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Cataluña o Euskadi ¿quien está más cerca de la independencia?
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Verónica Fumanal

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Cataluña o Euskadi ¿quien está más cerca de la independencia?

Mientras que los catalanes han hecho de las grandes 'performances' su 'modus operandi', los vascos, poco a poco, de forma silenciosa, van seduciendo a partes más amplias del electorado

Foto: Pere Aragonés e Iñigo Urkullu en una foto de archivo. (EFE/Pablo Garrigós)
Pere Aragonés e Iñigo Urkullu en una foto de archivo. (EFE/Pablo Garrigós)
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Dos autonomías y diversas formas de abordar el reto territorial. Es la primera vez que las elecciones vascas y catalanas se producen casi de forma simultánea, evidenciando la divergencia en las estrategias que guían a los partidos nacionalistas/independentistas vascos y catalanes. Las encuestas señalan que mientras en Euskadi, estas fuerzas rozan casi el 75% del apoyo popular, en Cataluña, los niveles de apoyo a los partidos soberanistas no alcanzan el 45%. Es decir, en Cataluña el apoyo es a la baja, mientras en el País Vasco es creciente, una tendencia que es inversamente proporcional al empeño de estos partidos en situar la independencia como un tema de campaña.

En los últimos debates electorales celebrados en Euskadi, los anhelos soberanistas de Bildu y PNV han estado en un último plano. Obviamente, estas fuerzas se declaran abiertamente independentistas, sin embargo, ninguna de ellas hace esfuerzos por descalificar la otra de traidora o por quedar como más indepe que su rival. La pelea real en la comunidad foral se centra en el eje ideológico: izquierda-derecha, y casualmente, ambas compiten por su credibilidad para aumentar el Estado del bienestar y la calidad de vida de los vascos y vascas.

Algo bien distinto está ocurriendo en Cataluña. Los partidos políticos independentistas andan en una competición perpetua para ver descarrilar a su adversario en la carrera por ver quién es más independentista. De hecho, la precampaña catalana está siendo un dejá vú, una vuelta a los inicios del procés, a esas promesas de referéndum sin viabilidad ni marco legal, ese Puigdemont que vuelve a echar el órdago de la vuelta a Cataluña, un volver a empezar el procés. La agenda social tiene poco espacio en esta precampaña, a pesar de los esfuerzos del PSC o de los Comunes.

Y lo que resulta paradójico es que cuanto más insisten las fuerzas soberanistas en poner la agenda independentista en la agenda pública, menos rentabilidad electoral tiene; y el ejemplo catalán es evidente. El apoyo independentista ha descendido desde el 2012 y 2015, cuando las cuotas de mayor apoyo a las fuerzas independentistas rozaban el 50%. Así como en Euskadi la agenda que prima en el discurso público es la social, la del Estado del bienestar: la educación, la sanidad… etc., en Cataluña la tracción del liderazgo de Puigdemont impide los esfuerzos de ERC por intentar volcar el peso político en la gestión. Así, que los de Pere Aragonés han picado el anzuelo de Junts y han decidido volver a cargar el discurso principal sobre los anhelos soberanistas de la población, volviendo a plantear un referéndum y "troleando" al Senado en Madrid.

Mientras en Euskadi hay un 'procés' silente, Cataluña ya no tiene más argumentos que volver a empezar todo de nuevo

Las dos estrategias, la catalana y la vasca, tienen dos formas de abordar el tema también muy diferente. Mientras que los catalanes han hecho de las grandes performances, declaraciones de intenciones, sobre actuaciones retóricas su modus operandi; los vascos poco a poco de forma silenciosa, sin grandes alharacas, ni declaraciones incendiarias van seduciendo a partes cada vez más amplias del electorado vasco.

Imagine el lector, que en Euskadi se confirmaran los resultados que afirman que el 74% del total del electorado votaría al PNV y Bildu, y que estas fuerzas deciden pactar y gobernar el País Vasco con un único punto en común en la legislatura: la independencia vasca. O mírelo de otra manera, ¿qué harían en Cataluña si entre ERC y Junts alcanzaran ese porcentaje de votos en las próximas autonómicas? Son dos escenarios que parecen poco probables, pero sin duda, evidencian con rotundidad que la coyuntura catalana y vasca es tan dispar como paradójica.

La conclusión parece clara, mientras en Euskadi hay un procés silente, invisible que está alcanzando a unos porcentajes de población muy mayoritarios; en Cataluña, la exaltación independentista va menguando su apoyo electoral, con un relato desgastado que ya no tiene más argumentos que volver a empezar todo de nuevo. Así, que según están los números, Euskadi tendría unas bases sociales mucho más sólidas para una supuesta independencia, pero como son conocedores de todo lo que supuso en Cataluña, igual prefieren mantener una narrativa de baja intensidad y un alto apoyo electoral.

Dos autonomías y diversas formas de abordar el reto territorial. Es la primera vez que las elecciones vascas y catalanas se producen casi de forma simultánea, evidenciando la divergencia en las estrategias que guían a los partidos nacionalistas/independentistas vascos y catalanes. Las encuestas señalan que mientras en Euskadi, estas fuerzas rozan casi el 75% del apoyo popular, en Cataluña, los niveles de apoyo a los partidos soberanistas no alcanzan el 45%. Es decir, en Cataluña el apoyo es a la baja, mientras en el País Vasco es creciente, una tendencia que es inversamente proporcional al empeño de estos partidos en situar la independencia como un tema de campaña.

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