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Virginia Martín Jiménez

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Yo también estuve allí

Para encontrarme entre el olvido solo tienes que mirar atrás en el tiempo, entre papeles de hemerotecas y grabaciones de archivo. Si miras, me verás, porque yo también estuve allí

Foto: Foto: Pixabay/Robert Owen-Wahl.
Foto: Pixabay/Robert Owen-Wahl.

Dices que no me conoces, que no sabes de mi existencia. Pero yo también estuve allí. Cuando comenzó todo, hace mucho tiempo.

Recuerdo que lo trajo a casa mi padre, agitándolo en el aire con entusiasmo. Yo le pregunté por lo que creí que era un libro y él me explicó que era una gaceta. Comenzó a hojear sus escasas páginas y a enseñarme que gracias a ellas podríamos saber las cosas importantes que estaban sucediendo. Sería como leer libros de Historia, pero con el relato del presente que se convertiría en Historia. Me resultó fascinante y supe que yo formaría parte de aquello, que yo también estaría allí.

Y así lo hice. Cuando todo era novedoso y solo unas cuantas con privilegios teníamos acceso a la lectura y a la escritura, puse todo mi empeño en que la gente pensase, se hiciese preguntas y valorase la formación y el raciocinio. Así, nacieron esos primeros papeles periódicos que yo redactaba, para los que buscaba licencias y los que yo misma llevaba a la imprenta y después a las librerías o peluquerías para su venta. Era algo mágico el ver que mis palabras eran contestadas por otros diaristas, que esas páginas llegaban a gente de otras regiones o países o que otras veían en mí un ejemplo a seguir y ponían en marcha proyectos como el mío.

Con el tiempo lo que escribía fue interesando a más gente, llegando a más personas. Un público que empezó a demandar información a diario y que esta fuese más variada. Así que comencé a publicar sobre lo último ocurrido en política, sobre literatura, teatro, música, e incluso moda.

Me costó ser considerada una igual (me pregunto si lo fui alguna vez) y muchas veces me trataban, en el mejor de los casos, con paternalismo

No voy a negarte que me costó ser considerada una igual (me pregunto si realmente lo fui alguna vez) y que muchas veces me trataban, en el mejor de los casos, con paternalismo. Pero yo seguí allí. Allí donde pasaban cosas para contarlas y que se supiese de ellas, aunque no siempre pudiese poner mi firma tras el punto final.

Yo estuve allí.

Foto: Susan Sontag lee 'En América' en el Festival de Charleston en 2001. (Getty/Culture Club)
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Como cuando supiste por mi periódico del horror de las cárceles y tomaste conciencia por la justicia social. O como cuando mis crónicas sobre la exposición universal de París te llenaron de asombro. Mis Notas femeninas rompieron estereotipos o mis trabajos publicados pusieron un granito de arena en la legalización del divorcio o en favor de la objeción de conciencia. También te hice reír con mis columnas sobre la vida en aquel país tan diferente al nuestro como eran los Estados Unidos o te hice vibrar con mis coberturas deportivas.

No fueron pocas las veces que tuve que viajar a campos de batalla para enviar mis crónicas a diferentes diarios. La guerra contada en el lugar de los hechos y desde una mirada humanizada. Primero fue el desastre del Rif, pero luego llegaron más: la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa de 1917, guerras civiles dentro y fuera de nuestras fronteras, golpes de estado, caída de regímenes...

Mis crónicas también te contaron la revolución estudiantil del 68 en París y te acercaron aires de democracia y libertad. Una democracia que llegó a nuestro país y que me permitió trabajar como cronista parlamentaria o narrarte en directo lo que pasó en esa noche larga donde la tele, los periódicos y los transistores te recordaron que era posible apostar por un país democrático y que la libertad, una vez ganada, podía perderse en minutos. No iba a dar un paso atrás después de haber narrado la legalización de los partidos (¡hasta del Comunista!), de haber cubierto las primeras elecciones tras la dictadura, de haber publicado, en favor de la transparencia, el borrador de la futura Constitución o de haber denunciado el horror del terrorismo.

Mi rostro ante las cámaras te habló del sur de todos los nortes, enseñándote que no hay democracia ni libertad sin igualdad en derechos

Otras veces mis columnas removieron la opinión pública, llegando incluso a cambiar leyes en favor de los derechos de las mujeres. Y mi rostro ante las cámaras te habló del sur de todos los nortes, enseñándote que no hay democracia ni libertad sin igualdad en derechos.

He llegado a dirigir medios de comunicación públicos y privados, de referencia o de nueva creación, analógicos o digitales. He liderado audiencias, he puesto en marcha proyectos pioneros e, incluso, llegué a convertirme en reina.

Y ahora después de tanto, me dices que no me conoces. Que si no figuro en las páginas escritas sobre la historia del Periodismo será porque mi papel no fue tan relevante. Cuestionas si detrás de mi firma había una mano de hombre, mientras que nunca te planteas los nombres de varón que ocultaron plumas de mujer (tantas veces vi que eso sucedía…). Y llegas incluso a juzgar a quien quiere recordarme, sin darte cuenta de que solo están recuperando aquello que fui y que me arrebató la Historia que se escribió.

Foto: Ciudadanos en la marcha convocada en Madrid para el 8 de marzo 2022. (EFE)

Recuerda que yo te di aquella noticia que jamás has podido olvidar, que la fotografía que tomé puso imagen a lo que no habías visto, que llevé hasta el salón de tu casa aquel testimonio que tanto te impactó, que mi voz te permitió conocer lo que pasaba más allá de tu país, que mis entrevistas te ofrecieron relatos inolvidables, que mis artículos te dieron criterio…

Estuve allí. Y para encontrarme entre el olvido solo tienes que mirar atrás en el tiempo, entre papeles de hemerotecas y grabaciones de archivo.

Si miras, me verás, porque yo también estuve allí.

*Virginia Martín Jiménez. Profesora de Historia del Periodismo en la Universidad de Valladolid.

Dices que no me conoces, que no sabes de mi existencia. Pero yo también estuve allí. Cuando comenzó todo, hace mucho tiempo.

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