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Política Netflix: por qué Sánchez gobierna como si protagonizara una serie
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Ramón González Férriz

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Política Netflix: por qué Sánchez gobierna como si protagonizara una serie

Los giros de guion ya son excesivos y son evidentes los trucos efectistas. Y si cada vez hay más, debe ser porque el presidente cree que ya no cumplen su misión y dobla la apuesta

Foto: Pedro Sánchez en un mitin en Barcelona. (EFE)
Pedro Sánchez en un mitin en Barcelona. (EFE)
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Últimamente, la política se asocia más con el relato, con la historia que el líder nos quiere vender, que con la gestión. Siempre ha sido un poco así. Pero en los últimos años la faceta comunicativa ha adquirido una importancia desmesurada.

El caso de Pedro Sánchez es particularmente llamativo. Porque el formato que ha adoptado para transmitir el relato de su presidencia es el más contemporáneo, el de las series. Para él, cada día es un capítulo nuevo. No tiene por qué ser del todo coherente con el anterior. Si la audiencia baja, se puede dar un giro de guion. Un tema o un personaje pueden desaparecer abruptamente. Y reaparecer en la temporada siguiente. O no. Cualquier cosa es aceptable si sirve para mantener enganchados a los espectadores. Las últimas tramas han versado sobre los jueces de derechas, los medios críticos y, ahora, sobre una crisis diplomática internacional parcialmente autoinfligida. Pero antes de llegar aquí se han emitido seis temporadas y cientos de episodios.

De la tecnocracia al lío argumental

Recordemos el primer capítulo de su presidencia. En 2018, Sánchez armó una coalición política que casi nadie creía viable. Y con ella, según su relato, derrotó a una banda de corruptos que, con la austeridad y la corrupción, había destruido las expectativas de cientos de miles de españoles. Él era el protagonista, pero los secundarios eran impresionantes: Marlaska, un juez inquebrantable; Calviño, una tenaz burócrata de Bruselas; Borrell, un viejo zorro de la izquierda tradicional; Duque, un astronauta. Los temas principales de la historia eran también asombrosos: diálogo con los rebeldes catalanes, tecnocracia y reformismo, y una atención especial a la pobreza infantil y la ciencia.

Como sucede en tantas series, el guion se fue deshilachando. El presidente no tenía mayoría para sacar adelante ese ambicioso programa. Algunos de los secundarios de los que se había rodeado en su Gobierno se volvieron incómodos para él. La trama empezó a dar muestras de incoherencia. Durante la temporada de 2019, por ejemplo, el presidente afirmó en casi todos los capítulos que nunca gobernaría con Podemos. En el primer capítulo de la temporada de 2020, sin embargo, apareció nombrando al líder de Podemos vicepresidente de su Gobierno. Si en años anteriores el tema había sido la pobreza y la ciencia, en el que empezaba sería el antifascismo.

Foto: Pedro Sánchez, junto a Teresa Ribera, Salvador Illa y Jaume Collboni. (EFE/Fontcuberta)

A partir de ahí, las tramas apenas duraban unos capítulos. La mesa de negociación con la Generalitat apareció y desapareció. Durante los dos años del covid, el presidente utilizó un recurso tradicional de los thrillers: quien dirigía la gestión de la pandemia era un comité de sabios y expertos, pero estos nunca aparecían en pantalla. Y no supimos más de él. En 2022, con la invasión de Ucrania, la serie estuvo muy bien: el presidente no solo hizo lo correcto, sino que lo hacía con convicción. Tras las elecciones municipales de 2023, sin embargo, Sánchez tuvo que reaccionar y lo hizo como en las mejores temporadas del pasado: convocó elecciones generales. No las ganó, pero salió ganando. Sin embargo, ahí empezó el verdadero delirio argumental.

El rechazo a la amnistía había estado presente durante algunos capítulos de la temporada previa, pero en los siguientes fue sustituido rápidamente por el apoyo a la amnistía. Ahora bien, el presidente se dio cuenta de que el tema no encantaba a los espectadores más fieles. Y se hizo necesaria la frenética sucesión de nuevos temas. Calificó como una "epidemia" el acceso de los menores a la pornografía, pero el asunto se esfumó. Esta iba a ser la legislatura en la que se iba a abordar el problema de la vivienda, pero este se fue diluyendo.

El presidente se implicó a fondo en la cuestión Palestina y prometió su reconocimiento como estado, pero al final se ha pospuesto para capítulos venideros. En un intento más radical por recuperar el liderazgo, Sánchez planteó un osado cliffhanger: desaparecer durante cinco días para tener a los espectadores en vilo ante su posible dimisión. No dimitió y en su regreso anunció los dos temas más importantes para el resto de la temporada: los jueces politizados y los medios de la fachosfera. Sin embargo, es posible que ya hayan quedado viejos y hayan sido sustituidos por un giro si cabe más inesperado: un choque con el presidente argentino. Sus insultos fueron totalmente inaceptables y la llamada a consultas a la embajadora es irreprochable, pero sin ninguna duda es una trama útil para generar tensión narrativa.

El declive de la serie

Los giros de guion ya son excesivos. Es demasiado evidente que se trata de trucos efectistas. Pero si cada vez hay más, debe ser porque el presidente sospecha que ya no cumplen su cometido y hay que doblar la apuesta. Lo curioso es que esto ni siquiera se hace mirando los datos del rating. Este es un gobierno que toma pocas decisiones basadas en encuestas y análisis, y muchas confiando a ciegas en el instinto político y narrativo de Sánchez. Es indudable que este ha sido eficaz hasta hace poco. Pero hay algo en el argumento de los últimos capítulos que sugiere que se está volviendo mucho más falible.

Como la comunicación importa más que la gestión, los temas se anuncian y desaparecen. Hasta que vuelven a aparecer: ante la inminencia de la campaña de las elecciones europeas, ya ha regresado el antifascismo. Pero esta idea según la cual la acción política tiene la estructura de capítulos que deben tratar de satisfacer a la audiencia, y si no lo consiguen deben cambiar de tema, es peligrosa. Convierte a los políticos en actores y a los ciudadanos, en espectadores. Y, además, como sucede con tantas series, esta se está haciendo demasiado larga y ya estamos tentados a dejar de verla.

Últimamente, la política se asocia más con el relato, con la historia que el líder nos quiere vender, que con la gestión. Siempre ha sido un poco así. Pero en los últimos años la faceta comunicativa ha adquirido una importancia desmesurada.

Pedro Sánchez
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