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2008, memoria de una derrota
La derrota del PP de 2008 estuvo favorecida por errores de forma y de tono que no solo no están definitivamente superados, sino que en ocasiones parece que se pudieran volver a cometer
Entre el 10 de marzo de 2007 y el 9 de marzo de 2008 se produjeron en España cambios políticos fundamentales que han ido dando forma a la competición electoral actual. Esos cambios alteraron el sistema de partidos a corto plazo y, a la larga, hicieron posible una moción de censura extremadamente improbable que encabezó el PSOE con menos diputados en 40 años de democracia.
Involuntariamente, el PSOE ha alcanzado lo que se podría denominar "nivel de debilidad funcional”; es decir, se ha debilitado tanto como para que el nacionalismo y el secesionismo puedan tratarlo de tú a tú y buscar alianzas especialmente rentables con él; y, a la vez, ha mantenido un tamaño suficiente como para que, con esos aliados, le resulte posible alcanzar el Gobierno mientras la derecha siga fracturada. Para entender lo ocurrido y sus reverberaciones actuales, es útil evocar tres imágenes icónicas:
1. La fotografía de la gran manifestación que se celebró en la plaza de Colón de Madrid el 10 de marzo de 2007, convocada por el Partido Popular para rechazar las políticas de Zapatero, especialmente su negociación con ETA y el modelo de relación con los secesionistas, a quienes se señalaba con dureza por estar decidiendo en secreto el futuro de España.
En su discurso, Mariano Rajoy afirmó: “Es el peaje que paga el Gobierno para poder negociar. Se ha pretendido embaucarnos con el pretexto de una paz engañosa… Han descubierto un Gobierno débil y quieren aprovechar la ocasión… El Gobierno está cogido en una trampa en la que él mismo se ha metido y de la que no sabe salir. Se ha equivocado. Está en un callejón sin salida y debe rectificar, pero no se atreve porque lo que más le asusta es tener que reconocer su error… Le hemos tendido la mano muchas veces y se nos ha rechazado siempre. Hemos querido ayudar y se ha despreciado nuestra ayuda”. Fue la primera foto de Colón. Con ella se dejó claro a los nacionalistas que podían considerar al PSOE un socio fiable. Más de lo que resultó ser luego el PP para muchos de los que tomaron parte en aquella manifestación.
2. La imagen de la noche electoral de las elecciones municipales y autonómicas celebradas poco después, en mayo de ese mismo año, que produjeron excelentes resultados para el PP en varias comunidades autónomas, entre ellas Madrid, donde alcanzó más del 53 por ciento del voto, 20 puntos de diferencia sobre el PSOE en la comunidad y más distancia aún en el Ayuntamiento. Y hubo comunidades en las que el rendimiento del PP fue incluso mayor. Pero la noticia en Cataluña fue la abstención récord y más poder local para el PSC, que pasó de 2.281 concejales a 2.570. ERC subió de 1.279 a 1.581, mientras que CiU cayó de 3.687 a 3.387 y el PP, de 350 a 284.
3. La imagen de Zapatero celebrando su victoria en las elecciones generales del 9 de marzo de 2008, saltando junto a una letra roja gigante, una zeta convertida en atril en la que apenas podía verse un diminuto logo del PSOE en una esquina. Entre la primera y la última de esas imágenes media exactamente un año. Y, precisamente después de la manifestación de marzo de 2007 y pese a los resultados locales de mayo, las encuestas nacionales empezaron a registrar cambios que situaron al PSOE por encima del PP en intención de voto en las generales, o ampliaron la pequeña ventaja que ya le daban.
En las elecciones generales de 2008, el PP logró un avance entre votantes de centro y de centroizquierda que rechazaron a Zapatero
En las elecciones generales de 2008, el PP logró un avance significativo entre votantes de centro y de centroizquierda que rechazaron las políticas de Zapatero, pero el PSOE compuso una base electoral nueva, inestable pero eficaz para sumar en una investidura, lo que le permitió sobreponerse a la fortaleza del PP. Perdió votantes de centro, pero los compensó con más votantes radicales, hasta conseguir 11.289.335 votos, récord histórico; de ellos, 1.689.911, en Cataluña. La diferencia nacional con el PP fue de 1.011.325 votos, la diferencia en Cataluña fue de 1.079.438. La distancia en escaños en Cataluña fue la misma que la nacional más uno. En Cataluña, el PSC sumó más escaños que todos los demás partidos juntos.
