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Cumbre climática de Glasgow: toca poner las cartas boca arriba
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Jose Luis Gallego

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Cumbre climática de Glasgow: toca poner las cartas boca arriba

Se acabaron los discursos. Pasó el tiempo de las propuestas. Si queremos evitar que la crisis climática nos aboque a los peores escenarios, el momento es ahora y el lugar es Glasgow

Foto: Boris Johnson y David Attenborough durante la presentación de la COP26. (Reuters)
Boris Johnson y David Attenborough durante la presentación de la COP26. (Reuters)

La experiencia acumulada en las 25 cumbres climáticas que han precedido a la que arranca el próximo domingo en Glasgow (COP26, por Conferencia de las Partes firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 1992) no invita a la esperanza. Pero estamos obligados a mantenerla.

El problema de este tipo de grandes conferencias internacionales es que, pese a reunir a los principales líderes políticos del mundo y acoger a delegaciones de la práctica totalidad de países, no dan lugar a acuerdos vinculantes y de obligado cumplimiento, que es lo que requiere la situación de emergencia global en la que nos hallamos.

Hay que lograr un contrato, no un acuerdo, para contener el aumento de la temperatura por debajo de los 1,5 grados

A pesar de que alguno de los acuerdos surgidos de estos encuentros han servido para movilizar voluntades y provocar avances a favor de un modelo productivo bajo en carbono, lo cierto es que ninguno de ellos, como el famoso Protocolo de Kioto o el ambicioso Acuerdo de París, fueron imperativos al respecto ni han dado lugar a una legislación específica. Tampoco está previsto que el posible acuerdo que surja de la ciudad escocesa atienda esa demanda.

Las consecuencias (que ya no previsiones) de la crisis climática, de las que venimos dando crónica en Planeta A desde nuestro arranque, reclaman ahora un contrato, no un pacto. Algo más severo y del todo vinculante. Hay que superar la fase de expresar las voluntades para pasar a la de acatar los compromisos. Compromisos con plazos de obligado cumplimiento y vinculados a un capítulo de sanciones en caso de ser incumplidos.

Foto: Los escenarios climáticos nos abocan a la incertidumbre (Foto: iStock) Opinión

Desde el próximo domingo y hasta el 12 de noviembre, en la Cumbre de Glasgow se deberá avanzar hacia una verdadera alianza climática mundial que permita la firma de un convenio que convierta las promesas de alcanzar la neutralidad de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en compromisos ante la comunidad internacional firmes y demostrables. Porque, según la ciencia, ya no nos queda tiempo para perder más tiempo.

Cada vez nos queda menos margen

No. No podemos seguir hablando de 'iniciar transiciones para cambiar el modelo productivo' o de 'avanzar hacia un nuevo paradigma de desarrollo'. Todos esos eslóganes se han quedado obsoletos.

Ahora lo que toca es firmar convenios, poner sobre la mesa de negociaciones contratos firmes. Es hora en fin de emprender políticas ambientales audaces y valientes, de activar medidas legislativas y fiscales eficaces y de empezar a exigir resultados concretos.

placeholder Greta Thunberg fisgonea los apuntes de la ministra Ribera en la COP25. (Reuters)
Greta Thunberg fisgonea los apuntes de la ministra Ribera en la COP25. (Reuters)

La pregunta no es ¿para cuándo tienes previsto ser neutro en carbono?, sino ¿cuánto has reducido ya tus emisiones de GEI y cuando vas a dejar de hacerlo?. Porque de nada sirve ponerse metas al respecto (2030, 2045, 2050, 2065) si no se demuestran avances veraces y contrastables.

No se trata (solo) de reforzar nuestra capacidad de resiliencia. Esa es una postura egoísta y cortoplacista. Para que la COP26 marque un cambio de tendencia respecto a las anteriores cumbres climáticas los gobiernos deben firmar contratos de recorte de las emisiones de CO₂ y del resto de GEI, y no para mitad de siglo, sino para ya. Solo así lograremos detener el constante aumento de las temperaturas medias del planeta y no superar la barrera de los 1,5 °C que mandaría a nuestros nietos al infierno.

placeholder Protesta contra los combustibles fósiles en Washington DC. (Reuters)
Protesta contra los combustibles fósiles en Washington DC. (Reuters)

Porque ¿qué pasará si no logramos contener el aumento de la temperatura media del planeta por debajo de esa cifra? La respuesta está en la ciencia, en ese 'código rojo para la humanidad' que supuso el último avance del informe del IPCC, y que anuncia, por ejemplo, un aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, que cada vez serán más devastadores y recurrentes, como ya estamos empezando a comprobar.

¿Cuál va a ser nuestro legado?

Pero ese informe también anuncia algo que tiene que ver más con la ética y la moral que con el medio ambiente. Nos describe el futuro al que vamos a condenar a las próximas generaciones humanas en nuestro planeta: como serán sus condiciones de vida, el entorno en el que vivirán, con quién compartirán biosfera o cuantos recursos naturales tendrán a su disposición para seguir desarrollándose como sociedad. Y es un futuro gris oscuro, casi negro.

Foto: Simulación de la Plaza España de Sevilla (Climate Central)

Como concluyen los informes científicos, para evitar ese futuro sería necesario incrementar la acción climática para reducir las emisiones de GEI en un 45% para 2030. Sin embargo, los planes nacionales de contribución determinada (NDC, por sus siglas en inglés: National Determined Contribution) indican que las emisiones mundiales de GEI serán en realidad un 16% más altas para esa fecha.

Posiciones contrastadas

Para lograr que eso no sea así la actitud de los países que forman el G-20, y que representan casi tres cuartas partes de las emisiones mundiales de GEI, va a ser fundamental. Pero ¿con qué compromisos acuden a Glasgow los gobiernos?

Hasta la fecha, Argentina, Canadá, la Unión Europea, el Reino Unido y los Estados Unidos han ampliado sus objetivos de reducción de emisiones para 2030, pero solo Reino Unido lo ha hecho al nivel suficiente para alcanzar el objetivo de los 1,5 °C de aumento. China, Japón, Corea del Sur, India, Arabia Saudí y Turquía acuden a Glasgow sin haber actualizado sus NDC, aunque se espera que algunos de estos países presenten objetivos más ambiciosos en la cumbre.

placeholder El presidente de Brasil anuncia que su país aumentará las emisiones de CO₂. (Reuters)
El presidente de Brasil anuncia que su país aumentará las emisiones de CO₂. (Reuters)

Australia e Indonesia se han limitado a presentar unos NDC idénticos a los que ofrecieron en 2015, un simple copia y pega, mientras que Brasil, México y Rusia han hecho algo aún peor al presentar unos planes que suponen unas emisiones más altas que las actuales. Las apuestas son pues insuficientes, y lo que es peor: mientras unos van de farol, otros acuden a Escocia sin el más mínimo interés de jugar y con el único propósito de darle una patada al tablero. A partir del próximo domingo les iremos dando cuenta de todo lo que suceda en esta nueva última oportunidad (y van 26) para evitar lo peor.

La experiencia acumulada en las 25 cumbres climáticas que han precedido a la que arranca el próximo domingo en Glasgow (COP26, por Conferencia de las Partes firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 1992) no invita a la esperanza. Pero estamos obligados a mantenerla.

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