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Operación Tedio, el plan secreto de Puigdemont para acabar con nosotros
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Ángel Villarino

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Operación Tedio, el plan secreto de Puigdemont para acabar con nosotros

'Lost' (Perdidos), la serie de los giros inexplicables que no significan nada, duró seis años. Puigdemont lleva ya casi siete fugado, haciéndonos perder el tiempo

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, durante el acto de bienvenida organizado por JxCAT en Barcelona. (Reuters/Lorena Sopena)
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, durante el acto de bienvenida organizado por JxCAT en Barcelona. (Reuters/Lorena Sopena)
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Si estás aquí, informándote sobre las aventuras del viejo Puigdemont en pleno mes de agosto, es probable que ya hayas leído o escuchado las diferentes hipótesis que se barajan sobre este nuevo sainete. Simplificando las cosas, las opciones encima de la mesa se reducen a dos. O bien estamos ante un montaje indecente que beneficia a todos los implicados, o bien ante uno de los mayores bochornos policiales de la historia.

Después de siete años preparándose, los agentes no han sido capaces de capturar a un hombre que se presentó a la hora prevista en el lugar anunciado. Si la Policía no puede hacer eso, ¿qué puede hacer la Policía? La fuga recuerda a las de Jason Bourne huyendo por los callejones de Manila, aunque nuestro Bourne es un señor trajeado de 60 años al que conoce todo el mundo. Incluso en la teoría del boicot, el Estado sale mal parado. ¿Qué 'deep state’ tiene España que no es capaz de arreglar esta chorrada?

De todos modos, la ficción a la que hay recurrir para explicar lo que está sucediendo no es la de Bourne sino la de 'Lost' (Perdidos), aquella serie sobre los supervivientes del Oceanic 815. Si hacen memoria, recordarán que en la isla ocurrían cosas desconcertantes desde el primer momento. Aparecía un oso blanco por la selva, desaparecían personas, aparecían luces y se escuchaban ruidos. De pronto viajaban en el tiempo, o por el cosmos, o transformaban su personalidad sin un motivo convincente. La única coherencia es que no se aclaraba nunca nada.

El acierto comercial de 'Lost', el secreto de su longevidad, fue hacer que los espectadores se quedasen mirando la pantalla con la ilusión de que todo les fuese explicado en algún momento. Con la expectativa de que aquello cobrase sentido, se mantuvieron enganchadas millones de personas durante años. Para hacer soportable la espera, se elaboraron teorías, muchas mejores que la trama original, que trataban de ordenar el caos narrativo.

En realidad, los guionistas nunca intentaron encontrar una solución a los entuertos en los que ellos mismos se habían metido, ni una explicación convincente de lo que estaban haciendo. La huida hacia delante era la manera de seguir en antena, de provocar la ilusión de que todas aquellas horas de suspense iban a desembocar a algún sitio, que los esfuerzos tendrían su recompensa. Y cuando ya no fue suficiente con osos polares y pequeños misterios en la selva, se abrió el catálogo de chifladuras paranormales. Lo mismo que ha hecho Puigdemont ahora.

Pero la paciencia de la gente tiene un límite y hasta a los protagonistas de la serie empezaron a buscar otra cosa que hacer con sus vidas cuando se hartaron. Se decidió escribir un final para acabar de una vez con aquello. Como no había manera humana de darle sentido a todo lo ocurrido anteriormente, se optó por la vía onírica, lacrimosa, con muchos besos y abrazos. Cuando se emitió, nadie entendió muy bien lo que estaba pasando. Los últimos seguidores de 'Lost' quedaron abandonados en la noche, decepcionados mientras veían desfilar los créditos. A algunos se les saltaron las lágrimas y otros descargaron su ira en las redes.

'Lost' duró seis temporadas, seis años. Puigdemont lleva ya casi siete de fuga y esto ya no la está viendo nadie. No hay manera de engancharse a la pesadez de Puigdemont, aunque desaparezca en directo, o aunque corra desnudo por los pasillos de El Corte Inglés. Es verdad que Operación Jaula (de Grillos) no está mal para lo que estamos viendo, pero Operación Tedio sería mucho más descriptivo.

Si estás aquí, informándote sobre las aventuras del viejo Puigdemont en pleno mes de agosto, es probable que ya hayas leído o escuchado las diferentes hipótesis que se barajan sobre este nuevo sainete. Simplificando las cosas, las opciones encima de la mesa se reducen a dos. O bien estamos ante un montaje indecente que beneficia a todos los implicados, o bien ante uno de los mayores bochornos policiales de la historia.

Carles Puigdemont
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