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Los medios de izquierdas deberían cumplir con su responsabilidad
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Ramón González Férriz

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Los medios de izquierdas deberían cumplir con su responsabilidad

Muchos periodistas sienten que no deben ser neutrales, sino activistas en favor de la democracia. Con frecuencia, sin embargo, lo son en favor de un partido

Foto: Pedro Sánchez durante la entrevista con Wyoming en el 'Intermedio'. (La Sexta)
Pedro Sánchez durante la entrevista con Wyoming en el 'Intermedio'. (La Sexta)
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Yascha Mounk es profesor de relaciones internacionales y autor de algunos libros brillantes sobre la política actual. Empezó su carrera a principios de este siglo como becario en el ya desaparecido periódico progresista International Herald Tribune. Allí hizo trabajos poco relevantes, como sacar fotocopias o cambiar las bombillas que se fundían. Un día, como cuenta en un artículo que ha publicado en español la revista Letras Libres, acudió al trabajo con una camiseta en la que aparecía un mensaje contra el entonces presidente George Bush. Sus jefes le ordenaron que se fuera a casa a cambiarse de ropa. Era intolerable que en una redacción de periódico, un lugar que debía aspirar a ser un santuario de la imparcialidad, alguien mostrara abiertamente sus preferencias, le dijeron.

Mounk recuerda esa anécdota para compararla con la actualidad. Sus colegas de entonces eran de izquierdas. Seguramente, odiaban a Bush. Pero entendían que un periódico debía transmitir neutralidad, aunque luego no estuviera a la altura del objetivo. Hoy, muchos periodistas sienten que no deben ser neutrales, sino activistas. Suelen decir que son activistas en favor de la democracia. Con mucha frecuencia, sin embargo, son activistas en favor de un partido. Lo que nos lleva a España y a la posible corrupción del Gobierno y su gestión.

Proteger al poder

El País o El Diario han acogido con escepticismo la declaración de Víctor de Aldama. Es comprensible: no sabemos si lo que contó es cierto. Nunca han tenido problemas con las cesiones de Pedro Sánchez a Junts y Esquerra para conseguir su apoyo: puede que eso se deba a una excéntrica visión del futuro confederal de España.

Pero van más allá. No parecen considerar que las actividades de Begoña Gómez sean muy reprobables: su caso, dijo en un editorial El País, es solo "político" y fruto de "la frustración" de las derechas españolas desde el 23 de julio del año pasado; "las elecciones se ganan en las urnas y las mayorías en el Congreso de los Diputados", decía en tono de regañina a todos quienes creemos que se trata de un asunto serio que es legítimo denunciar.

La responsabilidad de la gestión de la DANA en Valencia. El cambio de normas para gobernar RTVE, el paso directo de ministros a la fiscalía o el Banco de España o la grotesca gestión de Tezanos en el CIS. El impacto indeseado de la ley de libertad sexual. No es que todas estas cosas coincidan con el legítimo ideario de estos medios y otros como Infolibre o La Vanguardia, por no hablar del infotainment del Gran Wyoming o la Cadena Ser. Es que estos creen que su trabajo consiste en defender al Gobierno y protegerlo de la oposición. De hecho, creen que consiste en denunciar a la oposición como la verdadera causante de los problemas de España. Creen de verdad que hacen activismo en favor de la democracia, solo que, para ellos, democracia significa que siempre gobierne la izquierda. Significa que todos los errores que esta cometa son perdonables, porque el hecho de que gobierne es un bien absoluto. O que esos errores no existen y son fruto solamente de los bulos y la desinformación. Todo lo que hace el Gobierno, en consecuencia, es moralmente tolerable.

Para ellos, democracia significa que siempre gobierne la izquierda

Si la democracia funcionara de manera ideal esto no sería un problema. Los ciudadanos con curiosidad se asomarían a otros medios, se harían una idea de la potencial degradación del Gobierno y ponderarían si dejan de votar a los partidos que lo componen. El Gobierno, asustado por esta posibilidad, corregiría el rumbo, se disculparía, haría promesas de enmienda. Pero hace mucho tiempo que la democracia no funciona así, si es que lo ha hecho alguna vez.

Déjenme resumir la situación: nada de lo que publiquen o demuestren los medios críticos va a tener ninguna clase de efecto en el Gobierno. Es más, puede que le alegre porque, siente, instiga la polarización en la que con tanta comodidad opera y medra. Para que el Gobierno cambiara su manera de hacer, tendrían que exigírselo los medios que le apoyan: solo a ellos les escucharía. Una cobertura mínimamente exigente de la Cadena Ser tendría más impacto en la conducta del Gobierno que tres mil razonadas columnas de este periódico. Pero eso no va a suceder. Recuerden: los activistas en pro de la democracia son acríticos activistas de un partido o un bloque; como denunciaba Mounk, "favorecer a tu propio bando" ya no es considerado una falta de ética, sino "un valiente acto de resistencia".

Para quienes aspiramos a que el sistema funcione bien, y solo de manera secundaria tenemos preferencias partidistas, es crucial que los medios tengan la valentía de decir la verdad a sus amigos en el Gobierno. Porque el Gobierno solo responde ante ellos; no siente que deba hacerlo ante los críticos. Solo los medios afines, en consecuencia, pueden hacer mejor al Gobierno. Pero no lo van a hacer, porque sienten que eso contradice la que creen que es su función: no hacer que el Gobierno sea mejor, sino solo contribuir a su pervivencia en el poder.

Yascha Mounk es profesor de relaciones internacionales y autor de algunos libros brillantes sobre la política actual. Empezó su carrera a principios de este siglo como becario en el ya desaparecido periódico progresista International Herald Tribune. Allí hizo trabajos poco relevantes, como sacar fotocopias o cambiar las bombillas que se fundían. Un día, como cuenta en un artículo que ha publicado en español la revista Letras Libres, acudió al trabajo con una camiseta en la que aparecía un mensaje contra el entonces presidente George Bush. Sus jefes le ordenaron que se fuera a casa a cambiarse de ropa. Era intolerable que en una redacción de periódico, un lugar que debía aspirar a ser un santuario de la imparcialidad, alguien mostrara abiertamente sus preferencias, le dijeron.

Pedro Sánchez
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