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Esas personas no humanas que nos acompañan
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Joaquín Araujo

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Esas personas no humanas que nos acompañan

Los animales y nosotros somos mucho más iguales que diferentes, pero son demasiados los que olvidan la evidencia. Por eso mismo, una de las fuentes de la violencia hacia el resto de lo viviente parte de nuestro supremacismo

Foto: Con la nueva ley, los animales dejan de ser cosas. (Unsplash)
Con la nueva ley, los animales dejan de ser cosas. (Unsplash)

Como casi todo lo viviente vive porque respira, podemos afirmar que somos por 'anemos', aire en griego. De ahí alma/ánima y animal. O, si se prefiere, somos lo con alma al depender por completo de la mucho más grande que es la atmósfera. Podemos ir más lejos todavía si reconocemos la evidencia de que esos aires que nos envuelven por todas partes y que alcanza a todas y cada una de nuestras células no solo son el primer alimento —13/16 kilogramos diarios— sino que su función resulta equivalente a la que desempeña la placenta, es decir que no solo nos mantienen vivos, sino que también nos protegen. Sin atmósfera todo estaría congelado y acribillado por la potente fracción asesina de las radiaciones solares.

Los animados compartimos una infinita gama de necesidades. Somos mucho más iguales que diferentes. Pero son demasiados los que olvidan la evidencia. Por eso mismo una de las fuentes de la violencia hacia el resto de lo viviente parte del supremacismo de considerar a lo humano como con derecho a todo tipo de apropiación y destrucción que apetezcan nuestros caprichos. Incluso el de torturar y matar por puro placer. Para ellos, por supuesto, ningún derecho.

"Leyes como esta de protección animal transitan hacia uno de los más necesarios cambios de rumbo de la historia de esta civilización"

Es una vieja y gigantesca herida que, a pesar de la cada día mayor sensibilidad hacia esos otros, personas no humanas, sangra demasiado. Porque la sexta gran extinción, el que hoy haya la mitad de vida silvestre que hace medio siglo o que miles de millones de animales sean condenados al maltrato en las macrogranjas es una auténtica hemorragia para la biosfera.

Que estemos estrenando una ley que pretende menguar tanta tortura es algo a celebrar y mucho. Sincrónicas al gran vaciamiento, no solo rural, sino de la vivacidad misma, están apareciendo leyes, como la nuestra sobre los animales de compañía. Un acercamiento necesario en el camino de que otras vidas, muy animadas por cierto, tengan derechos.

placeholder Un perro callejero, víctima de maltrato. (EFE/Zurab Kurtsikidze)
Un perro callejero, víctima de maltrato. (EFE/Zurab Kurtsikidze)

Una gran iniciativa que nos ayudará a ser más y mejor lo que somos: animales. Extraordinarios cuando prevalece la compasión como en este ordenamiento. Lamentables cuando la agresividad manda.

Parte esta constructiva ley de abolir la terrorífica condición de cosa que en el código civil tenían perros, gatos y tantas otras mascotas. Amplía sus objetivos con algo que ya teníamos claro casi todos los que siempre hemos tenido animales cerca. Me refiero a la condición de miembros de la familia. Tan personas, por tanto. Insiste en penalizar el abandono que, por desgracia, sigue afectando a miles de esos familiares y de paso a los sistemas naturales. Se avanza claramente hacia la erradicación de los animales espectáculo.

Quedan bastante bien definidas algunas modalidades del maltrato que son muchísimo más frecuentes de lo que cabe imaginar. Por ejemplo, los miles de perros que viven buena parte de su vida encadenados o en cárceles masificadas como todavía sucede, no con todas, pero sí con muchas jaurías.

Foto: Varias mujeres portan fotografías de un animal durante una acción de protesta contra el maltrato animal de Animalia Naturalis Enric. (Enric Fontcuberta/EFE)

Todavía estamos lejos de ese artículo de la constitución de Ecuador que le reconoce derechos a la natura en su conjunto. También de los casos en que se ha reconocido personalidad jurídica incluso a ríos, espacios naturales y sagrados para pueblos nativos.

Pero avanzamos en respeto, compasión y hasta sensatez porque toda forma de cuidado a lo otro y los otros es más cultura, base inequívoca de una menor violencia.

Queda mucho para detener la mencionada hemorragia, pero leyes como esta de protección animal transitan hacia uno de los más necesarios cambios de rumbo de la historia de esta civilización. Estamos empezando a dejar de ser la herida para comenzar a ser la sangre que vuelva a vivificar al planeta de la VIDA.

Como casi todo lo viviente vive porque respira, podemos afirmar que somos por 'anemos', aire en griego. De ahí alma/ánima y animal. O, si se prefiere, somos lo con alma al depender por completo de la mucho más grande que es la atmósfera. Podemos ir más lejos todavía si reconocemos la evidencia de que esos aires que nos envuelven por todas partes y que alcanza a todas y cada una de nuestras células no solo son el primer alimento —13/16 kilogramos diarios— sino que su función resulta equivalente a la que desempeña la placenta, es decir que no solo nos mantienen vivos, sino que también nos protegen. Sin atmósfera todo estaría congelado y acribillado por la potente fracción asesina de las radiaciones solares.

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