Ahí, en el cortejo del extremo, sigue el socialismo desde entonces. Y esta vez no parece que el contexto económico europeo vaya a poner fin a la aventura, como le ocurrió a Zapatero en mayo de 2010, porque la ortodoxia europea está cambiando y porque las restricciones fiscales están básicamente suspendidas, lo que significa: a) que Sánchez no está desahuciado, y tratarlo como si lo estuviera es un error que debilita a quien lo hace y le concede oportunidades a él; b) que podría seguir avanzando en sus acuerdos con el nacionalismo si ganase, y c) que, por tanto, el nacionalismo tendrá interés e incentivos para hacer lo que esté en su mano por la continuidad del Gobierno socialista, incluso votarlo, como muchos nacionalistas y radicales hicieron en 2008, especialmente si perciben el cambio de Gobierno como una amenaza existencial y su continuidad como una oportunidad histórica.
La descomposición de la mayoría electoral socialista en 2011 no se debió a la crisis como tal, que apenas elevó el voto del PP, sino a que el voto radical y nacionalista que llegó al PSOE desde el compromiso a ciegas con el Estatut y el Tinell, en 2003, pensó que el socialismo ya no estaba en condiciones de cumplir con lo pactado. Esa convicción de fin de ciclo inevitable no está actualmente establecida y no es probable que llegue a estarlo antes de las próximas elecciones generales con la claridad que alcanzó en 2011. Las cosas se van pareciendo más a 2008.
Como alternativa a la fortaleza centrista del PP desde 1996, el PSOE se especializó en completar mayorías con otros cuyo móvil más visible es lograr que no las forme el PP y que nunca pueda llegar a formarlas, y por eso cultivar el conflicto frontal con este le es necesario y lo agradece cuando se le facilita, porque le da credibilidad como líder de una mayoría descentrada. Eso ocurre cuando el PP adopta formas poco asertivas y razonadas, que es lo que produce debilidad, no fortaleza, algo cuyo rendimiento se ha escrutado ya en numerosas elecciones recientes y pasadas, con el resultado de que el PSOE gana o gobierna sin ganar, y el PP pierde, o no puede presidir aunque gane, o no puede gobernar aunque presida.
En este contexto, algunos datos cobran especial relevancia.
En las generales de 2004, ERC obtuvo 638.902 votos, un 15,89 por ciento del voto en Cataluña. En 2008 se quedó en 291.532, un 7,83%
En las generales de 2004, ERC obtuvo 638.902 votos, un 15,89 por ciento del voto en Cataluña. En 2008, se quedó en 291.532, un 7,83 por ciento.
En 2004, la suma de CiU, ERC y otras fuerzas de izquierda significativas fue de 1.739.691 votos, el 43,27 por ciento del voto en Cataluña; en 2008, esa suma fue de 1.266.856 votos, el 34,02 por ciento.
En el País Vasco, en 2004, la suma del PNV, IU, EA y Aralar fue de 642.787 votos, el 51,49 por ciento del voto. En 2008, el voto equivalente sumó 436.891, el 38,69 por ciento.
El beneficiario de este drenaje de voto radical y nacionalista que se produjo entre 2004 y 2008 fue el PSOE, que no solo sobrecompensó sus pérdidas en el centro, sino que concentró territorialmente sus ganancias.
Ahora, las cosas están potencialmente peor para el PP. En noviembre de 2019, ERC tuvo 874.859 votos, el 22,57 por ciento del voto en Cataluña. La suma de ERC, En Comú Podem, Junts, CUP y Más País alcanzó los 2.243.054 votos y el 57,87 por ciento. Es decir, medio millón de votos más que la suma equivalente de 2004, votos que el PSOE puede tratar de movilizar ante un riesgo de victoria del PP, casi 15 puntos más de voto válido.
