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Un equipo francoafricano gana el Mundial y Le Pen lo celebra
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Un equipo francoafricano gana el Mundial y Le Pen lo celebra

Quizás en esas fronteras impenetrables que el nacionalpopulismo quiere poner en esta Europa que se cae de vieja haya que hacer un test de toque de balón

Foto: Los jugadores de la selección francesa, tras el triunfo junto al tuit de Marine Le Pen. (Montaje: R. Cano)
Los jugadores de la selección francesa, tras el triunfo junto al tuit de Marine Le Pen. (Montaje: R. Cano)

A los 30 segundos de finalizar el partido apareció en Twitter el primer mensaje de Marine Le Pen, inflamada de exaltación patriótica. Por las fotografías que publicó, parece que envió el tuit desde el mismo estadio en que un equipo de jóvenes franceses acababa de ganar la Copa del Mundo para su país. Un equipo de la Francia mestiza y multicolor, multirracial, multicultural y multirreligiosa. La Francia que Marine Le Pen y su partido combaten, la que por su gusto jamás habría llegado a existir.

Pocos minutos después del final, centenares de miles de personas abarrotaban las calles de París y de todas las ciudades francesas celebrando el triunfo. Me pregunto cuántos de ellos votaron en su día al Frente Nacional de Le Pen. Al menos uno de cada tres, que fueron los votos que obtuvo la candidata nacionalpopulista en la segunda vuelta de las elecciones.

Foto: Francia ya tiene su segundo Mundial. (Reuters)

De los 14 jugadores que ayer ganaron la final, solo tres son de origen puramente francés (con ambos padres nacidos en Francia). Hay dos de origen europeo no francés, un caribeño y ocho africanos. La desproporción se extrema si contemplamos el equipo al completo: 23 jugadores, de los que solo cuatro descienden de padre y madre franceses. Todos los demás son hijos de la inmigración, entre ellos 14 de origen africano (61%). Hasta nueve naciones de ese continente están representadas en la selección campeona.

Por cierto, solo seis de los 23 pertenecen a la raza blanca. En la Francia campeona que Le Pen festeja, el color negro destaca de forma abrumadora. "Allez les Bleus!", cantan los aficionados franceses para animar a su selección. Lo de 'les Bleus' se refiere, claro, al color de la camiseta. Atendiendo al color de la piel de los futbolistas, lo procedente sería gritar "Allez les Noirs!".

Esos jóvenes campeones son indiscutiblemente franceses. De hecho, todos menos dos nacieron en Francia. Son tan franceses como la señora Le Pen y su señor padre. Por eso tienen derecho a representar con orgullo a su país, emocionarse con 'La Marsellesa' y enarbolar como propia la bandera tricolor. El problema es que muchos de los que los recibirán como héroes de la patria niegan a los millones que son como ellos esa misma condición y los derechos que de ella se derivan… excepto si se trata de jugar al fútbol.

placeholder Giroud, Mendy y Tolisso celebran el triunfo tras el final del partido. (EFE)
Giroud, Mendy y Tolisso celebran el triunfo tras el final del partido. (EFE)

Me pregunto cómo se concilia el discurso excluyente, xenófobo y racista del nacionalpopulismo con la celebración de un hecho que desmonta todas sus tesis. Si fuera por Le Pen y quienes la votan, ninguno de esos chicos habría podido jamás jugar en la selección de Francia, sencillamente porque a sus padres se les habría impedido entrar en el país y ellos habrían nacido en algún remoto lugar de África o del Caribe. Si fueran consecuentes con sus ideas, Francia debería haber jugado con un equipo formado exclusivamente por franceses de pura raza —en cuyo caso, lo más probable es que ni siquiera se hubiera clasificado para jugar este Mundial—.

El fenómeno no es exclusivamente francés. Cuatro semifinalistas europeos: Francia, Inglaterra, Bélgica y Croacia. Solo esta última está formada íntegramente por caucásicos. La orgullosa selección inglesa jamás habría soñado con ser uno de los cuatro mejores sin la aportación masiva de futbolistas de ultramar y de tez oscura. Cuando sus hinchas coreaban "It’s coming home” anticipando el regreso a casa de la ansiada Copa, ¿a qué casa se referían los 'brexiteers' y demás ralea de xenófobos que pueblan la isla?

