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Tribuna
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Carta de amor al Séptimo de Caballería (de Garry Owen a 'Relevo')
Dotamos al proyecto de recursos para competir con los grandes, nos dispusimos (luego supe que no todos ni con la misma fe) a apretar los dientes hasta que llegara la velocidad de crucero y nos encomendamos a los profesionales
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En el avión de vuelta de Milán la sensación era extraña. De pasear por Montenapoleone y la galería de Víctor Manuel II, que siempre he pensado que tiene algo de Estación del Norte pero con el Duomo al otro lado, se me había quedado el cuerpo pegajoso y no era sólo el sudor. Urbano Cairo nos había cerrado la puerta de Marca en las narices y el sueño de una cabecera deportiva en el grupo se alejaba como la Lombardía en la ventana del avión. "Hagámosla nosotros", dije en voz alta. "¿Qué?". "Lo que oyes. Reunamos a todo el talento joven del periodismo deportivo y diseñemos nuestro propio periódico desde cero. ¿No dicen que ya no hay mercado? Pues vamos a crearlo. Y, además, tenemos la mitad del trabajo hecho porque Oscarín está en la casa".
Sin esperar a que el avión se detuviera en el finger de la T4 llamé a Óscar Campillo para hacerle la propuesta. "Joder, Luisito, majo, eres la hostia. Ya te digo que sí pero habrá que hablarlo un poco". El nombre de Hugo Cerezo surgió como un automatismo. Hubo un par más pero el mal de altura les nubló la vista. Con las primeras conversaciones Hugo plantó sus reales: "El proyecto es lo que llevamos años intentando hacer en Marca y no nos dejan pero no voy ni a pensarlo si no viene ‘Mati’ conmigo". Alfredo Matilla era un intransferible de AS y yo ya sabía lo difícil que es arrancar a alguien de Prisa desde que presencié el fichaje de Segurola por Marca. Pero resultó que ‘Mati’, como los toreros que me gustan, no hace aspavientos, no toca al toro, no se retuerce en el embroque ni se desplanta al acabar pero se cruza y echa la pata alante.
Después vino un visionario de la mano de ‘Chuchi’ Carrera, nuestro impensable responsable digital que sabía más que nadie de "header bidding" (yo qué sé) después de haber sido el entrenador más joven de la historia en ganar la Copa del Rey de basket. Se llamaba Germán Frassa, era argentino y, pleonasmo, usaba siempre el doble de palabras de las necesarias. Pero leía como nadie los posos del té digital y tenía ganas de mostrar el camino.
Lo que me había propuesto no era un experimento ni una prueba "a ver qué pasa". Estaba decidido, como el abuelo de los Kennedy, a tirar la gorra por encima del muro y comprometerme, a mí y al grupo, a lanzar un proyecto ambicioso que demostrara que los medios tienen futuro más allá de los recortes, del ‘clickbait’ y del ‘display’. Es curiosa la sensación que tengo al escribir esta carta de amor porque no podía estar más en lo cierto ni más equivocado. El caso es que dotamos al proyecto de recursos para competir con los grandes, nos dispusimos (luego supe que no todos ni con la misma fe) a apretar los dientes hasta que llegara la velocidad de crucero y nos encomendamos a los profesionales: "Imaginad que estáis en el garaje de vuestros padres. No tenéis que dar explicaciones a nadie. Cread un verdadero medio deportivo del siglo XXI pero no os apartéis un ápice de los fundamentos del periodismo clásico". Y como en Bola de fuego, con Matteo Moretto como un Gary Cooper en busca de exclusivas en vez de jerga callejera y Marta Caparrós, Maika Jiménez y Natalia Torrente haciendo turnos de Barbara Stanwyck (pero sin marido mafioso) los encerramos por fuera hasta que alumbraran "cosas que nosotros no creeríamos".