La pérdida de pulso independentista de la sociedad catalana que detectan actualmente los estudios de opinión puede favorecer una transferencia intensa de voto hacia el socialismo si se llegara a percibir que un cambio de Gobierno nacional produciría un nuevo ciclo de tensión, que no es en absoluto el escenario preferido para la mayoría. El PP conoce el tono y el resultado de sus últimas campañas electorales nacionales en Cataluña. Y también conoce el tono y el resultado de su última campaña autonómica. No parece absurdo pensar que no le valen ni lo uno ni lo otro, que necesita otra cosa y que debe ponerse a pensar en ella con realismo, con ambición y con urgencia.
La pérdida de pulso independentista de la sociedad catalana que detectan ahora puede favorecer una transferencia de voto
Entre el escapismo del Congreso de Valencia, por una parte, y la política de choque basada en hacer siempre lo contrario de lo que se supone que quiere la izquierda, por otra —ignorando que la izquierda se ha aprendido el truco y sabe inducir reacciones primarias mediante un simple juego de psicología inversa—, está el espacio político razonable, constructivo y ganador que el PP necesita y que puede encontrar, cultivar y cosechar.
El testimonialismo de las clamorosas derrotas épicas no les sirve de nada a los constitucionalistas de Cataluña. Y, si no son épicas, peor. Hay que aprender a ganar en la España que existe, que va a seguir ahí el día de las elecciones, incluidos los nacionalistas.
El escándalo de la reforma de la sedición, que lo es, enorme, no compensa la sensación de que el PP carece de política constructiva para Cataluña desde hace muchos años, incluso de que lo que ha hecho o dejado de hacer allí lo ha hecho pensando en otro sitio. Es más, esa carencia contribuye a que el PSOE haga esas cosas.
Suponer que una política constructiva y viable en Cataluña tendrá irremediablemente un coste insoportable en otra parte es sugerir que en realidad la nación española al completo, como sujeto político integral que comparte afectos, intereses y propósitos, o no existe o es ingobernable, que es como decir que dejará de existir.
Y, si “los nuestros” no lo entienden, habrá que hacer que lo entiendan si es que se cree en ello, como se hizo con la propia Transición, con la legalización del PCE, con el ingreso en la OTAN, con la voluntad de ser socio fundador del euro y con la derrota de ETA con toda la ley y solo con la ley frente al empate infinito, por poner algunos ejemplos. Porque lo que con certeza no entenderán es que se vuelva a perder.
En el País Vasco, la suma equivalente a la señalada en 2004 alcanzó en noviembre de 2019 los 782.749 votos, un 66,11 por ciento. Es decir, casi 140.000 votos y 15 puntos más. Con el añadido de que el crecimiento de Bildu al amparo del socialismo añade dimensión y probabilidad a la transferencia de su voto al PSOE en las generales si se juzgara necesario, y a la transferencia de voto desde el PP hacia el PNV.
El crecimiento del nacionalismo y del radicalismo no es para el PSOE una circunstancia sino parte de una estrategia, es una reserva de voto de último recurso frente a la posibilidad de una victoria nacional del PP, sobre todo en coalición con Vox. Y esa reserva es hoy mayor que en 2008. Se activó en 2008 directamente en las urnas, se desactivó en 2011 porque la victoria socialista parecía imposible, se reactivó en el Parlamento desde la moción de censura y ha permanecido activa desde entonces, y no es improbable que vuelva a fortalecer al PSOE directamente en las urnas si se dan las circunstancias. Si no lo hizo en 2019 fue porque nunca pareció posible la victoria del PP.
Es verdad que en Andalucía las cosas han cambiado en las autonómicas y eso modifica parte del tablero nacional, pero lo que cambió en Andalucía no fue para favorecer una coalición del PP con Vox, sino para ayudar a la continuidad de un Gobierno moderado del PP frente a la llegada Vox.
Lo que el PP pueda o deba hacer en concreto ante este contexto político merece una reflexión aparte, pero es posible señalar algunas cosas genéricas.
