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Cómo acabamos con el ave más abundante (y volveremos a hacerlo)
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Jose Luis Gallego

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Cómo acabamos con el ave más abundante (y volveremos a hacerlo)

La fulminante extinción de la paloma migratoria muestra la capacidad de exterminio del ser humano. Un potencial aniquilador del que ninguna especie está a salvo

Foto: Bandada de estorninos. (EFE)
Bandada de estorninos. (EFE)

Gorriones, golondrinas, lechuzas. Cuando los ornitólogos alertan de la caída en picado de nuestras aves más comunes, son pocos los que atienden a su requerimiento. Con todas las que se ven —piensan— ¿cómo pueden llegar a extinguirse? Eso es otra exageración de los ecologistas. Pero no, no lo es en absoluto.

Porque lo cierto es que, si siguen con su tendencia a desaparecer, no solo es posible que acabemos con los pájaros antaño más abundantes, sino que no sería la primera vez que un ave a la que veíamos hasta en la sopa se extingue por la acción directa del hombre.

Cuando cruzaban el cielo en sus pasos migratorios llegaban a ocultar el sol durante largo tiempo

Uno de los casos de extinción más espectaculares que se han dado en el mundo de las aves es el de la paloma migratoria o pasajera (‘Ectopistes migratorius’), una columbiforme que habitaba hasta hace apenas un siglo las praderas y los campos de la mayor parte de Norteamérica.

Era una paloma semejante a las que hoy en día revolotean por las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, solo que con el pecho bellamente anaranjado y mucho, muchísimo más abundante que cualquier otra columbiforme del mundo.

Foto: Foto: EFE. Opinión
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Había tantas migratorias desplazándose por los cielos, que en el siglo XIX llegó a ser considerada como el ave más numerosa del planeta. Algunas estimaciones señalan que sus poblaciones llegaron a superar los cinco mil millones de ejemplares.

Las bandadas de pasajeras eran tan nutridas (se desplazaban formando grupos de centenares de millones de pájaros) que cuando cruzaban el cielo en sus pasos migratorios llegaban a ocultar el sol durante largo tiempo. Pero un día, los granjeros estadounidenses descubrieron que capturadas y pasadas por el horno, aquellas abundantes aves estaban buenísimas, y decidieron convertirlas en plato casero.

placeholder Ejemplar disecado de paloma migratoria. (NYS Museum)
Ejemplar disecado de paloma migratoria. (NYS Museum)

La carne de paloma migratoria se convirtió en el primer acceso a la proteína para las clases populares y los proveedores de los mercados no daban abasto. Las señales de alarma se dispararon al poco de comenzar las batidas de caza. Se capturaban mediante todo tipo de métodos: desde redes gigantescas hasta batidas masivas.

Cuando la demanda de su carne se derivó a la elaboración de piensos ganaderos aquello se convirtió en un proceso casi industrial, por lo que la presión cinegética se hizo insostenible para la especie. A mediados del siglo XIX las señales de su declive se hicieron evidentes, ya era demasiado tarde para la especie.

placeholder Hembra y macho de paloma migratoria.
Hembra y macho de paloma migratoria.

Fueron tantas las que se llegaron a cazar, que a principios del siglo XX la paloma migratoria, el ave que probablemente haya poblado en mayor número los cielos de Norteamérica, se dio por extinguida para siempre. El último ejemplar murió en 1914.

El recuerdo de 'Ectopistes migratorius' se reduce hoy a la triste estampa de los ejemplares naturalizados en los museos de ciencias naturales, y a las láminas y grabados de los viejos tratados de biología. Nos bastó apenas un siglo para acabar con una de las aves más abundantes de la Tierra. Y lo peor es que llevamos camino de repetir la 'hazaña' con algunas de las que lo son hoy en día.

Gorriones, golondrinas, lechuzas. Cuando los ornitólogos alertan de la caída en picado de nuestras aves más comunes, son pocos los que atienden a su requerimiento. Con todas las que se ven —piensan— ¿cómo pueden llegar a extinguirse? Eso es otra exageración de los ecologistas. Pero no, no lo es en absoluto.

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