Era un proyecto caro y de grandes recursos, estábamos llevando a escena el futuro del periodismo que las musas nos susurraban
Y así lo hicieron. Para empezar, Relevo, que así se llamaría el nuevo medio, se lanzaría en redes sociales seis meses antes de tener un dominio a disposición de los lectores. Creo que fue a Pedro J. al primero que escuché que el futuro sería digital o no sería. A estas alturas de 2025 no sé si el futuro pasa exclusivamente por las redes sociales pero de lo que estoy seguro es de que los medios que no estén preparados para circular por ellas se quedarán en la cuneta.
Nada más ver el lanzamiento, muchos de los más prestigiosos periodistas digitales de España (Fernando Más, Fernando Baeta, Borja Echevarría, Eduardo Suárez, Vicente Ruiz…) mostraron su asombro por la audacia demostrada y pronosticaron volumen. Y si son reconocidos como ‘los mejores’ es porque suelen acertar. Las cifras de followers, vídeos vistos o engagement en TikTok e Instagram (si a estas alturas del artículo sigue leyendo es que es del sector) crecían de manera exponencial hasta rebasar las de las grandes cabeceras y las exclusivas, en todos los deportes, se multiplicaban. La combinación exigida de modernidad y respeto por los fundamentos del periodismo, una especie de "This is Anfield" en el túnel de entrada de la redacción y que viene a ser lo mismo (¡qué trabajo me cuesta teclear esto!) que el Barça de Flick, empezaba a dar sus frutos. Sólo hacía falta un poco de paciencia y el músculo financiero previsto para "monetizar" (ya me perdonará el lector) la propuesta. Y claro que era un proyecto caro y de grandes recursos pero es que estábamos llevando a escena el futuro del periodismo que las musas nos susurraban.
Los profesionales de 'Relevo' han seguido pegando tiros espalda con espalda hasta el día mismo del fundido a negro
Desde el anuncio del cierre, en cuyos motivos no voy a entrar por razones obvias, muchos mezquinos, algunos habituales y otros inesperados, algunos externos y otros internos, se han alegrado y han pasado al cobro sus pronósticos de fracaso ("pero dónde iban con toda esa plantilla" "mira, los que venían a cambiar el periodismo deportivo"). En un chupatintas es hasta lógico pero nunca podré entender los motivos que llevan a un periodista, me da igual el grupo al que pertenezca, a desear el fracaso de una propuesta como ésta. Es como si los miembros de la Asociación Española contra el Cáncer se alegraran del fracaso de un ensayo clínico experimental. Los profesionales de Relevo, en cambio, conocedores estas últimas semanas de que libraban una batalla condenada a la derrota, como el Séptimo de Caballería en Little Bighorn, han seguido pegando tiros espalda con espalda hasta el día mismo del fundido a negro. Y el último en caer abatido por las flechas de la falta de ambición (y vaya usted a saber qué otros intereses), con su chaqueta de flecos a lo Buffalo Bill y su pañuelo anudado al cuello, como un Custer de León, será su general: Óscar Campillo. Pasear a su lado por la vida fue muy agradable, señores.
*Luis Enríquez es senior advisor de El Confidencial y ex-CEO de Vocento.
En el avión de vuelta de Milán la sensación era extraña. De pasear por Montenapoleone y la galería de Víctor Manuel II, que siempre he pensado que tiene algo de Estación del Norte pero con el Duomo al otro lado, se me había quedado el cuerpo pegajoso y no era sólo el sudor. Urbano Cairo nos había cerrado la puerta de Marca en las narices y el sueño de una cabecera deportiva en el grupo se alejaba como la Lombardía en la ventana del avión. "Hagámosla nosotros", dije en voz alta. "¿Qué?". "Lo que oyes. Reunamos a todo el talento joven del periodismo deportivo y diseñemos nuestro propio periódico desde cero. ¿No dicen que ya no hay mercado? Pues vamos a crearlo. Y, además, tenemos la mitad del trabajo hecho porque Oscarín está en la casa".