- Primero, que el marco político establecido en 2007-2008 ha demostrado su utilidad para unir la mayor cantidad de votos de la historia democrática española, alrededor del PSOE. Marco que también ha servido para hacer gobiernos del PSOE con muy pocos escaños y para inducir polarizaciones, fracturas y derrotas en el centroderecha.
Lo que el PP pueda o deba hacer ante este contexto político merece una reflexión aparte
Desde ese punto de vista, la estrategia definida por el socialismo para sobrepasar y erosionar los 10 millones de votos de centroderecha que el PP forjó desde 1996 puede considerarse un éxito, a condición de que se ignore su impacto devastador sobre la sociedad y sobre el rendimiento integrador de sus instituciones. Porque, si es cierto que Cataluña está ahora mejor que en 2017, también lo es que está mucho peor que en 1996-2004, atendiendo a las mismas variables.
El PSOE ha movilizado y conseguido los votos radicales directamente en las urnas, o luego en el Parlamento, pero los ha conseguido, y con ellos ha derrotado al PP. Esto ha tenido algún efecto negativo menor en algunas comunidades de Gobierno socialista que carecen de partidos nacionalistas, pero con escasa contestación real y solo en periodo electoral autonómico. El PP no ha desarrollado una estrategia de respuesta de profundidad equivalente. Denunciar la del PSOE no es una estrategia electoral propia, y parece obvio que pretender elevar una estrategia electoral autonómica a estrategia nacional, especialmente si en esa comunidad no existen partidos nacionalistas, carecería de sentido. El Parlamento de Galicia tiene tres grupos parlamentarios; la Asamblea de Madrid, cinco; el Parlamento de Andalucía, cinco. Y en ninguno de ellos existe un eje territorial complejo, puesto que todos pertenecen a la misma comunidad. El Congreso de los Diputados tiene 10 grupos, y no es imposible que las próximas elecciones eleven ese número, y en él se cruzan el eje izquierda-derecha y el eje territorial, entre otros posibles, como el europeísta-antieuropeísta, por ejemplo, de muy baja incidencia real en los Parlamentos autonómicos, pero esencial en el Congreso y en el Senado.
- Segundo, que la derrota de 2008 estuvo favorecida por errores de forma y de tono por parte del PP que no solo no están definitivamente superados, sino que en ocasiones parece que se pudieran volver a cometer. Incluso, a veces, con las mismas personas como protagonistas, del partido o alrededor del partido. No fue lo que se hizo, fue cómo se hizo.
Si el PP dijera cosas que favorecieran la caricatura que el PSOE necesita para movilizar voto nacionalista a su favor, su victoria se alejaría
- Tercero, que las cosas han empeorado para el PP desde 2008, no solo por su propia pérdida de dimensión y presencia nacional, sino porque el nacionalismo y el radicalismo pesan más, y su voto no está al alcance del PP pero sí del PSOE, mientras que el voto moderado sigue siendo fronterizo y disputable entre los dos, aunque con ventaja para el PP a condición de que no se postule como aliado de Vox.
- Cuarto, que la victoria de 2011 fue un episodio efímero que en apenas unos meses colapsó ante las exigencias de la crisis en Cataluña, de cuyo impacto abrasivo el PP está muy lejos de haberse recuperado, y también como resultado de la autolesión que el PP se produjo en su base electoral en el Congreso de Valencia, que lo privó de votos y de referencias políticas y económicas indispensables para gobernar una España en crisis. Esas referencias siguen pendientes de restauración.
- Quinto, que si el PP hiciera y dijera cosas que favorecieran la caricatura que el PSOE necesita para movilizar voto nacionalista a su favor, la posibilidad de su victoria se alejaría.
* Miguel Ángel Quintanilla Navarro concurrió en las listas del PP en las pasadas elecciones generales. Consultor político.
Entre el 10 de marzo de 2007 y el 9 de marzo de 2008 se produjeron en España cambios políticos fundamentales que han ido dando forma a la competición electoral actual. Esos cambios alteraron el sistema de partidos a corto plazo y, a la larga, hicieron posible una moción de censura extremadamente improbable que encabezó el PSOE con menos diputados en 40 años de democracia.
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