El hecho de ser excelentes futbolistas no aclara su piel, ni borra su origen ni los hace más nativos

En cuanto a Bélgica, 11 de sus 23 futbolistas son hijos de inmigrantes. Es razonable preguntarse cómo habrán recibido su hazaña los dirigentes y votantes de la ultraderecha reaccionaria belga que defiende la expulsión de los inmigrantes… salvo de los que juegan al fútbol tan bien como para meter a Bélgica en la cumbre del campeonato.

Esos jóvenes descendientes de inmigrantes que han defendido con éxito a sus selecciones nacionales no son distintos a todos los demás que, como ellos, tratan de vivir en la tierra que sus padres eligieron en igualdad de derechos y de obligaciones con el resto de los ciudadanos. El hecho de ser excelentes futbolistas no aclara su piel, ni borra su origen ni los hace más nativos.

placeholder Macron abraza a Kylian Mbappé durante la entrega de trofeos al final del partido. (EFE)
Macron abraza a Kylian Mbappé durante la entrega de trofeos al final del partido. (EFE)

Ellos contribuyen a la sociedad en la que viven con su esfuerzo y su talento, haciendo lo que mejor saben hacer. Más allá de la fama, es lo que también hacen los jóvenes de su misma edad y origen que trabajan en cualquier otro oficio. Pero resulta que los primeros son héroes nacionales y todos los demás, basura que hay que limpiar. Quizás en esas fronteras impenetrables que el nacionalpopulismo quiere poner en esta Europa que se cae de vieja haya que hacer un test de toque de balón: dejar pasar a los que pueden ganar campeonatos para que los Le Pen, Farage y Van Grieken se enardezcan de pasión patriótica y rechazar a todos los demás.

Las sociedades europeas necesitan a los inmigrantes y a sus hijos tanto como los necesitan los equipos de fútbol. Se necesita su juventud, su energía, su vitalidad, su espíritu de sacrificio, sus ganas de trabajar y de triunfar: todo lo que por aquí escasea. Los necesita como trabajadores, como emprendedores, como contribuyentes. Los necesita para seguir sosteniendo ese Estado del bienestar que, sin ellos, está abocado a la bancarrota. Los necesita para librarse del suicidio demográfico (del otro suicido, el climático, ya no nos libra nadie). Y también, claro, para ganar campeonatos del mundo y medallas olímpicas. Admitamos de una vez que la inmigración es la única vacuna de que dispone Europa contra la decrepitud, en el deporte y en todo lo demás.

En lugar de seguir añorando el tiqui-taca, imaginen a España con 7 Mbappés o Lukakus en el equipo. Quizás hoy sería lunes de fiesta por el título

Que no digan los eruditos de la prensa deportiva que el fútbol africano no termina de florecer. El fútbol africano ha florecido hace años… en los equipos europeos. Sin ellos, hoy los franceses no tendrían nada que celebrar. En lugar de seguir añorando el tiqui-taca, imaginen a España con siete Mbappés o Lukakus en el equipo. Quizás hoy sería lunes de fiesta por el título.

Sí, un equipo francés formado mayoritariamente por negros procedentes de África ha ganado la Copa del Mundo. Marine Le Pen, en lugar de escandalizarse y exigir su inmediata expulsión por usurpar el sagrado nombre de Francia, lo celebró como una hincha más. Mañana, ella y quienes la apoyan estarán en los Campos Elíseos, homenajeándolos como semidioses. Cuánto cinismo absurdo.

A los 30 segundos de finalizar el partido apareció en Twitter el primer mensaje de Marine Le Pen, inflamada de exaltación patriótica. Por las fotografías que publicó, parece que envió el tuit desde el mismo estadio en que un equipo de jóvenes franceses acababa de ganar la Copa del Mundo para su país. Un equipo de la Francia mestiza y multicolor, multirracial, multicultural y multirreligiosa. La Francia que Marine Le Pen y su partido combaten, la que por su gusto jamás habría llegado a existir.

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