisión y las consecuencias
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Verónica Fumanal

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Sánchez, su decisión y las consecuencias

Si Sánchez dimite el lunes, será el único presidente que dejó el poder por no lograr soportar el dolor personal que causa a los suyos

Foto: Concentración en Ferraz en apoyo a Pedro Sánchez. (Europa Press/A. Pérez Meca)
Concentración en Ferraz en apoyo a Pedro Sánchez. (Europa Press/A. Pérez Meca)
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La calle de Ferraz, donde reside la sede federal del PSOE y, sus alrededores, desbordada, varias decenas de miles de personas venidas de toda España quisieron arropar a su secretario general, a su presidente para darle aliento para que no abandone sus puestos de responsabilidad. Una manifestación para que un político se quede, insólito.

Lo cierto es que si Sánchez dimitiera, algo que sabremos definitivamente mañana, no solo se activarían los mecanismos constitucionales para investir a un nuevo presidente o presidenta, sino que además, se pondrían en marcha los mecanismos orgánicos para buscar un nuevo líder del PSOE. Después de tal muestra de apoyo desde las bases, en las que Sánchez siempre buscó su fuente de legitimidad, al secretario general y presidente se le hace muy difícil darles la espalda, porque de alguna manera estaría no correspondiendo al amor que le han declarado los suyos.

Los grupos de WhatsApp y Telegram empezaron a echar humo desde que Sánchez publicara su reflexión sobre si merece la pena o no seguir adelante. A la primera respuesta de incredulidad, le siguieron expresiones de indignación y sobre todo, de apoyo. Los socialistas son como un ejército de solidaridad cuando tocan a uno de los suyos y más cuando el suyo, el número uno, se sincera con el mundo para decir que la situación lo está superando, que los ataques a su mujer y a toda su familia resultan un obstáculo para seguir haciendo su trabajo.

Es necesario reconocer, que esa corriente de solidaridad también se produjo, aunque de forma subterránea, entre la militancia con José Luis Ábalos; en esos mismos grupos no se entendió la decisión de Ferraz de pedirle el acta cuando en la causa no aparece. Ambos casos evidencian la capacidad de cierre de filas del partido.

Si finalmente Sánchez dimite, todas las acusaciones sobre que lo hizo por el poder caerían por la fuerza de los hechos

En el Comité Federal del sábado, las caras de los máximos dirigentes del partido dibujaban un escenario desolador. Lágrimas, ruegos, estupefacción… resulta paradójico que sea en el Comité Federal, el mismo órgano que lo defenestró el 1 de octubre del 16. En las calles, los carteles, los cánticos, las muestras de apoyo tras horas de viaje en bus, demuestran lo difícil que lo va a tener Sánchez para dejar huérfanos a los suyos.

Tomar la decisión de irse es, de algún modo, pasar por alto las peticiones de tus seguidores, los mismos que te llevaron a lo más alto, es decir, querer dejar de liderar. Y como es bien sabido, nadie es líder si no lo desea. Como hemos visto, el precio es demasiado alto. De eso van estos 5 días de reflexión, de si quiere seguir siendo el líder de los socialistas, de si quiere seguir poniendo a disposición de la presidencia del Gobierno sus 24 horas del día, su familia y toda su capacidad para resistir por una causa que le trasciende.

Foto: El presidente Sánchez, en la puerta de Moncloa. (EFE/Kiko Huesca) Opinión
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Si finalmente Sánchez dimite, todas las acusaciones sobre que lo hizo todo por el poder, todo por la Moncloa, quedarían desmentidas por la fuerza de los hechos, por la decisión en la presidencia más insólita de nuestra democracia. Además, la imagen de Sánchez el frío, el carente de empatía, el que todo lo puede dejaría paso a Pedro el hombre, el marido, el padre, el único presidente que dejó el poder por no poder soportar el dolor personal que causa a los suyos y que se le vuelve como un boomerang ampliado.

Si finalmente Sánchez dimite como Presidente, se volvería a desempolvar un mecanismo constitucional previsto pero no utilizado. No se podrían convocar elecciones hasta el mes de mayo, lo cual, podría abrir un periodo de Gobierno interino con bajo la Presidencia de María Jesús Montero, la primera presidenta mujer del Gobierno de España. También, el PSOE y la mayoría parlamentaria que le avala podrían decidir continuar la legislatura tras una nueva ronda de contactos de Felipe VI para elegir un nuevo presidente del Gobierno y un nuevo Consejo de Ministros. En este caso, al no necesitar ser diputado o diputada, podrían barajarse nombres desde Calviño, hasta Montero, pasando por otros nombres que suenan por los cenáculos madrileños.

Si finalmente Sánchez no dimite, sería tachado de un ser estratega y manipulador que usó la querella para renovar los votos con su parroquia

Si finalmente Sánchez dimite como Secretario General, el PSOE se vería obligado poner una gestora y a buscar un nuevo liderazgo, con la dificultad que eso entraña. Cuando Sánchez se postuló, había varias personas que ya habían empezado a mostrar su querencia por el cargo: Eduardo Medina, Susana Díaz, Pérez Tapias; en la segunda ocasión, también se lanzó Patxi López. Sin embargo, ahora no parece intuirse un liderazgo natural que haya ido preparando el terreno para la sucesión, porque en el PSOE, mientras hay un Rey puesto en Moncloa, no juegan a matarlo, algo que sí sucede en el PP. Unas primarias podrían desatar un nuevo conflicto interno poco halagüeño que, además, sería incompatible con buscar una solución rápida para una nueva investidura con un socialista al frente tras una nueva ronda de contactos del monarca.

Si finalmente Sánchez no dimite, pues todo lo anterior habrá rellenado horas de tertulias televisivas, titulares de prensa, rumorología política habitual. Sin embargo, el presidente sería tachado de un ser estratega y manipulador que utilizó la querella contra su mujer para renovar los votos con su parroquia socialista. Poco importaría que todo hubiera sido verdad, que el cariño de las bases y una falta de relevo evidente hubieran movido al presidente a ponerse al frente del Gobierno por responsabilidad. Sus detractores continuarán renovando el relato del sanchismo como metáfora de lo peor de la política.

La verdad siempre es la conjunción compleja de varias teorías, un lugar teórico al que es muy difícil llegar, ni siquiera desde el conocimiento profundo de una situación. Por ello, mañana sabremos la decisión final del presidente del Gobierno más atípico y osado de nuestra democracia. En su mano está escribir un capítulo más de su Manual de Resistencia o redactar el epílogo de esta etapa de su vida. Seguro que en los dos casos, la verdad es un lugar inaccesible para la mayoría, un páramo lejano al que cuesta mucho llegar y sin rentabilidad política. Así pues, de este capítulo, como el de tantos, la construcción social de los porqués, también irán por barrios.

La calle de Ferraz, donde reside la sede federal del PSOE y, sus alrededores, desbordada, varias decenas de miles de personas venidas de toda España quisieron arropar a su secretario general, a su presidente para darle aliento para que no abandone sus puestos de responsabilidad. Una manifestación para que un político se quede, insólito.

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